La defensa de las convicciones no
tiene que llevar aparejado una fidelidad absoluta y eterna a ninguna idea o
persona. Podemos matizar nuestras certezas e incluso tirarlas por la borda si
ya no nos sirven. En política también.
Hay quienes aguantan lo que les
echen. No les importan los virajes de 180 grados, las mentiras o lo corruptos
que sean “los suyos”, ellos están ahí para defenderlos. No ejercen la crítica
ni en privado ni en público. Callan, aplauden y a cambio esperan recibir una
dádiva. En política sobre todo.
La estructura piramidal de los
partidos no deja margen para las discrepancias. A los que disienten demasiado
solo les queda la opción de irse, entonces se convierten en unos traidores
apestados. En política es así.
Pues vale, lo tomas o lo dejas. A
nadie se obliga. Sin cohesión no hay partidos políticos. Guste o no.
Otra cosa son los comportamientos
políticos de los ciudadanos. La política abduce a las masas. No se apuren, no
voy a hablar de filosofía ni mucho menos de psicología de masas, faltaría más.
La realidad del país, si lo
prefieren de España, indica que fuerzas incomprensibles, al menos para mí,
están fagocitando la poca capacidad crítica que teníamos. No voy a hablarles de
Puigdemont, Torra y compañía que podrían escribir una enciclopedia
explicándolo. Ni tan siquiera de Iglesias-Montero y Monedero que nos pueden dar
una visión más moderna. Tampoco de Sánchez que podría adentrarnos en un mundo
esotérico con resucitación incluida y menos aún de Rivera que nos podría
ilustrar sobre Marta Sánchez. Me quedo, me voy a quedar –póngale ritmo- con
Rajoy y el Partido Popular.
Lo del Partido Popular pasará a
los libros de politología. Nunca ninguna democracia ha soportado tanto. Creo
que ya hemos sobrepasado con creces a la Italia de la omertà y nos hemos pasado a la vox populi española. Allí, en
Italia, opera la Cosa Nosta, aquí la sua
cosa. En política vale todo.
Tienen un sentido patrimonialista
de las instituciones y los poderes públicos. Su acendrado individualismo les
lleva a fusionar lo público y lo privado con un objetivo que está muy alejado
del interés general. La res publica
es la herramienta necesaria para medrar individualmente, de ahí que cuando
están en la oposición se aletarguen.
Hoy nos cuentan que Eduardo
Zaplana ha sido detenido por blanqueo de capitales y por delito fiscal. Les recuerdo que Zaplana fue alcalde de Benidorm, presidente de la Generalitat Valenciana, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales con Azanar, portavoz del Gobierno y portavoz en el Congreso de los Diputados. Ahí es nada.
Y por
si esto fuera poco Enrique Fernández de Moya, secretario de Estado de Hacienda
ha sido citado como investigado por posibles delitos de prevaricación
administrativa continuada, falsedad en documento mercantil, malversación de
caudales públicos continuado y cohecho y tráfico de influencias durante su
etapa como alcalde de Jaén.
Las encuestas les siguen otorgando millones de votos lo que dota al PP de unos poderes indescifrables.
Aún veremos más. No importa, vale
todo. Joder, qué tragedia más esperpéntica.
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