Para aprender Historia hay que
leer libros de Historia. Las novelas históricas se sirven de la Historia para
enmarcar una narración con más o menos datos fiables. Los autores modifican y
alteran la Historia en función de sus necesidades narrativas. Y así podría
seguir. Esto viene a cuento de cosas que he leído sobre La Peregrina de Isabel San Sebastián.
Hay quienes afirman que con este
libro han aprendido mucho de “historia”. Pues lo siento. Hay quien comenta que
utiliza un “lenguaje arcaizante” lo que le aporta riqueza. Pues vale. Hay quien
alaba las descripciones del Camino. Pues bien.
No leo mucha novela histórica. La
lectura de La Peregrina era casi
obligada, atraviesa un territorio y unos lugares que conozco.
Esta narrada en primera persona
en forma de diario. La protagonista es Alana, un personaje ya utilizado por San
Sebastián. Narra el viaje de Alfonso II el Casto, rey de Asturias, a la “tumba”
del apóstol Santiago.
Alana está revestida de unas
cualidades muy de hoy. Es ella la que nos aporta datos históricos, como también
lo hacen otros compañeros de viaje, con el fin de centrarnos en la época. ¿Son
necesarios?
Isabel San Sebastián es una
periodista conocida, con unas opiniones también muy conocidas, que en más de
una ocasión surgen en la narración. Casualmente Alana se preocupa por los
impuestos: … “Me pregunto cómo podrán recaudarse los tributos necesarios para
sufragar estas magnas construcciones. ¿Quién los pagará? Van a ser precisos
muchos sueldos de oro que no tenemos”.
¿Les suena?
El espíritu de “nación” impregna
la narración, sirva de ejemplo:”El Rey aspira igualmente a restaurar el orden
legal imperante en la nación visigoda, a salvaguardar su legado cultural, a
recuperar en su integridad la Hispania asolada por Muza y Tariq tras la
traición perpetrada por los hijos de Witiza”.
¿Así se adquieren conocimientos
históricos? O tal vez sea así: “Vikingos, mi señor. Los invasores que
aterrorizan a los cristianos de la Britania son vikingos, también conocidos
como daneses”.
La realeza infunde no solo visión
de Estado si no también de futuro: “Si en el futuro han de transitar otros
peregrinos por aquí –decía don Alfonso- sería bueno señalizar el itinerario
convenientemente. Marcar las mansiones y mutaciones, además de ir creando
hospederías donde poder alojarlos. Claro que eso llevará tiempo…”.
Por lo que se refiere a las
descripciones del paisaje o los edificios son tenues esbozos que no identifican
lugar concreto. Uno que conozco muy bien es Santa María de Obona, solo tiene de distintivo que lo menciona por
su nombre. Da por buena la existencia de ese monasterio en ese tiempo, cosa que
no está demostrada. Aunque es cierto que en notas aclara un poco la cuestión.
Lo mismo me sucede con el resto
del camino hasta llegar a tierras gallegas.
La novela aporta información
gastronómica y nos habla de “pan blanco de trigo” o “sidra por escanciar”. E
incluso de “ese guisandero”. Tal cual. O de formas de vida: “pastores
trashumantes”. En fin.
En un momento de la narración los
“peregrinos” pasan hambre, pero hambre hambre. Y…”A medida que bajábamos, en
los pastos ralos de nuestro alrededor he empezado a ver algunas vacas rubias,
paciendo con sus terneros recién paridos enganchados a la ubre. A diferencia de
nosotros, ellos sacian su apetito a voluntad. Tienen la despensa siempre a
mano”. Y siguen de largo con el hambre horadando sus estómagos. ¿De verdad?
Cuando en la página 190 hace
referencia al puerto de La Mesa no se equivoquen. La Mesa es una parroquia del
concejo de Grandas de Salime que no tiene nada que ver con el Puerto de La Mesa
que atraviesa, entre otros, los concejos de Belmonte y Somiedo para llegar a
tierras de León. Si ustedes introducen en Google Puerto de La Mesa les saldrá
este último que no tiene nada que ver con el Camino Primitivo que intenta
describir la novela.
Según avanza la narración Alana
me sorprende cada vez más: “En la lengua antigua de los vascones, de sonidos
silbantes y vocales abiertas…”
Me estoy alargando y al final
incido sobre lo mismo.
Mucho anacronismo, descripciones
sencillas, un final pobre, desangelado. Una novela plana. La leí por mi
cercanía al Camino y al acabar me quedé plof.
Finalizo como empecé: Para
aprender Historia hay que leer libros de Historia.
Ya saben, no me hagan caso.
Léanlo y tendrán su opinión. Lo podrán encontrar en su biblioteca pública o
librería preferida.
El camino de La Peregrina by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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