Ya ha pasado más de un mes de
confinamiento y lo que nos queda. Apenas leo o escucho las noticias. El
Facebook no lo toco desde hace más de dos semanas y Twitter de refilón, me da
escalofríos. Es demencial.
Los medios de comunicación, hasta
ahora, se cuidaban de mantener separadas las noticias de las opiniones, al
menos lo intentaban. Eso se acabo. Las ideologías chorrean desde las páginas de
los periódicos, las palabras en las radios o las imágenes en las televisiones. La
mayoría publican con un objetivo claro, cada uno el suyo, y no es el de
informar.
La independencia económica apenas
existe en el mundo de la comunicación y eso se nota más que nunca. Intereses
económicos y políticos pringan las “noticias”.
Los medios vinculados a la
derecha y extrema derecha están desmadrados. Han entrado en barrena. Recurren
al morbo, la mentira y el miedo con absoluto descaro. Son fieles súbditos del
Partido Popular y de la extrema derecha. Con la muerte, la desesperación y el
miedo forman sus titulares. Todo ello está presente en la sociedad, pero ellos
han convertido en su bandera estos males y desgracias. Lo hacen con un único
objetivo: desgastar al Gobierno.
Desde el otro bando – sí, han
logrado que volvamos a los bandos – no es que defiendan a capa y espada a
Sánchez y sus ministros, pero si lo hacen es de forma más comedida. Dedican una
parte importante de sus recursos a desmentir bulos. En ese “bando” hay
intereses más variados.
Que los medios tengan su
ideología es normal. Su línea editorial marca, desde siempre, el terreno en el
que se mueven. Perfecto. Otra cosa es la falta de un mínimo de rigor y la utilización
maniquea de mentiras. Hay titulares, fotografías y noticias repulsivas,
mezquinas, indignantes, miserables.
Las redes sociales están plagadas
de bots (programas informáticos que
repiten mensajes) creados para confundir y engañar. Luego están los bellacos que
desde el anonimato insultan y mienten. Por último tenemos a los que se ganan la
vida con la intoxicación, esos son profesionales de la mentira. Algunos de
ellos los podemos ver en las televisiones.
El Covid-19 nos ha traído
enfermedad, muerte y penurias; desde algunos medios de comunicación y las redes
sociales incertidumbre, miedo y desconfianza. No es un panorama muy halagüeño.
Las intoxicaciones informativas
han adquirido rango presidencial con Donald Trump. Millones de voceros se hacen
eco de sus demenciales tuits en todo
el mundo. ¡Qué tristeza!
Ha llegado el momento de inducir
el miedo al futuro económico y en ello están. Cada día son más las noticias en
ese sentido. Claro que me preocupa la situación de los trabajadores, pero
cuidado, los errores, que se producirán, se traducirán en muertes.
La crisis de 2007 no preocupó a
los poderes financieros y empresariales. Afectó a los más débiles y contaron
con el apoyo de los gobiernos. Los más fuertes se beneficiaron de los saldos
que salieron al mercado. Ya se sabe que en épocas de crisis es cuando las
grandes fortunas se hacen más grandes. La crisis la pagamos los trabajadores.
En esta ocasión es distinto.
Ya estuvo bien, ahora toca pensar
en el beneficio que no en los trabajadores.
La paralización de las empresas,
a nivel mundial, les preocupa y son conscientes que los estados no pueden
subvencionarles como ellos quisieran. En esta ocasión tienen que repartir con
los ciudadanos. Los datos de pérdidas los establecen con los parámetros de
antes de la pandemia, pues igual tendrían que cambiarlos. No nos engañemos, los
preceptos económicos y todo lo que los rodea son un invento humano, no una ley
inmutable.
Tendríamos que modificar muchas
cosas y entre ellas todo lo referente a la producción de bienes y servicios, la
distribución de la riqueza, la sociedad del bienestar, los servicios públicos, la
deslocalización empresarial, los beneficios, controlar el crecimiento
destructivo, preservar de forma activa el medio ambiente o acabar con la
desigualdad por razón de sexos, por ejemplo.
Deberíamos aprovechar para
cambiar nuestra forma de vivir, pero eso no va a pasar, desgraciadamente.
Por primera vez, sabemos lo que
es sufrir una epidemia. Esas cosas sólo pasaban en África o países del Tercer
Mundo, pues ya tenemos una muestra de lo que han sufrido y sufren. No será la
última vez, llegarán más pandemias. Tuvimos avisos y no les hicimos caso: gripe
aviar, Ébola, gripe A, gripe porcina, sida… La globalización también es eso.
Las disputas políticas y los
intereses económicos se unen a la pandemia y de ahí puede salir cualquier cosa.
Si fuéramos sensatos llevaríamos a cabo modificaciones en nuestra forma de
vida, en caso contrario estaremos abonando el terreno, aún más, a la extrema
derecha y los populistas. Joder, la Historia está ahí.
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