Se me han venido encima los
muertos. Veinte mil muertos. Más de 20000 muertos.
Desde ayer estoy aún más
desolado. Todos los días, obsesivamente, compruebo el número de fallecidos y
contagiados, el sobrepasar los 20000 muertos ha sido demoledor. 20000 muertos.
Las cifras son frías, no
veamos números, son personas. Personas
que tienen familiares que no han podido darles la despedida. Son miles y miles
de llantos que inundan las casas de una tristeza descorazonadora.
Perdonen por el ejemplo que voy a
ponerles. Piensen en el campo de futbol de Vitoria, el Mendizorroza, o en el
Nuevo Estadio de los Cármenes, de Granada, ninguno de ellos tiene capacidad
para tanto muerto.
Los vivos estamos preocupados por
nuestro presente y por el futuro, para 20000 ya no hay futuro. No va a ser
fácil. Muchas cosas deberían cambiar, no podemos volver a la situación
anterior. Seguimos con más de 500 muertos diarios y la economía va ocupando más
espacio en nuestros pensamientos.
No olvido a aquellos a los que la
situación anterior dejó en la estacada; a los que tenían un sueldo de
miseria y ahora están sin trabajo. No los ignoro, pero han muerto más de 20000
personas, más de 500 al día. Eso me pesa sobremanera.
Los muertos podrían ser de mi
familia, podría ser yo.
La vuelta a la normalidad me da
miedo. Muchos apenas respetan el confinamiento o cada vez que salen se saltan
las mínimas normas de protección personales. La salida, aunque sea escalonada,
va ser caótica. Cuando eso suceda, seguiremos contando muertos.
Las disputas políticas me parecen
pueriles. 20000 muertos. Los presidentes autonómicos quieren demostrar su valía
e independencia. 20000 muertos. Los alcaldinos hacen gestos absurdos y
ridículos. 20000 muertos.
Ahora están presionando para que
los niños puedan salir a la calle. 20000 muertos.
Sobre el Covid-19 hay muchas
dudas científicas. De momento, se piensa que la transmisión se realiza con las
secreciones respiratorias si entran en contacto con la nariz, ojos o boca de
otra persona. Incluso el virus se queda durante horas o días en las superficies
de los objetos que por tocamientos pueden infectar a otros.
A los niños les afecta en menor
medida, pero son transmisores. Va a ser imposible que muchos no se contagien y
que a su vez lo transmitan a su entorno más cercano. Hasta ahora han estado
protegidos en sus casas y tal vez eso explique su escasa incidencia en los
niños. Imaginen por un momento, me asusto solo de pensarlo, que esa salida
signifique contagios severos y… Por favor, no, no, no.
Colegios, abuelos, parques
infantiles… servían de válvula de escape. Los niños se adaptan a todo. Lo
estamos viendo. ¿Serán los padres los que les trasmiten ansiedades?
Lo diré claramente, ¿y sí los contagios devienen en muertes? Terrible.
Lo diré claramente, ¿y sí los contagios devienen en muertes? Terrible.
La precipitación puede llevarnos
a una tragedia aún mayor. Reconozco que me asusta esa posibilidad. Espero, con
todo mi corazón, equivocarme. Son tantas las incógnitas que extremar las
medidas me parece lo más prudente.
Recuerden, más de 20000 muertos.
Divagaciones coronavíricas (36) by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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