Hay quienes opinan desde la
suficiencia, otros lo hacemos desde la duda. Unos lo hacen, opinar, para
convencer, otros para reflexionar. Algunos
sentencian sin apelación, otros criticamos desde la incertidumbre, la perplejidad
y la desconfianza en nosotros mismos.
Qué quieren que les diga, eso de
la infalibilidad no es una de mis cualidades. Así y todo tengo la osadía de
opinar.
En ocasiones recelo de mis
apreciaciones sobre los políticos. ¿Soy mejor que ellos? ¿Más inteligente? Nunca
he vivido de la política, eso al menos me diferencia. Lo de la inteligencia
depende de con quién me compare.
La situación que estamos viviendo
y las actitudes de los políticos no contribuyen a que mejore mi opinión sobre
ellos. No encuentro donde asirme. La prevalencia de la política partidista, e
incluso personal, destaca sobre cualquier otro aspecto. Lo público, en este
caso nuestra salud, la siguen supeditando a sus intereses.
Miren, les voy a poner dos
ejemplos.
Sánchez y Casado tuvieron hoy una
entrevista telemática. No eran capaces de ponerse de acuerdo en la hora. Uno
que a las once, el otro a las doce. ¿No es ridículo a la par que vergonzoso? Se
comportan como niños caprichosos.
Segundo ejemplo. Maritxell Budó,
portavoz del Govern catalán, dijo que “con una Cataluña independiente no habría
habido ni tantos muertos ni tantos infectados”.
Este es el pan de cada día. ¿Cómo
podemos transigir ante tanta imbecilidad?
Ahora que lo pienso, viendo lo
que ronda por las redes sociales tampoco me extraña. Paralelamente, hay
personal supermajo. Hay mogollón de ciudadanos inteligentes, atinados, que a
poco que se busquen se topan. Hay que desbrozar las redes, los medios y la
política. Hagamos un esfuerzo y a todos nos irá mejor.
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