El silencio se rompe a las ocho
de la tarde. El resto del día algún coche estropea la mudez. Los escasos
viandantes son siempre los mismos. En las casas apenas se escuchan a los
vecinos.
Nunca conocimos nada igual. ¿Se
nos estará entristeciendo la vida?
Cuando llegue el deshielo una
voracidad desconocida nos impulsará a arrancar placer a dentelladas. Y sin
embargo, llevamos inoculado el miedo. Un futuro insondable nos remite a
terrores milenaristas.
La esencia del ser volverá a ser
tema de estudio para unos pocos, la mayoría transitaremos desde el desconcierto
a la desesperada inanidad. Discursos apocalípticos se enfrentarán a vanas
utopías y mientras deambulamos entre ellos, la vida se nos va. Los cementerios
están repletos de muertos que ya no esperan ni la muerte. No hay prisa. ¿Tú la
tienes? Yo no. Abracemos un deseo y vivamos. Bebamos otro sorbo de esperanza.
Salgo del ensimismamiento. Hace
un rato que dejé de ver la calle. Otro vino. La botella está vacía. ¿Qué, hace
otro vino? Hace. Me levanto por otra. Sirvo una generosa copa. Salud. Bebo. Sigo con
lo mío.
Divagaciones coronavíricas (38) by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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