14 ene 2021

El trampantojo de La Biblioteca de Max Ventura  


  Hay libros que ofrecen aventuras, intrigas, dramas, amores… y al final se quedan en poco o nada. Otros, en cambio, son menos pretenciosos y luego dan gratas sorpresas. Imaginen, por ejemplo, un libro que en su título contiene la palabra «biblioteca». A primera vista puede parecer aburrido o incluso carente de interés. Pues craso error. Y un error sería no leer La biblioteca de Max Ventura de Leticia Sánchez Ruiz.
 Una escritora, Julia Tompson, acepta el encargo de organizar la biblioteca de un tal Max Ventura. Ya se están imaginado que es un libro para bibliotecarios. Pues no. Ese Max Ventura ha desaparecido, al igual que el compañero sentimental de Tompson, Alfredo. Dos desaparecidos. Entonces es una novela policiaca, pensarán. Pues tampoco. La desaparición de dos personas, por motivos diferentes, es una cuestión complementaria, lo importante es la biblioteca. No, no es eso. ¿De qué trata? La biblioteca de Max Ventura es un libro para los amantes de las bibliotecas, de los libros, para los lectores. Es un canto de amor a la lectura. Les garantizo que en absoluto me resultó aburrido. Me enganchó y lo pasé muy bien.
  Tompson, como la llaman sus amigos, es una escritora rarita. Reconoce que sólo saber hacer bien una cosa: “Yo lo único que sé hacer absolutamente bien en la vida es leer”. 
  Los personajes son extravagantes, algunos incluso bastante, como la propia Tompson o su amigo Arturo C. Dolan -¿a que este nombre les recuerda a alguien?- pero sus peculiaridades no los hace desdeñables.
  Sí el acto de leer es sumamente placentero para Tompson, otra cosa bien distinta es escribir. No puede dejar de hacerlo a pesar de los muchos temores que la asaltan. La opinión que puedan tener los lectores acerca de su obra la descolocan, tanto que no quiere tener ningún contacto con ellos. Julia Tompson describe de la siguiente manera el proceso de la escritura: “la mayoría de historias que escribo son producto de un proceso involuntario que se prolonga semanas, meses, años. Voy acumulando una serie de experiencias, de datos, de imágenes que se van grabando en mí. La historia surge en el preciso instante en que estas piezas separadas, que nada tenían que ver entre ellas, se unen para formar un todo” (pág. 487).
  Un momento, por favor, no piensen que La biblioteca de Max Ventura es un ensayo sobre la escritura. Habla también del acto creador, es cierto, pero lo hace de forma muy amena. No resulta ni aburrido ni pretencioso. Miren, dice cosas tan bonitas como esta: “Por cierto, la patria de un escritor no es la lengua, la patria de un escritor es su memoria. La lengua es el caballo en el que cabalga” (pág. 171).
  Pero los libros sin lectores son un objeto casi inservible: “Los libros son lentes de aumento que el escritor nos pone delante. Nos encontramos en ellos… Hallamos cosas sobre nosotros que desconocíamos o que ignorábamos que pudiera saber alguien más. Cosas que, probablemente sin ese libro, no seríamos capaces de ver. Cuanto más me reconozco en un texto, más consciente soy de la grandeza de éste” (pág. 45).
  Aunque muchos no lo crean e incluso lo nieguen, tienen magia y por eso “no se guardan los libros en cajones, sino que en las casas, tengan muchos o pocos, se les suele reservar un lugar visible en las estanterías. No sólo porque denotan cierta autoridad intelectual, dotan de prestigio, y añaden un toque de inteligencia a la estancia, sino que su poder es evocador es tan inmenso que llegan a funcionar como los antiguos talismanes. Como si bastara simplemente con poseerlos, con rodearse de ellos. Los libros siempre están a la vista, y si lo están es porque crean su propio clima, esa atmósfera de prodigioso cobijo” (pág. 499).
 La ambientación de la trama resulta ambigua al tiempo que intrigante. Hay momentos en que parece situarse en un tiempo pasado y en un lugar indeterminado. Pues tampoco es así. La ciudad en que se desarrolla la historia la irá desvelando y acaba siendo reconocible.
 Las cosas no son exactamente lo que parecen en La biblioteca de Max Ventura, tal vez es por eso que Leticia Sánchez utiliza en varias ocasiones el término «trampantojo».
Sí son ustedes lectores, amantes de los libros y las bibliotecas, tienen que leer La biblioteca de Max Ventura.
  Me sumo a la opinión de Tompson cuando dice “No se me ocurrirá decir que la literatura es el remedio de todos los males, lo que digo es que todos necesitamos algo que nos salve de la mediocridad y nos haga libres”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario