Hay libros que ofrecen aventuras,
intrigas, dramas, amores… y al final se quedan en poco o nada. Otros, en
cambio, son menos pretenciosos y luego dan gratas sorpresas. Imaginen, por
ejemplo, un libro que en su título contiene la palabra «biblioteca». A primera
vista puede parecer aburrido o incluso carente de interés. Pues craso error. Y
un error sería no leer La biblioteca de
Max Ventura de Leticia Sánchez Ruiz.
Una escritora, Julia Tompson,
acepta el encargo de organizar la biblioteca de un tal Max Ventura. Ya se están
imaginado que es un libro para bibliotecarios. Pues no. Ese Max Ventura ha
desaparecido, al igual que el compañero sentimental de Tompson, Alfredo. Dos
desaparecidos. Entonces es una novela policiaca, pensarán. Pues tampoco. La
desaparición de dos personas, por motivos diferentes, es una cuestión
complementaria, lo importante es la biblioteca. No, no es eso. ¿De qué
trata? La biblioteca de Max Ventura
es un libro para los amantes de las bibliotecas, de los libros, para los
lectores. Es un canto de amor a la lectura. Les garantizo que en absoluto me
resultó aburrido. Me enganchó y lo pasé muy bien.
Tompson, como la llaman sus
amigos, es una escritora rarita. Reconoce que sólo saber hacer bien una cosa:
“Yo lo único que sé hacer absolutamente bien en la vida es leer”.
Los personajes son extravagantes,
algunos incluso bastante, como la propia Tompson o su amigo Arturo C. Dolan -¿a
que este nombre les recuerda a alguien?- pero sus peculiaridades no los hace
desdeñables.
Sí el acto de leer es sumamente
placentero para Tompson, otra cosa bien distinta es escribir. No puede dejar de
hacerlo a pesar de los muchos temores que la asaltan. La opinión que puedan
tener los lectores acerca de su obra la descolocan, tanto que no quiere tener
ningún contacto con ellos. Julia Tompson describe de la siguiente manera el
proceso de la escritura: “la mayoría de historias que escribo son producto de
un proceso involuntario que se prolonga semanas, meses, años. Voy acumulando
una serie de experiencias, de datos, de imágenes que se van grabando en mí. La
historia surge en el preciso instante en que estas piezas separadas, que nada
tenían que ver entre ellas, se unen para formar un todo” (pág. 487).
Un momento, por favor, no piensen
que La biblioteca de Max Ventura es
un ensayo sobre la escritura. Habla también del acto creador, es cierto, pero
lo hace de forma muy amena. No resulta ni aburrido ni pretencioso. Miren, dice
cosas tan bonitas como esta: “Por cierto, la patria de un escritor no es la
lengua, la patria de un escritor es su memoria. La lengua es el caballo en el
que cabalga” (pág. 171).
Pero los libros sin lectores son
un objeto casi inservible: “Los libros son lentes de aumento que el escritor
nos pone delante. Nos encontramos en ellos… Hallamos cosas sobre nosotros que
desconocíamos o que ignorábamos que pudiera saber alguien más. Cosas que,
probablemente sin ese libro, no seríamos capaces de ver. Cuanto más me
reconozco en un texto, más consciente soy de la grandeza de éste” (pág. 45).
Aunque muchos no lo crean e
incluso lo nieguen, tienen magia y por eso “no se guardan los libros en
cajones, sino que en las casas, tengan muchos o pocos, se les suele reservar un
lugar visible en las estanterías. No sólo porque denotan cierta autoridad
intelectual, dotan de prestigio, y añaden un toque de inteligencia a la
estancia, sino que su poder es evocador es tan inmenso que llegan a funcionar
como los antiguos talismanes. Como si bastara simplemente con poseerlos, con
rodearse de ellos. Los libros siempre están a la vista, y si lo están es porque
crean su propio clima, esa atmósfera de prodigioso cobijo” (pág. 499).
La ambientación de la trama
resulta ambigua al tiempo que intrigante. Hay momentos en que parece situarse
en un tiempo pasado y en un lugar indeterminado. Pues tampoco es así. La ciudad
en que se desarrolla la historia la irá desvelando y acaba siendo reconocible.
Las cosas no son exactamente lo
que parecen en La biblioteca de Max
Ventura, tal vez es por eso que Leticia Sánchez utiliza en varias ocasiones
el término «trampantojo».
Sí son ustedes lectores, amantes
de los libros y las bibliotecas, tienen que leer La biblioteca de Max Ventura.
Me sumo a la opinión de Tompson
cuando dice “No se me ocurrirá decir que la literatura es el remedio de todos
los males, lo que digo es que todos necesitamos algo que nos salve de la
mediocridad y nos haga libres”.
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