Hay autores consagrados, nunca
mejor dicho, que escriban lo que escriban van a ser aplaudidos. Lo comprendo.
Un montón de libros los avalan. Muy bien, pero…
De pronto la “inteligencia
artificial que traiciona a quienes somos y nuestra forma de vivir y pensar”
oscurece el mundo. Ese podría ser el argumento de un libro. Vamos a imaginarlo
por un momento. Nos quedamos sin energía, sin internet – dios mío, sin internet
-. Nos quedamos a oscuras en la noche. Uf. Vayamos un poco más allá y pensemos
que todo eso sucede en Estados Unidos la noche de la Super Bowl del año 2022.
Eso sería el acabose. Pues no. Eso es lo que sucede en El silencio, la última novela de Don DeLillo, traducido por Javier
Calvo.
Cinco personajes son suficientes.
Una profesora de física jubilada y su marido apostador. Un ex alumno de la
profesora emparanoiado con el manuscrito de 1912 de Albert Einstein. Una pareja
de amigos un poco pijos, llegados de París, cuyo avión sufrió un aterrizaje
forzoso. La Super Bowl les había reunido, pero se quedaron a dos velas.
Novela corta, cortita, 110
páginas. Minimalista. Todo reducido a la mínima expresión. Es un concentrado de
palabras. No lo digo yo. Delillo comentó, en una entrevista concedida a Xavi
Ayén para La Vanguardia, que “tuvo muy en cuenta la relación visual entre las
palabras en la página”. Evidentemente, tuvo que dar más explicaciones: “las
letras que hay en cada palabra, las palabras que hay en cada frase”. Dicho
quedó.
Una palabra, una frase corta y
podemos divagar lo que la cabeza nos de sí. La historia parece una disculpa
para expresar pensamientos, ideas o algo parecido, y digo parecido… No sé.
Al parecer quiere transmitir la
desazón que se podría producir ante un hecho tan inesperado que trastoca la
vida de la personas. Eso, o cosas por el estilo, dicen los críticos. Sí, tras
leer el libro leí críticas. No me quedó otro remedio.
Desde luego Don DeLillo sabe
utilizar las palabras. Cuentan que es un narrador social muy fino y que retrata
muy bien la sociedad que le ha tocado vivir. No lo dudo, pero… Siempre que leo
sus obras me quedo raro. Bueno, la culpa es mía. No acabo yo de conectar
¿Me gustó? ¿No me gustó? Pues… Me
gustó la imagen de la cubierta.
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