Hay actos que sin tener ninguna
trascendencia se convierten en rituales. Las Navidades concentran un buen
número. La religión católica impone los suyos, la publicidad nos marca otros y
luego están esos que surgen por un cierto consenso social.
Las campanadas de fin de año, con
la consabida tragantona de uvas, es un rito de paso que nos planta ante el
televisor para ver el reloj de la Puerta del Sol de Madrid. La pugna entre las
diversas cadenas por acaparar espectadores les lleva a tirar de famosos o
famosillos. En esa pelea parece que la televisión pública sigue ganando. La tradición
pesa mucho. Pisándole los talones a la pública está Antena 3 con Cristina
Pedroche y Alberto Chicote.
La táctica de Antena 3 de casi
despelotar a Pedroche le está funcionando muy bien. Mantienen la intriga hasta
el último segundo y cuando la audiencia está a tope se cae el edredón. Chicote
de momento no ha enseñado nada.
El motivo del incremento de
espectadores de la 3 radica en la incertidumbre sobre los metros de piel que
Pedroche enseñará. ¿Me habré pasado con eso de los metros? El cocinero gritón
está muy pendiente de que la contemplemos en todo su esplendor y le pide que
gire para que veamos bien su espalda. ¡Qué espalda ni qué leches! para verle
el culo.
El microvestido, de Pedro del
Hierro, dicen que era la representación de una mascarilla. Pues vale, yo vi un
mandil con piedrecitas.
Somos millones de españolitos los
que le echamos una ojeada y nos reímos, no vayamos ahora de no sé qué. Nos pudo
la curiosidad y en eso se basan para hacer caja. Seguro que hay gente que se
negó a ver ese espectáculo. Me parece bien, hicieron lo que les dio la gana.
Pedroche no realiza sólo un acto
de libertad individual al enseñar bastante de su cuerpo en público, hace
negocio con su cuerpo. Desde luego es lícito y legal. Argumenta que es su
derecho. Lo es. Apela a su libertad. La tiene. Lo hace por la pasta y la «fama»
que le da. Según cuentan por los medios se embolsó 60.000 euros. Una pasta
gansa.
Algunas personas la critican,
otras sencillamente pasan. Las feministas no consideran que actos como este,
que monetizan la imagen del cuerpo femenino, contribuya para nada a la igualdad
entre hombres y mujeres. Estoy de acuerdo con ellas, pero a pesar de todo, yo
también vi a Pedroche.
Todos los años es lo mismo. Bueno
igual no, al menos para mí es nuevo. Estuve mirando por las redes y se levantó
la polémica por la diferencia de salario entre una y otro, entre Pedroche y
Chicote. Treinta mil euros de diferencia, no está nada mal. Pedroche cobró
60000 euros y Chicote 30000. Lo normal es que sea al contrario. En este caso
los metros de carne enseñada y el frío que pasa la mujer se compensan con más
pasta. Igual el año que viene vemos a Chicote en tanga. ¿Se atreverá él y la
cadena?
Pedroche no se quedó muy a
gusto con lo de Nochevieja y decidió realizar un acto de introspección ya que
«también es muy bonito e importante mirar hacia dentro» y para ello nada mejor
que posar desnuda en la nieve. Eso sí, lo hizo en Instagram, donde tiene más de
2900000 seguidores y en esa foto tiene más de 341000 me gusta. Sí, también vi
la foto. Esa «popularidad» acaba convirtiéndose en más dinerito.
Así funciona el telar.
Vemos a niñas y niños posando,
vestidos como adultos, en las fotos que hacen sus papás como estrellas de ese
firmamento fugaz. La máxima aspiración de muchos padres es que sus retoños se
conviertan en influentes. No me extraña, eso requiere menos esfuerzo que llegar
a ser un gran futbolista –sigue siendo cosa mayoritaria de chicos-.
El año que viene se repetirá la
escena y los comentarios serán parecidos, lo cual demuestra el nivel que nos
gastamos. ¿Volveré a ver a Pedroche? No puedo hacerle un feo. Quiero contribuir
a que el negocio de su cuerpo le vaya bien.
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