La convivencia no es fácil, menos aún cuando es por conveniencia. Los
más benévolos o los más mentirosos sostienen que con el roce surge el amor, o
cuando menos el cariño. Complicado, muy complicado. Podrá llegar la aceptación interesada, la resignación
o la indiferencia, en pocos casos una cierta estima, pero siempre con una
profunda desconfianza.
La cohabitación conlleva aceptación, comprensión y capacidad de diálogo
con la otra parte. Es difícil, sí, pero no por ello se debe cejar en el empeño.
De no hacerlo así la relación está abocada al fracaso y a la ruptura.
Para no seguir por la senda de la confusión les diré que no me estoy
refiriendo a las relaciones de pareja, aunque sea aplicable. Estoy aludiendo a
las relaciones dentro del Gobierno entre socialistas y podemitas.
Desde la aparición de Podemos las relaciones con el partido socialista
no fueron buenas, es más, llegaron a pensar que lograrían el sorpasso. Los resultados de las
elecciones de abril de 2019, en las que Podemos obtuvo 42 escaños, les llevó a
pensar que podían mejorarlos y para ello tenían que marcar diferencias con el
PSOE. Se negaron a formar gobierno. Ciudadanos debió pensar lo mismo. El
resultado fue una nueva convocatoria para noviembre en la que los tres en
discordia salieron mal parados. Los socialistas bajaron de 123 diputados a 120;
Unidas Podemos de 42 pasó a 35 y Ciudadanos de 57 a 10. Tras este varapalo
Albert Ribera deja un partido escorado a la derecha y sin prestigio alguno.
Unidas Podemos, a regañadientes, parecía que había aprendido la lección y
decidió entrar en el Gobierno.
Y así tuvimos el primer gobierno
de coalición de esta democracia. Las cosas no se presentaron fáciles desde el
primer momento. Las discrepancias surgían por doquier. Al principio se pensaba
que era normal, necesitaban engrasarse. El tiempo fue pasando y nada mejoró.
Cuando no era por uno era por otro. Unidas Podemos aireó todas las
discrepancias. No entendía que esa actitud generaba, y genera, descontento y
desafección ciudadana. Por su parte el partido socialista tomaba, y toma,
decisiones sin comunicárselas y consensuarlas previamente con sus socios de
gobierno. Aún no han sido capaces de funcionar como un equipo. Parece que estén
jugando un partido uno contra otro. El PP está encantado y echa más leña. La
extrema derecha va a lo suyo y los partidos que apoyan al gobierno se cansan de
esas disputas. Y mientras los ciudadanos estamos hartos y desilusionados,
máxime en estos momentos de crisis en todos los ámbitos.
Las últimas disputas han sido muy
seguidas y de fuerte contenido ideológico. El acuerdo con Marruecos, la
tragedia de la valla de Melilla y el incremento de presupuesto para armas han
elevado el nivel de enfrentamiento entre los socios de gobierno. Una tensión que
se ve incrementada por los malos resultados electorales en Madrid, Castilla y
León y Andalucía.
Unidas Podemos y PSOE quieren
marcar territorio y distancia, en ello están y se nota.
No es para menos, en mayo
elecciones municipales y autonómicas; en noviembre generales. ¿Aguantará la
coalición? Parece complicado.
El tema de los presupuestos no
tiene mayor problema, se prorroga y asunto arreglado. Es un presupuesto elaborado
por el Gobierno y sus apoyos así que no presenta mayores problemas su prórroga.
Otra cosa bien distinta es si
Unidas Podemos y PSOE pueden asumir internamente nuevos batacazos electorales
en mayo. No es descabellado. Creo que no, sería muy arriesgado llegar a
noviembre con tantas derrotas encima. Sólo veo una solución, que en mayo tengamos
elecciones municipales, autonómicas y generales. Hasta esa fecha el Gobierno
tiene opciones para rebajar la inflación y que las ayudas puestas en marcha
tengan efecto. Veo complicado que se atrevan a tomar medidas que provoquen un
cambio profundo de nuestras estructuras económicas. Mejor no arriesgarse a
meterse en una bronca seria con tantos socios parlamentarios.
Pueden pasar muchas cosas en
estos meses, pero no creo que los vientos políticos se vuelvan de pronto
favorables a la coalición así que solo veo, como mal menor desde el punto de
vista electoral, esa convocatoria conjunta de elecciones municipales,
autonómicas y generales. Ver veremos.
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