Comentario para Cangas del Narcea en la Onda, de Onda Cero Radio (08/10/2013)
La Justicia no es una entelequia,
no es algo irreal. Todo lo contrario. Afecta a los ciudadanos de forma directa
y condiciona nuestra vida en sociedad. Y no hablo de ganar un pleito contra un
vecino o una empresa, que también. Hoy voy a hablarles de esas sorpresas que
nos llevamos los ciudadanos cuando se mezclan los juzgados, los políticos y el
dinero.
El poder judicial debe ejercer,
en una democracia, un papel que tiene que estar sustentado en unos pilares que
ya recoge nuestra Constitución: ser independiente, inamovible, responsable y
únicamente sometido al imperio de la ley.
Estos principios, de forma
instintiva, los hemos asumido todos los ciudadanos. Y ya desde aquí empieza el
desconcierto. ¿Independencia? ¿Responsabilidad? ¿Imperio de la ley?
Antes de proseguir, permítanme
que recuerde que nuestra Constitución también habla de que “la justicia será
gratuita cuando así lo disponga la ley, y, en todo caso, respecto de quienes
acrediten insuficiencia de recursos para litigar”.
En este apartado baste recordar
el incremento de las tasas judiciales decretado por el ministro de Justicia,
Alberto Ruiz Gallardón. Son muchos los que han dicho que a partir de esa ley el
acceso a la justicia ya no es igual para todos.
Ya el barón de Montesquieu dijo,
allá por 1748, cuando publicó “El espíritu de la leyes” que el poder judicial
era de escasa importancia política en relación con los otros poderes. Pero
claro, eso fue hace mucho tiempo. Hoy las cosas han cambiado ¿verdad? Veamos algunos
ejemplos.
Hace pocos días, el Tribunal Constitucional avaló que su presidente pueda participar en la deliberación de
26 asuntos por los que le había recusado la Generalitat y el Parlament de
Cataluña.
Normal. ¿Qué hay de extraño? En
principio nada. Aunque tal vez se les olvidó tener en cuenta que no dijo que
era militante del Partido Popular –y no es ilegal, solo que no lo dijo y eso
significativo. Tampoco tuvieron en cuenta sus críticas públicas a las políticas
de los nacionalistas catalanes y entonces Francisco Pérez de los Cobos, que así
se llama, ¿va a ser independiente?
Casos como este nos
desconciertan.
Como ejemplo de incomprensión ciudadana
podemos poner el caso de las dietas de Caja Navarra. En él estaba involucrada
la presidente regional, Yolanda Barcina.
La causa fue archivada. El
Tribunal Supremo lo decidió y la jueza que lo llevaba no le quedó otro remido
que hacer lo mismo.
Todos vimos las informaciones
periodísticas. ¡No entendemos nada!
Tampoco somos capaces a
comprender lo que sucede con Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de
Castellón y del Partido Popular en esa provincia. Años y años de demora en sus
asuntos con los juzgados le persiguen. ¿Motivos de esta tardanza? Los
ciudadanos no los sabemos.
El proceso se le abrió en 2003 y
ahora los tres magistrados que, en mayo de 2012, quisieron anular la acusación
de cohecho contra Fabra, son los mismos que le juzgarán.
¿Ustedes lo entienden?
Estos días se sentenció el “caso Malaya”. Anda que no ha llovido ni nada. Los jóvenes ya ni se acuerdan de que
iba esto. Por resumir, podemos decir que de pelotazos urbanísticos a lo bestia
en Marbella.
Creo que este asunto ha tenido
cinco años de instrucción, dos años de juicio y trece meses de redacción.
La verdad es que la justicia
española no parece muy rápida. No señor.
Otro asuntillo que requirió su tiempo fue el “caso Palau”. Cuatro años
después de su inicio el juez ha dicho que Convergencia Democrática de Catalunya
se financió de forma irregular a través del Palau de la Música. Según el magistrado la constructora Ferrovial pagó 5,1 millones en comisiones al partido
nacionalista.
De momento no ha pasado nada. Ni
siquiera, nadie dimitió.
En Asturias el “caso Marea”
parece que lleva el mismo camino: largo y escabroso. Desde 2010 anda rodando.
Mientras, un exconsejero y una exdirectora general están procesados. 29
implicados. Esto tiene para rato.
También podríamos hablar de casode los ERE en Andalucía, que ya se está pareciendo a un serialón y lo que nos quedará en el caso Bárcenas, el caso Gürtel
o en el caso Urdangarín.
El caso Blesa otro que tal la
baila. Esto por mencionar algunos de los asuntos pendientes y que llevan su
tiempo deaumbulando por los pasillos de los juzgados.
Haciendo un repaso de estos
casos, viendo que los corruptos están casi todos en las calles, que se dilatan
en el tiempo y se pudren los asuntos, que el dinero y el poder político
atemperan la Justicia ¿habrá algo que cambiar?
Al final solo pedimos que sea
independiente, responsable y sometida al imperio de la Ley. ¡Ah¡ e igual para
todos, o lo más posible, tampoco tenemos que pasarnos.
Justicia e incomprensión social por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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