Diez años de investigación
judicial. Nueve meses de juicio. Tres
acusados. La vista oral costó millón y medio de euros. 2.000 kilómetros de costa y más de 1.000 playas contaminadas. Treinta millones de euros gastados
en un pleito fallido en Nueva York. Una factura de más de cuatro mil millones
de euros que nadie va a pagar. Un país indignado una vez más. Nadie es
responsable de nada.
Ya tienen suficientes pistas para
saber que me refiero a la sentencia del Prestige.
Los ciudadanos españoles nos
hemos quedado a cuadros. Nadie es responsable de una de las mayores tragedias medioambientales de España.
La verdad es qué estábamos
avisados. La sentencia iba a ser…como fue. No, no me las doy de adivino. Fue
público.Lo dejo claro Juan Luís Pía en el mes de julio de 2013. ¡Oigan! y no
es uno cualquiera. Para quien no lo recuerde: es el presidente del Tribunal que
enjuició el caso. Vamos, que sabía de lo que hablaba.
En pleno verano el magistrado ya
dijo que “es obvio que hay más gente implicada en el siniestro, tanto
responsables políticos como no políticos”. Ya puestos a decir, dijo: “faltó
mucha gente entre los acusados”. Fue aún más claro y entre los ausentes citó a
los “responsables políticos” de la gestión de la catástrofe y a los directivos
del “entorno del barco”. Para rematar mencionó, como el que no quiere la cosa,
que estas ausencias iban a influir en la sentencia.
El magistrado no quiso pillarse los dedos, y con toda la razón, y afirmó que el juicio era “desmesurado, un
sinsentido” además de carísimo, claro. Ya saben, un millón y medio de euros.
Ya puestos a clarificar, Juan
Luís Pía, repito que presidente del Tribunal que juzgó el caso, destacó que el
pleito fallido que el Gobierno español intentó en Estados Unidos “perjudicó enormemente”.
El coste de esta intentona, repito, fue de treinta millones de euros.
Estas declaraciones a la prensa
nos pasaron desapercibidas a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ahora no
valen lamentaciones. El juez avisó con tiempo.
A todo esto les recuerdo que hubo
tres acusados, jubilados los tres: el exdirector de la Marina Mercantes, el
capitán del Prestige y su jefe de máquinas. No hubo forma de sentar a la
empresa armadora ni a la firma que expidió el último certificado de
navegabilidad.
Todos nos acordamos de los
voluntarios limpiando las playas. Gentes de toda España se desplazaron a la
costa gallega para realizar una gran muestra de solidaridad. Mientras eso
sucedía, hubo quienes se dedicaron a otras cosas y dejaron frases para la historia.
No nos olvidamos como el
vicepresidente del Gobierno en aquellas fechas, don Mariano Rajoy, hablaba de
unos “hilillos de plastilina que ascienden verticalmente”.
Su jefe de filas, don José María
Aznar, también citó a los “hilos que salen del barco pero que quedan
inmediatamente solidificados”
Rajoy, que parece que en aquella
época hablaba más que hoy siendo presidente, aseguró que “no hay ningún peligro
de que la marea negra alcance a las Rías Bajas”. Pueden ustedes comprobar que
lo de este hombre no es de ahora, ya venía de lejos.
El siempre anecdótico don Miguel
Arias Cañete, por aquel entonces ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación,
nos ilustró con una de sus clarividencias: “la rápida intervención de las
autoridades alejando el barco de las costas ha permitido que no temamos una
catástrofe ecológica”.
¡Ah! tampoco nos olvidamos de que
Ana Botella salió con aquello de que la culpa era del barco.
El mejor de todos don Francisco
Álvarez Cascos, ministro de Fomento, estaba tan tranquilo que mientras el barco
se hundía él estaba de caza.
Bien, pues ninguno de estos
ilustres personajes dimitió en aquella época. Ninguno pidió disculpas por la
nefasta gestión que realizaron y ahora están más contentos que unas
castañuelas.
Los ciudadanos gallegos han
salido a la calle. Los españoles hemos alucinado una vez más y estos mentirosos
ahí siguen y encima se pavonean.
El desprestigio del Prestige by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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