Publicado en La Nueva España el 16 de septiembre de 2016
Todos
los días paso al lado de la estatua de Campomanes situada en el llamado parque
de Cabanín (Tineo), que de parque no tiene nada. La escultura, realizada por
Santarúa, el escultor candasín, es de grandes dimensiones y representa al conde
de Campomanes escribiendo sentado. La pluma “desapareció” hace tiempo por obra
y gracia de algún desaprensivo. Otra similar, de Amado González Hevia "Favila", está ubicada
en El Campillín (Oviedo).
La
inmensa mayoría de las personas saben que Jovellanos era de Gijón pero ¿qué el
conde de Campomanes nació en Sorriba, pueblo del concejo de Tineo? Me parece
que no tantos.
Pedro
Rodríguez Campomanes nació un 1 de julio de 1723 y es, sin duda, un gran
personaje de la Historia, no de Tineo, sino de España. Pues con todas y con
esa, es un gran desconocido para propios y extraños.
Con
esto no quiero decir que en el ámbito académico no se le haya prestado
atención, yo me refiero al conocimiento de su figura por parte de la población,
a imagen y semejanza del citado Jovellanos.
Su
pueblo natal, Sorriba, contaba según datos de Pascual Madoz a mediados del
siglo XIX con 50 vecinos, 203 almas; en la actualidad tiene 34 vecinos,
diecinueve mujeres y quince hombres.
La
vinculación de Campomanes con su pueblo fue muy escasa. A los siete años dejó
Sorriba para dirigirse a Santillana del Mar, dónde su tío era canónigo en la
Colegiata y allí realizó estudios. Tal vez, esta circunstancia unida a que no quedan
restos de su casa natal provocó ese desapego hacia su figura y obra.
En
el concejo de Tineo la Casa de Cultura de la villa lleva su nombre, una
asociación también, en su pueblo natal una pequeña exposición permanente y una
placa nos lo recuerda. De vez en cuando un concurso infantil o similar lo
rememora y ahí se acaba todo.
Campomanes
no es profeta en su tierra.
Los
cargos públicos que desempeñó, la cantidad de libros e informes que escribió
apabullan. Fue un hombre prolífico, un erudito y un reformador. Un breve
acercamiento a su biografía demuestra su relevancia a nivel nacional e incluso
la influencia que ejerció fuera de España.
No
voy a pormenorizar su vida y obra, pero sí quiero destacar que fue el motor de
cambios importantes. Afrontó transformaciones en la administración de la
justicia; en correos, regulando el flujo con las Indias; decretó el libre
comercio de cereales y comercio libre con América; inició el proceso de la ley
agraria; reorganizó los planes de estudio de las universidades; participó en la
fundación del Banco Nacional de San Carlos (antecedente del Banco de España);
redactó el fuero de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía y fue
el máximo impulsor de las Sociedades de Amigos del País.
Campomanes
fue un reformador, no un revolucionario. Nunca entró dentro de sus planes
alterar la sociedad estamental en la que vivía. Sus pretensiones estuvieron
encaminadas a fortalecer el poder real y con tal fin quiso mejorar España.
Fue
su regalismo el que le llevó a enfrentarse con la Iglesia. Así intentó limitar
los bienes de la Iglesia y en 1767 expulsó a los jesuitas de España, ya que se
les consideró responsables del denominado motín de Esquilache.
Estos
hechos seguro que no le granjearon mucha simpatía en la Iglesia y quién sabe,
tal vez se la guardaron. No creo que tuvieran mucho interés en que su figura
pasase a la Historia como el gran reformador que fue. Es más, hay quien afirmó
que Campomanes pretendió seguir la carrera eclesiástica, incluso que lo intentó
con los jesuitas y que fue rechazado, de ahí la persecución hacia estos.
Por
su parte la liberalización del comercio tampoco le sirvió para hacer amigos,
todo lo contrario. Asimismo, propugnó la abolición de los privilegios de la
Mesta pues los consideraba un anacronismo y un obstáculo al desarrollo agrario.
Quién
sabe si tanto enemigo le pasó factura.
Jovellanos,
por tantos y buenos motivos recordado, estaba en una línea política muy
parecida a la de Campomanes, ambos eran ilustrados.
Hay
quienes han visto algunas divergencias entre estos ilustres asturianos. Así Martínez
Roda, historiador y jurista, manifiesta que el gijonés era más moderado que el
de Sorriba en lo que afectaba a la Ley Agraria. Así recoge un párrafo de
Jovellanos en el Informe sobre el expediente de la Ley Agraria (1795): “Sea lo
que fuere de las antiguas instituciones, el clero goza ciertamente de su
propiedad con títulos justos y legítimos, y no puede mirar sin aflicción los
designios dirigidos a violar sus derechos”.
Prieto
Bances, al hablar de la posición de nuestros ilustrados manifiesta sus
divergencias, la de Campomanes y Jovellanos, en cuanto a la cuestión de los
arrendamientos. Así, para Prieto Bances “el liberalismo de Jovellanos pone a
las dos partes contratantes propietario y arrendatario, en un plan de igualdad,
no advierte que una parte es más débil que la otra, y que la caridad manda
proteger al débil”. “Campomanes, por un sentimiento cristiano o por
filantropía, considera justo dar la razón al arrendatario”.
Siguiendo,
nuevamente, a Prieto Bances este afirma que “Campomanes llevó a Jovellanos en 1778 a Madrid. Allí le abrió
las puertas de su casa, frecuentada por las principales personalidades de la
Corte, y le abrió también las puertas de las Academias y de los numerosos
centros propulsores de la reforma. Al mes escaso de su estancia en Madrid,
Jovellanos ingresaba en la Sociedad Patriótica, y en 1779 entraba en la
Academia de la Historia”.
A
pesar de sus diferencias, motivadas por la caída del conde de Cabarrús, su
relación se mantuvo hasta el punto de que Campomanes nombra albacea a Jovellanos.
Por su parte Jovellanos, en 1792, declaró en la Academia de la Historia que le
debía a Campomanes “cuanto era y cuanto tenía hasta en la opinión”.
Estudios
históricos sobre ambos hay muchos y muy buenos, están al alcance de todos en
las bibliotecas públicas asturianas.
Dos
grandes personajes de la Historia de España pero a los que el tiempo no ha
tratado igual. Campomanes pertenecía a una familia hidalga, más bien pobre, rural, alejada de los círculos de poder. Al
contrario que Jovellanos, perteneciente a una familia noble de Gijón, urbana, relacionada
con otros nobles y con el clero.
A
pesar de todo, Campomanes fue uno de los personajes clave de la Historia de
España y de su tiempo. Nació en un pequeño pueblo de Tineo: Sorriba.
El conde de Campomanes duerme en el olvido popular by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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