No saben donde ir. Todo es una
mierda. Muchos cadáveres se pudren en las aguas del Mediterráneo donde los
opulentos europeos nos bañamos. Se jugaron la vida para llegar a nuestra
despilfarradora sociedad y, a los que llegan, los recibimos con patadas en el
culo. Explotamos sus países, los esclavizamos con salarios de miseria, provocamos
guerras civiles, los utilizamos de cobayas. Huyen de toda la barbarie que les
engendramos y cuando llegan a nuestro solar patrio, les humillamos. Cubrimos
nuestras miserias mentales con racismo, xenofobia, odio, incomprensión,
desprecio. Nos deshumanizamos ante el televisor o, no se sí peor aún, soltamos
unas lágrimas de cocodrilo en las redes sociales y con eso tranquilizamos nuestras
conciencias. Somos unos putos hipócritas.
La emigración es un enorme
problema. ¡Qué carajo! La mayoría de los africanos que llegan a nuestras
fronteras huyen de la guerra, del hambre, de la miseria. No es un problema, es
cuestión de vida o muerte, para ellos, claro. Para nosotros son unas imágenes
que ya no nos hacen mella, que vemos a la hora de la comida o la cena y no nos
quitan el apetito.
Y yo ¿hago algo que merezca la
pena? ¡Qué cojones! ¡Nada! igual que la inmensa mayoría.
La parrafada viene a colación del
libro Yo voy, tú vas, él va de Jenny
Erpenbeck, traducción de Francesc Rovira.
El tema central es la emigración
africana en Alemania. No, el tema son las trabas que se les ponen a los
emigrantes para intentar construirse una vida en uno de los países más ricos
del mundo. ¿Realismo social? ¿protesta? ¿reivindicativa? ¿expiatoria? ¿Qué
clase de novela es? Ni idea, tampoco importa. Tal vez sea todo eso.
Un profesor universitario,
Richards, recién jubilado, se va
acercando a ese mundo que solo veía por televisión o en las plazas y calles de
Berlín.
El campamento de emigrantes de la
Oranienplatz – existió - es el arranque. La obra se apoya en la realidad. Habla
de un encierro, por ejemplo, de emigrantes en una escuela, pues bien, en 2014
unos cincuenta refugiados resistieron durante nueve días en el tejado de la
escuela vacía Gerhardt-Hauptmann al cerco policial. Al igual que en la novela
querían trasladarlos desde el centro de la ciudad a unos refugios lejanos.
La novela recoge la dura realidad
existencial que complementa con las trágicas vivencias de esos expatriados.
Richards, el protagonista, al
paso que toma conciencia de lo vivido por esas personas y el trato inhumano y
burocrático que reciben va adquiriendo más conciencia del problema y de sí mismo.
Esa masa anónima televisiva se concretan en nombres, países, guerras, muertes y
hacen que algo se remueva en su plácida existencia.
Al tiempo que de emigración trata
de otro de los problemas que nos aqueja en nuestra sociedad: la soledad. Esa
soledad física que sumerge en la tristeza y la amargura a muchas personas
mayores.
Tras ese aparente bienestar la
sociedad alemana esconde muchas imperfecciones e incluso frustraciones. No se
piensen que la nuestra, la española, es mejor. Es un problema que afecta a las
sociedades más desarrolladas del planeta. Tal vez, como se dice en asturiano ye que tamos bien refalfiaos.
Si desean ver la cuestión de la
emigración forzosa de otra manera lean este libro. No se preocupen, no les caerá la cara de vergüenza, se lo digo por experiencia propia.
Lo podrán encontrar en su
biblioteca pública o librería preferida.
Perdidos en la burocracia y el odio europeo by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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