Publicado en La Nueva España el 22 de octubre de 2019
Entro. Silencio. Miro a un lado, al otro, estoy solo. Siento
calor en el estómago. Avanzo. Resuenan mis
pisadas. Me meto en el estrecho pasillo. No siento ningún temor. La escena se
repite. No, no son iguales. Mis ojos los recorren con avidez. No puedo resistir
la tentación, comienzo a pasar mis dedos sobre ellos. Una pequeña
descarga me sacude. Cojo uno, lo miro, lo vuelvo a dejar. Mi mano tantea el
siguiente y, sin embargo, los ojos van más allá. Pasos, oigo pasos. Alguien se
acerca. Nos miramos. No nos decimos nada. Se va al otro pasillo. Escucho. Le
oigo pasar las hojas. Un golpetazo atruena en la sala casi vacía. Perdón.
Sonrío. No pasa nada. En un susurro ¿encuentras algo? No, todavía no. A un lado
y a otro sacamos, abrimos, cerramos los libros, los volvemos a colocar.
Parece que estamos en una competición. Me llega un suspiro. Acaba de encontrar
lo que necesita. Siento envidia. Prosigo mi búsqueda. No tengo prisa. No es
necesaria la prisa. Me paro en seco. Fijo la mirada. Lo cojo, leo un poco, paso
unas páginas, vuelvo a leer, lo acepto. Estoy seguro, este es. Salgo de la biblioteca
excitado, quiero llegar a casa y empezar a leerlo.
El placer al alcance de la mano. El placer está en las
bibliotecas públicas.
Placer al alcance de la mano by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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