La complejidad de la situación
que vivimos no está sólo motivada por la enfermedad. Las repercusiones
económicas y las disputas políticas contribuyen, de forma notable, a enrarecer
la vida en confinamiento. Para mayor inri ahí están las redes antisociales.
Reconozco mi incapacidad para
siquiera atisbar dónde está la verdad. La desinformación es la información de
cada día. Los bulos copan las redes hasta el punto de que periodistas poco
atentos se han tragado todo tipo de historias. Hay medios de comunicación que
son fábricas de rumorologías o directamente mentiras. De eso viven.
No alcanzo, en su plenitud, a
comprender a quienes benefician, aunque tengo sospechas bien fundadas.
La extrema derecha no se esconde
y a la vista de los ciudadanos mienten con total impunidad. Su desvergüenza les
lleva a utilizar cualquier argumento con el objetivo de desestabilizar y crear
confusión. El caos y el fango son los medios en los que se desenvuelven con
soltura. Ahí recogen los frutos, entre los desesperados, los irreflexivos o los
desalmados. En estos momentos están en su salsa. Su falta de empatía les hace
altamente tóxicos.
La derecha más democrática está
arrinconada. Los dirigentes del PP defienden posturas tan retrógradas que
apenas les diferencia de su extrema derecha. Según van pasando los días su crispación
va en aumento al igual que la agresividad de sus mensajes.
Los nacionalistas, por su parte,
a duras penas se contienen. El Covid-19 les ha cambiado el paso. Apenas les
queda espacio para colocar su cansino mensaje.
Unidas Podemos y el PSOE bastante
tienen con aguantar el tipo con la que está cayendo. Nunca nos habíamos
encontrado en una situación como la actual, afortunadamente, pero eso no es
óbice para justificar algunas de las actitudes que han tenido. Han transmitido
demasiadas dudas. Se han comportado, ambos, no como un gobierno si no como dos
entidades autónomas. El vedetismo sigue estando presente. Algunas decisiones
tardaron en llegar. Al igual que en el resto de los países han antepuesto la
economía, luego se han ido lavando la cara. El Gobierno no ha dado la cancha
suficiente a sus aliados temporales lo cual no ayuda. El parlamento y la prensa
han quedado relegados a mera comparsa durante demasiados días.
Todos los partidos tienen
bastante por lo que callar. Vistas las actitudes que mantienen a día de hoy
parece muy improbable que se pongan de acuerdo en algo que pueda contribuir a
ayudar a la sociedad en su conjunto. Ojalá maña tenga que retractarme de estas
palabras.
No les veo en disposición de
entablar un diálogo constructivo. Han antepuesto sus intereses partidistas al
colectivo. No están a la altura de las circunstancias. Cuando acceden al poder
mediocres ¿qué podemos esperar? Y me refiero a los dirigentes de cada uno de
los partidos. Por favor, hago un repaso mental de los cinco más votados y no
encuentro a eso que llaman un estadista, ni por asomo.
La economía va impregnando los
mensajes. El día después ocupa gran parte de los informativos lo que contribuye
a alimentar la preocupación. Es importante, desde luego, pero más lo es la vida
de las personas. Los aspectos económicos nos quedan muy lejos a los ciudadanos,
que solo sabemos de sus consecuencias. Los planes deberían llevar tiempo
elaborándose y a poder ser por amplio consenso. Y en todo esto no podemos
olvidarnos del papel de la Unión Europea.
Tendrían que plantearse
cuestiones fundamentales como beneficios, deslocalización empresarial,
salarios, fiscalidad progresiva, sector público.
Iluso de mí.
Hemos llegado al convencimiento
de que algo nuevo va a salir de este embrollo mortal en el que nos encontramos,
no estoy yo tan seguro. Me gustaría que así fuese. Creo que los servicios
públicos tendrían que salir reforzados y la responsabilidad llegar a las
instituciones y a la sociedad. Vana ilusión. La catarsis no se va a producir.
El individualismo y la voracidad volverán a campar a sus anchas. Es lo fácil.
Quiero ser optimista, soy un
optimista crítico, así que confiaré en que algo bueno aprenderemos. Por lo
pronto, y no es poco, estamos profundizando en el conocimiento de nosotros
mismos. Aunque, quien sabe, tal vez no.
Llevo veintiséis días confinado,
espero que al llegar al final podamos ver a unos dirigentes que piensan en
nosotros. Mientras tanto, ánimo.
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