Publicado en La Nueva España el 26 de abril de 2022
Está visto que el occidente
asturiano es un buen territorio para aprovechar sus recursos naturales, parecen
inagotables.
No es necesario remontarse a las
explotaciones auríferas romanas ni tampoco a las primeras del carbón. Desde la
década de los años 60 del siglo pasado la explotación sistemática de las minas
del carbón, especialmente en el suroccidente, abrió unas expectativas de empleo
como nunca tuvo la comarca. Aquellos tiempos acabaron y hoy el carbón es un
recuerdo al igual que la térmica de Soto de la Barca (Tineo) que lo consumía.
La explotación de los recursos
hídricos tiene largo recorrido. Ahí tenemos el embalse de Calabazos (Tineo) en
el río Narcea o los del Navia con los embalses de Salime, Doiras y Arbón. En
Navia la papelera bebe del agua de su río.
Más recientemente empezaron a
construir parques eólicos a lo largo y ancho de este enorme territorio. El
primero fue el de Pico Gallo (Tineo), ahora hay un montón y otro montonazo
están a la espera. Hay vecinos que vienen protestando tanto por el creciente
número cómo por la proximidad a los pueblos.
Últimamente también hemos oído
hablar de minicentrales en los ríos e incluso de las plantas de biomasa que
están muy bien para generar energía, pero que apenas tienen incidencia en el
empleo.
Han cerrado las minas de carbón
pero la fiebre minera ha regresado. Ahora los nuevos objetos de deseo son los
minerales que se utilizan en la producción de baterías de litio. El cobalto,
cobre, níquel, plomo y zinc despiertan la codicia disfrazada de interés general
y motor económico. Al parecer tienen
también echado el ojo a la zona de la Sierra del Aramo y de los Picos de
Europa. Bueno, al final pasará cómo con los eólicos que se han localizado
exclusivamente en el occidente.
Pero eso no es nada comparado con
la fiebre del oro. El oro deslumbra y ciega de avaricia.
En Carlés (Salas) y en Boinás
(Belmonte de Miranda) de momento no atan los perros con longanizas. Eso sí, en
Boinás va a quedar un socavón de cuidado. Cuando se vayan, que se irán, nos van
a dejar un buen pufo.
En el suroccidente están
realizando prospecciones para descubrir la rentabilidad de los filones, esos
mismos que ya conocían y explotaban los romanos.
Lo de Salave (Tapia de Casariego)
es tremendo. Una parte muy importante de los vecinos se niegan en rotundo a la
mina del oro. Creen, y estoy de acuerdo con ellos, que esa explotación
acarreará graves problemas al resto de los sectores económicos de la zona. Hace
pocas fechas se han manifestado nuevamente en su contra, da igual, el Gobierno
asturiano, de momento, no está dispuesto a frenar definitivamente ese proyecto.
Resulta muy curioso comprobar que
las empresas que quieren afuracar el
terruño asturiano en busca de oro son grupos multinacionales de Canadá, Reino
Unido e incluso chinos. No me extraña, en Asturias de minas se sabe muy poco.
Los alcaldes, no todos, ven en la
explotación de todos los recursos naturales una fuente de ingresos para las
arcas municipales y eso les hace bailar. Los ciudadanos vemos como generan
pingües beneficios pero escasos puestos de trabajo.
Visto lo visto, tengo la
sensación de que valen más los recursos naturales del occidente que sus
ciudadanos.
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