Una
de las cuestiones que más cabrea a los ciudadanos de este país es el de la
corrupción. La mayoría de los partidos políticos están hasta el cuello de
corruptos, unos más que otros. La sensación ciudadana es que se trata de un
problema generalizado, enquistado en los partidos y en la sociedad. ¿Es verdad?
Joaquim Bosch, magistrado, realiza una disección del fenómeno de la corrupción
en España en su libro La patria en la cartera.
El
ensayo tiene como fuentes multitud de sentencias judiciales firmes así como una
amplia bibliografía, estudios realizados
por historiadores y otros expertos de reconocida solvencia, de dieciocho
páginas. El autor recurre también a informes de organismos españoles e internacionales
independientes. Joaquin Bosch ofrece datos e informaciones contrastadas, no da
cabida a la conjetura.
El
libro, de 461 páginas, parte de la corrupción sistémica del Estado franquista
que abarcaba todos los ámbitos de la sociedad. La llegada de la democracia no
supuso el freno a esas prácticas ilegales que tanto daño hacen al país.
Hay
cuestiones que están demostradas y que son indiscutibles, a pesar del
negacionismo de un sector de la población que vive anclada en el pasado
franquista o bien que desconoce su historia. Las prácticas corruptas
enriquecieron a Franco, a su familia y cargos políticos importantes, así como a
militares y a quienes apoyaron el golpe de Estado de 1936.
La
dictadura franquista fue un régimen clientelar corrupto que repartió bienes,
servicios públicos y puestos administrativos entre los seguidores del régimen.
Joaquin
Bosch hace un repaso a algunos de los casos más destacados de la connivencia
entre el régimen franquista y las empresas, muchas de las cuales llegaron a
nuestros días y otras se fusionaron tomando nueva denominación. Los mismos
lobos con piel de cordero. Les aseguro que la relación encabrona.
En
palabras del autor «se normalizó de manera amplia que al poder se le debía
pagar el preceptivo peaje y que el trato de favor era la regla general» (pág.
106).
Tras
esa exposición de los orígenes recientes del fenómeno corrupción surge la
pregunta ¿por qué en la Transición no se puso fin a las prácticas corruptas de
la dictadura? El magistrado Bosch realiza un repaso a lo sucedido en aquellos
años.
La
Transición no fue una etapa idílica, cargada de buenas voluntades y tan bonita
como la pintan. Al contrario, hubo mucho miedo y muertos, muchos muertos, por
violencia política. Entre 1975, muerte de Franco, y 1982, llegada al poder del PSOE, más de 700 personas murieron a
causa de esa violencia política. No se crean que todas fueron causadas por ETA,
que asesinó a 376 personas en ese período. Por actuaciones policiales y órganos
estatales murieron 178 ciudadanos y la extrema derecha mató a 67 ciudadanos.
La
Transición tampoco fue un pacto entre iguales. La transformación política fue
dirigida por destacados ex dirigentes del franquismo y los recién incorporados
a la política española sabían que tenían en frente a unos contrincantes que
jugaban con las cartas marcadas.
Pero
estos, los políticos, no fueron los únicos actores. No debemos olvidar que las
grandes empresas españolas, engordadas por el franquismo, querían seguir
creciendo y para ello era imprescindible acercarse a Europa a todos los
niveles.
Es
necesario reiterar, para comprender, que la sociedad de la Transición estaba
condicionada por el recuerdo de la Guerra Civil y la posterior represión
franquista. A quienes tuvieron la
«veleidad» de olvidar el pasado reciente, en aquel momento, se lo recordó el
intento de golpe de Estado del 23 F, en 1981, que no fue la única intentona ni
mucho menos.
Bosch
recoge la opinión de Ignacio Sánchez-Cuenca quien afirma que los altos cargos
del franquismo se organizaron para asegurarse espacios influyentes en el nuevo
sistema político. En este mismo sentido abunda el autor cuando nos ofrece los
siguientes datos: «de los cincuenta últimos ministros de Franco, la mitad
continuaron en cargos políticos en la democracia; cerca de la otra mitad
pasaron a ocupar puestos directivos en las principales empresas del país. Las
Cortes democráticas constituidas tras las elecciones de junio de 1977 contaban
con 110 parlamentarios que habían sido procuradores u otros cargos relevantes
del franquismo» (págs. 134-135).
A
estas alturas creo que todos sabemos, o deberíamos saber, que en la Transición
hubo un pacto no escrito de silencio sobre las actuaciones de los dirigentes
del franquismo e incluso se les lavó la cara a muchos de ellos. Fue un acuerdo
entre las elítes políticas sin debate y participación de los ciudadanos.
Desde
luego se dejó de lado la exigencia de responsabilidades políticas por la
corrupción. Eso supuso la permanencia de aquellas prácticas en las
institucciones democráticas.
La
falta de controles desembocó en el aprovechamiento por parte de los partidos
para financiarse vía corrupción. No faltaron, desde luego, individuos que se
enriquecieron con sus prácticas corruptas. No se salva ni el PSOE, PP o IU,
como tampoco los nacionalistas encabezados por CDC, sin salvar al PNV, tan
puros ellos.
La
Ley de Asociaciones Políticas de 1976 prohibía expresamente la financiación
extranjera, se ignoró. Con la aprobación de un nuevo Código Penal en 1995 se
creó la Fiscalía Anticorrupción, pero el delito de financiación ilegal de los
partidos políticos no entró en vigor hasta 2015. Creo que no hacen falta
comentarios.
La
legislación urbanística liberalizó el suelo y con ella el dinero corrió a
raudales. Ahí los corruptos se hincharon de dinero. Las recalificaciones de
suelo como urbanizable ha sido uno de los epicentros de la corrupción.
La
relación de casos que se enumera, sin ser todos ni mucho menos, ocupa unas
cuantas páginas y cabrea un montón. Son de todos conocidos y muchos siguen aún
sin juzgar.
Joaquín
Bosch considera que la ausencia de una profesionalización de los cargos
directivos en la Administración conduce a una falta de controles internos. En
España hay miles de altos cargos designados por el Gobierno de turno. Considera
el autor que es muy importante separar la política y la gestión pública. Las
decesiones deben ser políticas, pero la ejecución de las políticas públicas
tienen que realizarla profesionales cualificados. En este sentido podemos
recordar la ingente cantidad de políticos sin cualificación que dirigieron
Cajas de Ahorros y el resultado.
A
esa ingente cantidad de cargos a dedo hay que sumar la proliferación de
sociedades estatales, autonómicas o locales de gestión de bienes públicos en
las cuales se han producido muchas irregularidades por la falta de controles.
No
contribuye al saneamiento de los partidos políticos la existencia de
candidaturas electorales cerradas y bloqueadas. Los partidos siguen incluyendo
en sus listas electorales a personas indignas de ocupar un cargo público. Lo de
castigar a un partido político por los casos de corrupción generados en su seno
no se ha producido por lo que podemos decir que los ciudadanos tenemos más
responsabilidad de la que queremos asumir.
Despotricamos
contra las puertas giratorias, pero al final los ciudadanos miramos para otro
lado y nos conformamos con soltar exabruptos en las redes sociales. Sabemos que
las empresas contratan a ex políticos con enormes salarios, no por sus
conocimientos sino por sus contactos. Igualmente hemos aceptado como normal,
que desde luego no lo es, los sobrecostes en las obras públicas tras los que se
esconden irregularidades o directamente ilegalidades o corrupción pura y dura.
Los
órganos judiciales son analizados. Falta de medios, métodos de trabajo lentos y
unas cúpulas judiciales muy politizadas no contribuyen a mejorar la
situación.
Resumiendo,
podemos decir que la corrupción en España está motivada por la ausencia de
controles en la contratación pública, por la financiación de los partidos
políticos y la lentitud de la justicia, sin olvidar la avaricia personal.
Hasta
aquí un bosquejo de lo que pueden encontrar en
La patria en la cartera. Se lo recomiento. Les cabreará, pero
aclarará causas, consecuencias y soluciones al problema de la corrupción en
España. Queda claro que se trata de un problema sistémico que está incrustado
en la política y que afecta a toda la sociedad.
Comentario para Cadena Ser Occidente 17 enero 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario