Las ciudades han evolucinado a lo largo de la
Historia, pero no voy a explicar sus cambios. Hasta hace unos años, al menos en
España, las ciudades albergaban los centros administrativos-burocráticos, el
poder político, en el caso de ser capitales, y el poder económico. En
contraposición al mundo rural hoy acogen a cientos de miles o millones de
habitantes en un espacio abigarrado urbanísticamente en el que predominan los
edificios en altura. Pero las ciudades han cambiado y además de lo anterior son
centros de ocio, consumo y cultura. Esta tríada provoca cambios sustanciales en
la conformación de las ciudades a todos los niveles, sociales, económicos o
urbanísticos.
Las ciudades son un mercado de valor más y de
esas cuestiones nos habla Jorge Dioni López en su ensayo El malestar de las
ciudades.
Los centros de las ciudades eran espacios
dejados de la mano de los hombres. Casas ruinosas, suciedad por doquier, bares
cutres, prostitución, lumpemproletariado eran sus señas de identidad. Pero las
cosas cambiaron, vaya que sí. Hoy son, nunca mejor dicho, el centro de las
urbes, al menos el turístico y de ocio, especialmente el gastronómico. Estas
circunstancias trajeron consigo un remozado de los edificios cuyo precio se ha
disparado. Los antiguos moradores se han visto desplazados hacia la periferia y
los pequeños comercios han sido sustituidos por franquicias.
Jorge Dioni deja claro que las ciudades son
un producto del mercado manejado por grupos financieros, constructores o bancos
que configuran el espacio de las ciudades. Los políticos elaboran leyes que
favorecen los intereses de esos grupos económicos. Las decisiones de
crecimiento no son políticas, están diseñadas y planificadas fuera de la
política por aquellos que tienen un único valor, el que proporciona el dinero.
Las ciudades absorben ingentes cantidades de
personas que emigran hacia ellas en busca de más oportunidades, pero también
para disfrutar de todo lo que ofrecen. De esos deseos y esperanzas surgen las
frustraciones por no poder cumplir sus anhelos. La compra de una vivienda en la
zona centro es imposible para la mayoría de las personas, los alquileres están
por las nubes ya que han proliferado como hongos los pisos turísticos,
muchísimo más rentables. Salir de fiesta por esos lugares resulta carísimo ya
que están destinados a los turistas que son más alegres a la hora de gastar, ya
saben, las vacaciones son para disfrutar así que ¡fiesta!
Para llegar a esta situación previamente se
han producido unos cambios de mentalidad derivados de la implantación de
políticas neoliberales. La repetición constante de determinados mantras
liberales han calado en las sociedades más avanzadas que han acabado
anteponiendo al individuo por encima de la sociedad. Eso significa, dicho sin
tapujos, apáñatelas como puedas.
El autor afirma que «la ciudad neoliberal es
un modelo e incluye fenómenos diversos, como las zonas privatizadas, los
distritos de negocios o los centros comerciales» (pág. 54). Realiza una
afirmación con la que estoy de acuerdo: «Dejamos de ser sociedad y pasamos a
ser individuos, cuya relación con la realidad también es mercantil. En otras
palabras, somos productos que deben competir» (pág. 55)
La desinformación ha desbancado a la
información. Los debates carecen de valor, lo relevante es el enfrentamiento
entre personas, que no pretende otra cosa más que exacerbar el individualismo.
Todo conduce al mismo fin.
En el camino neoliberal Jorge Dioni incide en
las privatizaciones, que siempre se disfrazan de modernidad y un paso adelante.
Por favor, en estos momentos piensen en la antigua Telefónica, las cajas de
ahorros, Repsol, Tabacalera, Gas Natural o Red Eléctrica empresas que fueron
públicas y nos contaron la milonga de
que eran un lastre para el Estado. Las
«regalaron» y hoy son poderosas empresas que general beneficios
multimillonarios. Habrá quienes digan que esos es por estar privatizadas, que
el Estado es un mal gestor. ¿Ustedes se creen que una empresa ruinosa se puede
convertir en solvente por arte de magia? Les salieron regaladas y cuando fue
necesario papá Estado vino en su ayuda. No nos dejemos engañar. También está
esa otra milonga de la colaboración publico-privada. Los gobiernos ponen el
dinero, la gestión la dejan en manos privadas y los beneficios desde luego no
son para el Estado. Piensen, por ejemplo, en muchos de los hospitales de
Madrid. La comunidad madrileña los construye y deja la «explotación» en manos
de grandes grupos financieros que se dedican a exprimir la sanidad pública.
Los liberales tienen abiertos muchos frentes,
en todos ellos van ganando. Uno muy especial es el de los impuestos de los que
también se habla en El malestar de las ciudades. Hasta los ciudadanos
con menos ingresos exigen al Estado menos impuestos a la par que más servicios
públicos. Si hablamos de los impuestos de sucesiones sucede más de lo mismo.
Los que menos van a heredar, por lo que no van a tener que contribuir, defienden
con ardor la desaparición de ese impuesto que beneficia a las familias más ricas.
Hablan de doble imposición, que ya han pagado sus impuestos y no es así. Los
impuestos, incluidos los de sucesiones y patrimonio, los pagan las personas.
El autor se extiende en los cambios
producidos en Bilbao y su plan de recuperación, el denominado Bilbao Ría 2000,
que con posterioridad intentaron imitar muchas ciudades españolas. La apuesta
vasca fue muy importante y para ello dedicaron mucho dinero y la transformación
de la ciudad se produjo a lo largo de varios años. Hubo un consenso entre todas
las partes para definir el modelo de ciudad que querían. Tenían muy claro que
la industria debería seguir ocupando un papel importante y apostaron por ella. El
Guggenheim fue el buque insignia pero hubo mucho más.
La Barcelona olímpica también tiene su
espacio.
Quiero terminar con un amplio párrafo de
Jorge Dioni que creo puede ser resumen de lo que pueden encontrarse en El malestar de las ciudades: «El
modelo de gestión urbana neoliberal se basa en valorizar, monetizar,
privatizar. La presencia de los fondos, el sobreturismo o la gentrificación son
partes de un modelo, lo mismo que las grandes explotaciones agrarias o los
centros comerciales. Nada se libra. Las plazas se quedan sin árboles porque
deben albergar terrazas y la mitad de las playas pueden privatizarse a través
de concesiones. Se privatiza el cuidado de las personas, la limpieza de las
calles, los comedores escolares, la práctica del deporte, los lugares de
encuentro, la luz o el agua. Se externalizan los laboratorios de análisis o el
servicio de atención. La formación universitaria firma convenios donde el
sector privado rentabiliza la investigación y traslada sus necesidades
laborales. Todo debe convertirse en producto. El resultado es irrelevante
porque el objetivo es crear valor privado y cambiar la mentalidad social»
(págs. 66-67). Más claro imposible.
Les recomiendo El malestar de las ciudades
de Jorge Dioni López, aclara muchas cuestiones.
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