En un acto de autoflagelación compré Todos
lo sabían : Juan Carlos I y el silencio cómplice del poder de José
García Abad, es más, lo leí. ¡Hay que tener ganas! Oigan, es una ironía.
Hace doce años el rey Juan Carlos sufrió un
accidente mientras cazaba en Botsuana y a partir de ese momento parece que
algunos se empezaron a enterar como se las gastaba el «soberano». Luego vendría
la abdicación y con posterioridad la desbanda a Abu Dabi en agosto de 2020. Se
hicieron públicas sus deudas con Hacienda, parte de su patrimonio, sus amoríos
y una larga retahíla de chanchullos.
Juan Carlos reúne en su persona, según dicen,
las características borbónicas, a saber, le gusta el dinero, la comida, la bebida y el sexo. ¿A
quién no? podrán decir. A los Borbones se les imputan apetitos desmesurados y
Juan Carlos parece que no se alejaba de esos usos y costumbres.
¿Las actividades del monarca eran
desconocidas? En absoluto, así lo afirma José García Abad. El autor hace
hincapié en los dirigentes políticos y algunos periodistas, se queda corto. Las
personas un poco informadas sabían desde hace muchísimos años de las andanzas
del Rey, tanto en su faceta de comisionista como de mujeriego. Se insinuaba en
noticias periodísticas, siempre con la boca, la letra, pequeña y sin
destacarlo. Desde Madrid llegaban a provincias informaciones y chascarrillos
varios que con el paso del tiempo se demostraron como verdaderos. Les estoy
hablando de la década de los ochenta del siglo pasado, miren si llovió desde
entonces.
En Todos lo sabían el autor afirma que
tanto Felipe González y Aznar sabían de sus tropelías y callaron. No eran los
únicos. Muchos empresarios fueron colaboradores de sus affairs, a los
cuales el emérito no tenía problemas en sablear. El ejemplo más claro, del que
nadie se pareció sorprender, fue el del yate que pagaron los empresarios
baleares para disfrute del Rey, familia y amigotes.
Las relaciones entre Aznar y Juan Carlos
nunca fueron buenas. Aznar, al igual que Iznogud el visir, quería ser califa en
lugar del califa. Se decía que a Jose Mari no le importaría ser presidente de
una república.
Las correrías del Borbón han supuesto mucho
dinero a los ciudadanos. Los silencios de sus amantes se conseguían con la
generosidad del erario público. Las correrías reales eran tan descaradas que
tenía que intervenir el servicio secreto para tapar y acallar voces. Su lío con
Corinna Larsen era público desde hace tiempo, al igual que su relación con
Marta Gayá. Lo de las folclóricas era vox populi.
Lo de las mordidas también era público. En el
caso de la construcción del AVE a La Meca la mordida real fue, al menos, de 64
millones de euros. Juan Carlos era un pedigüeño y no dudaba en pedir dinero,
sobre todo en sus primeros años como Rey, a sus pares.
De todas estas cosas se habla en el libro,
pero ya eran conocidas.
José García habla de las amistades peligrosas
del monarca. Personajes turbios como Mario Conde, Manuel Prado y Colón de
Carvajal o Javier de la Rosa, entre otros, eran sus colegas en los negocios y
ya sabemos como acabaron, los tres en prisión.
El autor dedica unas páginas a la política y
la justicia. Asimismo, de forma laudatoria, habla del despido de Sabino Fernández Campo, que fuera
secretario y Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey durante dieciséis años.
Según el autor su salida fue motivada por la influencia que ejerció sobre el
monarca Mario Conde. Sabino Fernández era el Pepito Grillo de Juan Carlos y eso
no gustaba a quienes querían sacar tajada de su relación con el Rey.
El autor reconoce que sufrió presiones para
que no publicara la biografía de Sabino Fernández y que llegó a modificar parte
del texto. Admite que le censuraron, desde la Casa Real, el asunto de Marta
Gayá. Es diáfano cuando afirma «No está mal contar todas estas cosas ahora,
después de treinta años de silencio, y no está mal porque ya nos vamos
muriendo».
José García dedica un apartado a comentar el
libro de Manuel Soriano Sabino Fernández Campo. La sombra del rey.
También recoge las opiniones de varios historiadores que responden a la
pregunta ¿la historia le absolverá?, así como el Decreto de abdicación
del Rey, el discurso de Alfredo Pérez Rubalcaba en el debate de la abdicación
del Rey y el discurso de proclamación como Rey de Felipe VI.
La narración es muy contenida a pesar de lo
que cuenta, la mayoría ya conocido. Tuve la sensación que la institución
monárquica le impone respeto.
Hubo un silencio cómplice por parte de los
políticos, de todos los partidos, y los medios de comunicación. Todos son
cómplices del silencio y edulcuración de la figura de Juan Carlos I. Desde esos
sectores se transmitió una imagen distinta a la real. La democracia no fue cosa
del Rey Juan Carlos. Interesaba que España entrara en la OTAN, que fuera una
democracia y para ello Estados Unidos, Alemania, Suecia y otros países
presionaron para ello. Al Rey no le quedó otro remedio si quería reinar. Su
papel, el del Rey, en el 23 F sigue siendo más que dudoso. Los documentos y
grabaciones de aquel momento siguen bajo secreto. No podemos olvidar que Juan
Carlos fue designado Rey por Franco. La Transición, realizada con mucho miedo
por parte de los ciudadanos, cerró en falso la dictadura, aún hoy no lo hizo.
Hubo una campaña de ensalzamiento de la figura real que no ha soportado el paso
del tiempo.
El Rey Juan Carlos, al igual que todos los
Borbones hasta ahora, solo han pensado en permanecer en el trono y
enriquecerse.
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