La Constitución deja muy claro que España es
un país aconfesional. En su Título I, artículo 16 dice que «Ninguna confesión
tendrá carácter estatal». Aclarado esto, habría que recordar lo evidente, las
prácticas religiosas son algo que afecta a la esfera privada de los ciudadanos
y los cargos públicos no deberían participar, a título de tales, en actos o
manifestaciones religiosas. Este «principio» es de una sencillez que me da
vergüenza manifestarlo en público. La reciprocidad debería darse del otro lado y
desde los púlpitos no deberían realizarse manifestaciones políticas. La
jerarquía católica española siempre se ha inmiscuido en la política, sigue
haciéndolo, a pesar de negarlo una y otra vez. Hasta los curas de los pueblos
más pequeños aprovechan la misa del domingo para arengar a los ciudadanos con
propuestas o críticas políticas. Es fácil de comprobar.
En Asturias acapara las cabeceras de los
medios de comunicación, año tras año, las declaraciones del arzobispo de
Oviedo, Jesús Sanz Montes, en la misa que celebra en Covadonga en la que
aprovecha para despacharse a gusto en política, por mucho que lo niegue ahí
están las hemerotecas. ¿Tiene derecho a hacerlo? La libertad de expresión se lo
permite, pero dado su «trabajo» debería demostrar respeto a la sociedad civil y
desde el púlpito no debería hacer proselitismo político, que por cierto siempre
tira para la derecha más rancia.
Desde el momento en que Sanz Montes hace esas
declaraciones se expone a la crítica por parte de cualquier ciudadano, sea o no
católico.
Jesús Sanz dijo que «Aquí no hablamos de
indultos, de cupos, de amnistías, de impuestos turísticos, ni de los bulos de
los que quieren gobernarnos por bulerías». Sanz Montes demuestra tener sentido
del humor, claro que sí.
Aprovechó la ocasión para hacer un pequeño
repaso de los méritos académicos que tiene en contraposición a otros u otras,
sin dar nombres, pero Asturias es un pañuelo y todo se sabe.
Como cura que es apela a las bienaventuranzas
para sustentar sus palabras. La Real Academia nos dice, en su tercera acepción,
que una bienaventuranza significa también «prosperidad o felicidad humana».
Por eso felices sean las mujeres que deciden
no traer una vida al mundo por razones que las incumben solo a ellas. Descansen
felices aquellos enfermos terminales que deciden morir con dignidad ante
enfermedades despiadadas. Que alcancen la prosperidad aquellos que son
marginados por un sistema económico injusto y cruel. Que la violencia,
especialmente las que sufren las mujeres, no les impida desarrollarse como
personas y alcanzar la felicidad. Ya que tenemos la suerte de vivir en un país
libre, con un grado de seguridad muy elevado, podamos alcanzar la felicidad.
Nosotros que amamos la verdad maldecimos a aquellos que mienten y vierten bulos
y nunca son puestos en la picota del púlpito. A las familias, a todas ellas,
les deseamos prosperidad y felicidad a raudales. A todas esas personas que se
aman por encima de cualquier convención social en las que solo cuenta el amor
entre personas, tengan o no hijos, y que nadie les puede negar ser una familia,
les deseamos felicidad.
Suerte y prosperidad para quienes respetando
las tradiciones las superan para hacer una vida mejor para todos y apoyan
agendas que conducen a ello, se oponen a postulados intransigentes y
retrógrados que pretenden hacer retroceder los derechos sociales e individuales
conseguidos nunca suponen imposición alguna.
Nos alegramos que cada día son más quienes se
oponen a los ignorantes científicos que niegan el cambio climático o lo
ridiculizan.
Quienes hablan de igualdad entre hombres y
mujeres y se oponen a que en su ámbito las mujeres queden relegadas a meras
comparsas y hablan con desprecio de lo que definen como «feminismo emponderado
y excluyente que impone su dictadura de género».
Bienaventurados los librepensadores.
Bienaventuradas la mujeres que luchan por la igualdad. Bienaventuradas las
personas que aman sin importar a quien. Bienaventurados los que se oponen a ser
manipulados en nombre de algún dios.
Jesús Sanz Montes hace política desde el
púlpito y lo hace desde posturas ideológicas ancladas en el tiempo y que lo
único que hacen es poner trabas al desarrollo personal y social.
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