La tragedia de Valencia además de muertos,
desolación y tristeza infinita para quienes lo han perdido todo arrastró y sacó
a la luz la vileza en unos políticos sin un ápice de humanidad.
Los responsables de alertar a la población
han demostrado una incompetencia mortal. No hicieron caso de las alarmas que
les enviaron insistentemente los técnicos. Hubo quien reconoció no conocer como
se podría haber avisado a los ciudadanos del peligro que corrían, a pesar de
ser competencia suya por el cargo que ocupaba.
Hemos asistido a la negligencia letal de la
máxima autoridad de esa comunidad y como fue culpando a todos los organismos de
no haber cumplido con su trabajo. No importa que los datos hayan demostrado su
nefasta incompetencia. Siendo conocedor, o debería serlo, de la alarma
existente siguió adelante con la comida programada con una periodista para
ofrecerle la dirección de la televisión autonómica. Durante horas estuvo
incomunicado. El secretismo que mantuvo inicialmente así como los cambios del
relato han llevado a sospechar de esa comida. Imagino que las explicaciones que
tuvo que dar en su casa fueron arduas.
Tras unos momentos iniciales de sintonía
entre las administraciones, al tercer día el presidente valenciano declaró la
guerra, junto a sus jefes de Madrid, al gobierno central. No dejaron títere con
cabeza. Hicieron casus belli del nombramiento para la vicepresidencia de
la Comisión Europea de Competencia y Transición Verde ofreciendo una imagen
patética a la vez que pusieron en juego la puesta en marcha de la nueva
Comisión Europea. Al final, una vez más, se quedaron solos demostrando su
impericia, falta de conocimientos del funcionamiento de la Unión Europea y del
nulo peso político que tienen.
Si esto es grave no menos lo fueron las
formas utilizadas tanto en el parlamento español como en el europeo. Destilaron
odio en las formas y en el contenido. Así entienden la política, inculcando
rencor y dividiendo a la población. Ensucian lo que tocan.
Hemos asistido, y lo que nos quedará por ver,
a una puesta en escena por parte de la oposición tan deshumanizada que me
asusta. Cuando me refiero a este tipo de comportamientos de esta derecha
extrema suelo decir que no tienen pudor ni vergüenza a lo que suman una osadía,
no diré kamikaze, ya que ellos siempre se van de rositas, pero sí aniquiladora.
No tienen inconveniente en llevarse por delante la convivencia y la verdad. La
actitud, los mensajes del líder gallego me sorprenden por su simpleza cargada de
maldad y poco, por no decir ningún, juicio. Resulta patético.
A estas alturas conocemos muchas de las
actuaciones, o mejor dicho inacciones, y espero que algún día tengan
consecuencias penales ya que políticas no las va a tener.
Por su parte el gobierno central, a la vista
de la inoperancia de las autoridades autonómicas, tenía que haber dado un paso
al frente. No se me olvidó lo que dijeron e hicieron desde la extrema derecha y
la derecha extrema cuando se declaró el estado de alarma durante la pandemia
del COVID-19. Es curioso que en el primer momento el líder de la oposición
exigiese al gobierno español que encabezase le reconstrucción en Valencia,
dejando en muy mal lugar a su presidente autonómico. Al día siguiente se dieron cuenta de lo que
había propuesto y no les quedó otro remedio que cargar contra todos. No es la
primer vez que ese hombre mete en un lío tremendo a su partido. Es un botarate.
Las horas previas a las trombas de agua
caídas eran fundamentales para salvar vidas y a pesar de estar la información
en las redes sociales, de las alertas dadas por los medios de comunicación, no
fueron suficientes para alarmar a la población y es en ese momento cuando
alguien tenía que haber alertado a la ciudadanía. Repito, no cabe duda alguna
de quienes tienen la responsabilidad legal en casos de alarma de avisar a la
población, las autoridades autonómicas, pero ante la desidia de estas el
gobierno central tenía que haber sido más explícito y firme.
Han muerto muchas personas, muchos bienes se
han perdidos y ahora la derecha extrema está construyendo un relato para
exonerar de sus responsabilidades al inepto del presidente valenciano, o en su
caso difuminarlas o repartirlas.
Es muy triste comprobar el desconocimiento
del funcionamiento administrativo político de España y ver como las mentiras y
bulos van dejando un poso que se convierte rápidamente en fango.
Entre las últimas actuaciones, para poner
vendas en los ojos, el presidente de la Comunidad Valenciana nombra a un
militar como encargado de la reconstrucción. Sin negar los méritos de ese señor
con su nombramiento se está dando una imagen muy mala de la capacidad de la
clase política, al menos en la derecha extrema.
Tras las guerras, los desastres naturales,
llega la reconstrucción y en esos momentos el dinero corre a raudales con
escasos controles. Los desalmados se aprovechan del caos y las necesidades
apremiantes para hacer magníficos negocios. Hemos visto como entre los
escombros, con personas desaparecidas, seres abyectos se dedicaban a robar.
Empresas de «amiguitos del alma» obtendrán, ya lo están haciendo, contratos muy
suculentos. Para eso están los amigos.
Desde todos los puntos de España se han
enviado miles de toneladas de alimentos y eso me causa inquietud, no por los
actos solidarios, faltaría más, si no por los miserables que siempre se
aprovechan de las desgracias.
De esta fatalidad tampoco saldremos mejores.
Seguirán construyendo en las zonas colindantes con los barrancos; no se tomarán
medidas de mejoras de los cauces; las ayudas, con las prisas, acabarán
beneficiando a unos más que a otros; tengo dudas que los ciudadanos pasen la
factura electoral a quienes fueron los máximos responsables de la hecatombe…
No soy muy optimista. El encrespamiento
social, la confusión creada con maldad, la mala memoria colectiva hará que en
unos meses pasemos a otras cosas. Fuera de los afectados quedará un vago
recuerdo de lo sucedido y algunos voluntarios tendrán motivo de conversación
para mucho ttiempo.
Espero que lo más pronto posible, aunque
nunca lo van a olvidar, los damnificados consigan algo de paz y que no los
dejen tirados.
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