No les han concedido ninguna estrella
Michelín, ni han estado en The World’s 50 Best Restaurants, tampoco lo han
pretendido.
Por lo general hablamos de restaurantes con
muchas estrellas o premios y dejamos de lado a esos restaurantes modestos que
sirven menús del día. No nos equivoquemos, casi se podría decir que cumplen una
función social, ofrecen comidas caseras a precios razonables. En ellos reponen
energías obreros, gentes de paso o vecinos de la localidad que buscan ese trato
familiar donde saben que lo que van a comer no saldrá en Instagram, pero que
sin duda tiene el sabor de casa. Son restaurantes familiares en los que ante
todo buscan dar de comer con buenos productos, sin florituras, pero cocinados
con dignidad, mucha dignidad, donde además la relación calidad precio es buena.
Hablo, por ejemplo, del Bar Tineo que a pesar
de no estar incluido en ninguna lista de reconocimiento gastronómico sí que lo
tiene de los clientes. El pasado día 5 de julio hizo 37 años que los actuales
propietarios se hicieron cargo de este bar, antes llamado La Madreñona. Ellos
son Celestina Francos Fernández (La Espina, Salas) y su marido Ángel Prieto
Fernández (Orderias, Tineo).
Cuando Ángel dejó de trabajar en La
Mantequera de Tineo, las razones no vienen al caso, tuvieron que plantearse su
futuro. La idea de abrir un bar ya la tenían, pero a partir de ese momento se
convirtió en certeza. Ángel, siendo un niño, nueve o diez años, ayudaba cuando
podía en La Madreñona, al retirarse la propietaria se les presentó la
oportunidad, y ahí están, el próximo 31 de julio se retiran.
Sabían lo que querían y que sería duro, no se
desanimaron, todo lo contrario, a pesar de que fue un salto al vacío. No tenían
experiencia previa así que a base de prueba-error fueron aprendiendo. Eso sí,
estaban de acuerdo en ofrecer un servicio del que no tuvieran que avergonzarse.
Además de la cocina tuvieron que aprender a calcular las compras necesarias,
cosa nada fácil. Con el paso del tiempo y lo aprendido ven aquellos tiempos con
un poco de nostalgia.
No olvidan que al entrar tuvieron que hacer
frente a muchas reparaciones en el bar, el tiempo no le había tratado bien. No perdieron la ilusión.
En la actualidad dan una media diaria de 40 a
60 comidas. Cuando había apuros y su hijo estaba en casa les echaba una mano,
en muchas ocasiones le vimos servir, se llama Daniel Prieto Francos y en la
actualidad es magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA
(Tribunal Superior de Justicia de Asturias). Nunca
se le cayeron los anillos al magistrado. El orgullo de los padres es absoluto,
no menor que el que tiene Daniel Prieto por ellos.
En su carta
diaria suelen tener cinco primeros y otros tantos segundos, los postres son
caseros y Tina lo resalta. Insisten en la calidad de los productos y el esmero
con el que los elaboran, son la clave para durar tantos años en el negocio.
El precio del
menú es de catorce euros, el domingo veinte. Cuando empezaron, se ríen al
contarlo, el precio era de 450 pesetas, unos tres euros. Aquí alguno dirá que
es el ejemplo de como subió la vida, no se paran a pensar que los precios en
pesetas también se hubieran incrementado en estos años.
Se habla del comercio de cercanía, ya saben,
ese que prioriza la compra de bienes y servicios en la zona, y el Bar Tineo lo
lleva haciendo desde siempre. La carne se la compraban a «Ibias», carnicería
cerrada por jubilación, y el pescado a Eloy, también jubilado. Lo tienen muy
claro, si lo que necesitan lo hay en el concejo no lo compran afuera. Nadie
tuvo que explicarles los beneficios de esa medida.
Hubo tiempos malos y buenos, no podía ser de
otra manera. Hace años la calle González Mayo, conocida como La Avenida por los
tinetenses, tenía vida, hoy agoniza. En esa calle se concentraban varios
negocios y bancos, así como la oficina de Correos, lo que daba vidilla
al restaurante, que también tiene servicio de bar. Aquellos tiempos se acabaron
cuando empezaron a cerrar negocios o cambiaron de ubicación, la circunvalación
de la villa hizo que las ventas se resistieran y la implantación de la ORA,
según Celestina, también les afectó. Pero llegaron tiempos aún peores. La
crisis del 2008 y hasta el 2015 fueron tiempos duros para ellos, para todos, no
se explican como aguantaron. Estaban ya curtidos y llegó la pandemia.
Nuevamente mantuvieron el tipo y el
negocio salió adelante. El restaurante es su vida.
Y llegaron los peregrinos. En los primeros
años podían ser cuatro o cinco, a partir de los años 90 su número se incrementó
a ojos vista. Hoy no los cuentan, saben que son un goteo muy importante para el
negocio. En enero y febrero hay un parón, no faltan el resto de los meses.
Vienen de todo el mundo, hasta de Japón, eso sí, nunca han visto africanos.
Durante muchos años no cerraron ni un solo
día, no se lo podían permitir, ahora se dan el «lujo» de descansar los viernes.
También tuvieron pensión, la dejaron ya que
suponía un exceso de trabajo que no podían asumir.
Tina es una mujer apasionada y muy al tanto
de lo que pasa por el mundo. Reconoce que en estos treinta últimos años la
humanidad ha cambiado más que en los 200 anteriores y ellos se han ido
adaptando, en su medida a ellos. Hoy puede parecer increíble, pero en sus
inicios eran impensable que alguien pagara con tarjeta. No digamos eso de tener
el negocio en una plataforma digital. Asegura Tina que su generación y las que
tuvieron que pasar de un mundo analógico a uno digital son unos héroes. No digo
yo que no.
Como está dicho, el día 31 de julio lo dejan,
pero en esta ocasión el Bar Tineo tendrá continuidad. Desde hace unos tres años
trabajan con ellos una joven, Michelli Astorga, que se pondrá al frente del
negocio. Tiene muy claros sus objetivos, continuará con los menús del día,
incluidos los postres caseros y mantendrá precios. Se reafirma en que la
calidad de los productos y del servicio seguirán siendo la base del negocio en
el que la acompañarán su madre y su hermano. Esperan poder contratar a otro
joven. Entre sus planes, a medio plazo, está el de abrir nuevamente la pensión.
Les deseo mucha suerte.
Tina y Ángel se retiran y hacen hincapié en
dar las gracias, no solo a los clientes, a los vecinos de Tineo que cada vez
que alguien les preguntaba donde comer un menú la referencia siempre era el Bar
Tineo.
Ahora
está muy de moda eso de llamar emprendedor a cualquiera, ellos lo sí que lo
fueron y lo demostraron. De la nada, no de la nada no, del esfuerzo de ambos,
sacaron adelante un modesto restaurante del que viven. No es cosa menor, dicho
de otra manera, es cosa mayor. Ya saben que la frase no es mía.
Tras tanto años, esfuerzos y falta de
descanso les llega la hora de hacerlo. La vida de su hijo está más qué
encarrilada, les brillan los ojos cuando hablan de él, la suya también. Solo
queda darles las gracias por el servicio prestado y desearles salud y suerte.
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