10 ene 2017

Rajoy sonríe mientras se fuma plácidamente un puro

Las cosas - las suyas - no le pueden ir mejor. Rajoy está encantado consigo mismo. Vamos, que está más ensimismado que nunca. Ni él se lo puede creer ¿o sí?

Adelantó los presupuestos del 2016 unos seis meses. Más tarde ganó las elecciones. No se presentó a presidenciable. Los demás se quemaron. Convocó nuevas elecciones. Venció con más margen. Podemos no dio el sorpasso pero casi les da el soponcio. El PSOE ofreció un espectáculo bochornoso teledirigido por Felipe González. El descosido socialista favoreció la abstención y el gobierno del PP.

Ciudadanos sigue lamiéndose los pocos escaños y se afana en urdir acuerdos.

Rajoy, mientras da una chupetadina al puro, disfruta de la función.

Allá, en lotananza, se atisba Cataluña. Para eso está Soraya. Problema resuelto. No hay nada como la disciplina militar para bajarle los humos al personal. Cospedal al ejército. Otro problema resuelto.

¡Es un hombre feliz!

Los descosidos socialistas se están convirtiendo en jirones. No hay sastre que lo zurza. Las gentes de Podemos se abrazan a un tronco y se ponen sentimentales. Los navajazos los dejan para Twitter y Yuotube. Comportamiento clásico en soporte digital.

A Ciudadanos les puede la envidia y tienen celos de los socialistas.

Los ciudadanos, los de a pie, farol en mano, buscan a IU y no la encuentran.

Rajoy sonríe. Hace unas volutas de humo magníficas. Se pone frente al espejo. Exhala una bocanada del Cohiba y le sale el anagrama del PP.

El pontevedrés recorre alegremente, y con su especial gracia, los jardines de la Moncloa. ¡La vida es bella!

El portavoz de la gestora socialista habla y los palmeros peperos alaban su sentido de Estado. Mientras, allá por el sur, no hay voz rasgada que gurgute.

Cuando los descosidos tienen una ocurrencia que pueda sonar a rebeldía, Rajoy deja el puro y apela a la responsabilidad, a que la legislatura tiene que ser para cuatro años. Lo contrario sería perjudicar al país.

No, no es una amenaza, es un recordatorio. Todos los españolitos lo interpretamos adecuadamente: ajo y agua.

El señor presidente sabe que no tiene competencia. La externa está dedicada a sus guerras, cada uno la suya, luego batallan entre ellos. Dentro de su partido no hay quien le tosa. El malencarado de Aznar le ha dejado tranquilo. Todo un triunfo. Si es que este trotón pontevedrés lo aguanta todo.

Mientras los demás se desangran, él fumando espera. ¡Qué felicidad!

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