La Nochevieja es especial,
reconozcámoslo. Tiene unos rituales que ninguna otra noche ofrece. Nos gustarán
las fiestas navideñas o no, participaremos de ellas o no, pero todos sabemos lo
que toca esa noche.
Cena pantagruélica: en casa o de
cotillón. Algo de marisco en ellas no puede faltar. Si estamos en el dulce
hogar, repaso a las cadenas de televisión para comprobar quien va a dar las
campanadas. Ya sabemos que el reloj de la Puerta del Sol es un invitado.
Tras la importante decisión de
elegir la televisión, a las doce
menos cinco empiezan las carreras para tomar el último bocado y comprobar si
están las doce malditas uvas. Ya hay quien se come uvas pasas y este año han
promocionado lo suyo las mandarinas. Incluso hay quien se traga aceitunas.
Bueno, el caso es comerse doce de lo que sea.
No se preocupen, el año que
viene, en el mes de octubre, habrá un concurso televisivo dedicado a comerse
doce sandias, melones o tortillas francesas con el fin de ir animando el
consumo. Ya verán, al tiempo.
Con las uvas todavía en la boca,
empieza la ronda de besuqueos. Entre el pringue de los langostinos, turrones y
demás, casi nos quedamos pegados unos a otros. Eso sí, solemos ser prudentes y
las bocas las mantenemos cerrada, no vaya a ser que intercambiemos las uvas de
una a otra.
Primera bronca del año: ¡Cómo que
no metiste El Gaitero en la nevera! ¿A quién se le olvidó? ¡Sois un desastre!
Anda, tómalo y no seas repunante.
Los más jóvenes se levantan
raudos para acicalarse.
¡Ayyyy! ¿Quién me lo iba a decir?
¡No me lo puedo creer! Ellas se ponen de tiros largos, o cortos, vamos, como
para ir de boda. Ellos, ellos…se ponen traje. Sí, se ponen traje. ¡De verdad!
se ponen traje. Y corbata. ¡Corbata! Diecisiete, dieciocho, veinte años y
todos… Y este año la cosa subió de tono. Ellos, ellos…más de uno de ellos, se
puso…pajarita. Han leído bien, pa ja ri ta.
¡Lo que hace Hollywood!
Luego, si uno se queda en casa,
las opciones pasan por el zapping y los primeros juramentos del año o la
conversación hasta que el sueño venza. Todavía hay quienes desempolvan el bingo
o las cartas y con la ayuda de espirituosos las horas pasan.
Si la alternativa son los bares
de copas o discotecas, pues ya se sabe, más besos, saludos, cartera vacía y
ropa con olores varios. Al día siguiente una resaca de caballo.
Los más osados, ya con los
pájaros cantando, no le harán ascos a unas sopas de ajo, unos churros o unas
patatas fritas, huevos y chorizo. Y si hay que empujarlo con un poco de vino
pues se pide una botella.
Esos todavía besarán a cuantos
encuentren de camino.
Los prudentes se levantarán con el día amanecido sobradamente y pueden
que se topen con algún extraño
sentado a la mesa de la cocina. Será un vago recuerdo de aquella imagen
impoluta que salió de casa recién dadas las campanadas.
Toca encender la tele. Concierto de Año Nuevo de la
Filarmónica de Viena. Este año con Barenboim. Sin partituras, a pelo. Muy
guapo, como siempre. Ya se sabe, propina de El Danubio Azul y la Marcha
Radetzky. Mientras esta última sonaba Daniel Barenboim fue saludando a todos
los músicos. Buen detalle.
La diseñadora del vestuario de
los bailarines fue Vivienne Westwod. Ahí es nada. Una británica asociada a la estética punk y New
Wave para vestir uno de los espectáculos más glamurosos del año.
Oigan, y esto del glamour no es
broma.
Por un día muchos nos acercamos a
la música clásica. Pero claro ¿a quién no le gusta este concierto? Un teatro
especialmente engalanado. La gente de etiqueta, los músicos de diario. Vistas
de una ciudad bonita. Bailes y salones de ensueño. Flores. Todo perfecto. Pero
lo que marca la diferencia es un detalle, algo que no vemos en ningún otro
momento en televisión. Solo por su presencia creo que vemos el concierto. Indica
algo muy, muy especial: los anuncios de Rolex. Eso es clase.
Al finalizar ya sabemos lo que
nos espera, ponemos malas caras, tendremos que comernos las sobras. Ufff, se
revuelven las tripas solo de pensarlo.
Luego, toca siesta y a esperar
todo un año. Tranquilos, mientras el cuerpo aguante, repetiremos.
Las despedidas de año by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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