Comentario para Cangas del Narcea en la Onda, de Onda Cero Radio (21/01/2014)
El hartazgo ciudadano es
descomunal. La situación general es mala, las justificaciones penosas y el
futuro, tal y como nos lo están poniendo, va a ser mucho peor que lo que hemos
conocido.
Hemos visto un Movimiento 15 M que se ha ido diluyendo y
fraccionando en varios grupos. El Congreso de los Diputados se intentó rodear
varias veces. Grupos de ciudadanos han realizado escraches contra dirigentes
políticos. Concentraciones y manifestaciones han ocupado las calles. ¿Qué se ha
logrado con todo ello? Pues parece que poco, o mejor dicho casi nada, a tenor
de los resultados.
Somos muchos los que pregonamos
en las redes sociales y decimos que hay que parar esta sangría. Hay quienes
preguntan por las soluciones y la verdad es que hay pocas. Mejor dicho, hay
una: la contestación democrática.
Los ciudadanos tenemos el derecho
constitucional de manifestarnos y eso es democrático.
Los ciudadanos tenemos derecho a
presionar en su ámbito de trabajo a nuestros representantes políticos.
Los ciudadanos tenemos derecho a
una prensa libre que pueda hacer preguntas.
Los ciudadanos tenemos derecho a
decir lo que nos plazca a nuestros cargos públicos, con el mismo respeto que a
otros ciudadanos, sin temor a las represalias.
Los ciudadanos tenemos derecho a
cambiar de opinión y decírselo a nuestros parlamentarios o alcaldes.
Los ciudadanos tenemos derecho a
ser escuchados y a que se nos haga caso.
Los ciudadanos tenemos derecho a
que se nos respete y no se nos engañe.
Los ciudadanos tenemos derecho a
que la Justicia sea imparcial e igual para todos.
Los ciudadanos tenemos derecho al
trabajo.
Los ciudadanos tenemos derecho a
una educación y sanidad públicas.
Las ciudadanas tienen derecho a
decidir sobre su cuerpo.
No nos pueden quitar nuestros
derechos. El gobierno no nos puede quitar nuestros derechos.
La Iglesia Católica no nos puede
quitar nuestros derechos.
Los empresarios no nos pueden
quitar nuestros derechos.
Los ciudadanos estamos cansados,
hastiados del trato que recibimos. Los hay tan exhaustos que han tomado una vía
más drástica. Ahí tenemos el caso del barrio burgalés de Gamonal o el de
Vitorino Alonso.
En el primero de ellos, varios
miles de ciudadanos se oponen de forma contundente, y en algunos casos
violenta, a una decisión municipal. No hubo manera de arreglarlo. No les
escucharon y al final la protesta se encrespó.
Los vecinos acabaron saliéndose
con la suya.
En el caso de Vitorino Alonso,
unos encapuchados les agredieron, a él y a sus colaboradores más estrechos. No
consiguieron nada. Bueno, lograron una descarga de adrenalina, que alcanzó
también a trabajadores y vecinos del suroccidente asturiano.
De forma instintiva puedo estar
de acuerdo con ellos. Me lo piden las tripas. ¿Qué ganamos con ello? Nada.
La capacidad de pensar y nuestro
carácter democrático deben obligarnos a rechazar la violencia.
La democracia es la capacidad que
nos otorgamos los ciudadanos para dar soluciones a nuestros problemas desde el
debate, la presión democrática -nunca violenta- las leyes y el voto. Esas son
nuestras armas.
Siempre respeto, nunca violencia by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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