Autor: Manel Fontdevila
Comentario para Cangas del Narcea en la Onda, de Onda Cero Radio (18/02/2014)
Yo conozco a unos cuantos jóvenes
que han tenido que salir de España para ganarse la vida. Estoy seguro que
ustedes también.
He escuchado la preocupación,
lógica, de sus padres por las incertidumbres que les causa la diáspora. Desean,
esperan, que a sus hijos les traten bien.
Algunos han salido a la aventura.
Han cogido un avión, en la mayoría de los casos, y han ido a buscarse la vida. Los más cualificados lo han tenido un poco más fácil.
Así y todo ha sido duro. Los jóvenes
están abriéndose nuevas perspectivas, pero también han cerrado puertas. Sus
familiares sienten algo de miedo, impotencia y, al mismo tiempo, esperanza.
Confían en sus hijos.
La situación puede cambiar en no
mucho tiempo.
Suiza pone cuotas a la emigración
y tendrá que negociar con la Unión Europea todo lo relacionado con la libre
circulación de personas. En Alemania se levantan voces que piden poner freno a
los emigrantes.
Lo de siempre. Cuando las cosas
no van bien los primeros que sobran son los extranjeros. Resurgen los racistas.
Muchos españoles han emigrado,
por cuestiones económicas, a lo largo de nuestra historia, hoy lo hacen
nuevamente. Salieron de un país pobre, salen de un país que han empobrecido,
buscando una mejor vida. Nos entristece pero lo entendemos.
Otra cosa son los emigrantes que
llegan a nuestras costas.
Los subsaharianos no llegan en avión a España. Lo hacen en pateras, en dobles fondos de coches y camiones o en
lanchas neumáticas. Los más desesperados se lanzan en masa intentando salvar unas vallas plagadas de cuchillas.
Esos son los otros emigrantes.
Los que han realizado un peregrinaje que en ocasiones les supone años de
caminar. Los que han adquirido una deuda que no podrán saldar nunca. Son los
emigrantes que huyen del hambre, de las guerras, de la miseria. Esos son los
que llegan a nuestras costas. Hombres, mujeres y niños a los que nacieron en
África. En ese continente que los europeos colonizamos y que luego abandonamos de
mala manera y al que las grandes multinacionales han regresado para acabar de explotar.
España, junto con Italia, es su
punto de entrada a esta Europa próspera. Para ellos esto es el paraíso. Mientras
sigamos impidiendo que esos países se desarrollen económicamente seremos como
un imán.
De momento el empuje migratorio
es del sur, pero no tardaremos mucho en ver desplazamientos desde el este, no
del este europeo, de más allá, de Asía.
Estamos cansados de oír que las
medidas tienen que tomarse dentro de la Unión Europea pero, de momento, los
emigrantes siguen muriendo en nuestras costas.
Se nos ha olvidado que la vida de
las personas es lo más importante. Sí seguimos permitiendo que seres humanos acaben
su existencia de forma tan trágica y cruel estaremos abandonando nuestra
humanidad.
Todo esto viene a cuento de que
al escuchar al director de la Guardia Civil y a Jorge Fernández Díaz, ministro
del Interior, explicando lo sucedido en Ceuta me ha entrado repelús.
El problema es complejo y afecta
a la vida de personas. No hablo de vivir un poco mejor o peor, hablo de vivir o
morir.
Sus contradicciones, su manera de
contar los hechos, su…casi me atrevo a decir que indiferencia, me dejó mal
sabor de cuerpo.
Les aseguro que seguiré
acordándome de esos amigos y conocidos que andan por esos mundos y les desearé
toda la suerte.
Mañana, tal vez, vuelvan a morir ahogados doce, quince personas
en nuestras costas y volveré a oír explicaciones.
Nuestros emigrantes y los otros by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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