En la mayoría de las ocasiones la bondad o la maldad de las personas es una cuestión subjetiva de quien califica, en el caso de Venancio Blanco hay unanimidad: es un hombre bueno.
Hasta hace pocas fechas, Venancio Blanco Andrés -La Riera, 1927 (Cangas de Onís)- era un desconocido para la inmensa mayoría de los asturianos, ahora, con la concesión de la medalla de plata de Asturias, algunos más le conocen. El Gobierno de Asturias le ha otorgado este galardón por “la puesta en marcha en Buenos Aires de una residencia para ancianos de origen español y asturiano”. Esa residencia es el Club Tinetense Residencia Asturiana de Buenos Aires.
Tuve la fortuna de conocer a Venancio en Buenos Aires hace unos meses y la solidaridad no es un concepto para él, es su práctica diaria y así ha sido a lo largo de su vida.
Desde su juventud Venancio sabe lo que es el trabajo. Su niñez está marcada por la República y por la tragedia de la Guerra Civil. Su infancia conoce la escasez, el estraperlo y el odio acumulado por los vencedores y la resignación de los vencidos.
Antes de hacer las Américas, Venancio Blanco, de profesión ebanista, estuvo trabajando en las obras de construcción de lo que luego sería la sede central de Cajastur en Oviedo, según me comentó. En 1953 salió de España y se dirigió a Brasil, donde vivió hasta 1958, fecha en que se trasladó a Argentina, en donde vive desde entonces. La emigración la realizó en solitario, pero a los pocos meses ya estaban con él su esposa y sus tres hijos. No quería una familia separada. Vivió junto a su esposa, ya fallecida, 61 años.
Un hombre comprometido como Blanco no pudo permanecer inactivo ante los infortunios de los demás y junto con otros emigrantes decidieron crear esa residencia de ancianos que es el Club Tinetense Residencia Asturiana, cuyo lema lo dice todo: “al servicio de ancianos y discapacitados”.
El Club Tinetense fue fundado allá por 1932 y la Residencia Asturiana se creó en 1983, y ya desde sus orígenes tenía por misión el cuidado de unos pocos ancianos, objetivo que se lograba gracias a las aportaciones económicas de algunos emigrantes más pudientes. Ambas instituciones fueron languideciendo hasta que un grupo de personas, encabezadas por Venancio Blanco, decidieron fusionarlas. A partir de ese momento, Blanco se marca el objetivo de que el proyecto cuaje y salga adelante. El 12 de febrero de 1996 se inaugura la actual residencia que ahora tiene 94 residentes. Las tres plantas de que consta el edificio tienen capacidad para 114 personas. En este centro hay 42 trabajadores que atienden las necesidades de los ancianos que allí viven y a los cuales también se les presta asistencia médica.
El único requisito para poder ingresar en esta institución es el ser español. Los residentes aportan el 75 por ciento de su pensión, que ronda los 600 pesos mensuales (unos 130 euros). El coste real de cada residente alcanza en estos momentos los 1.800 pesos (aproximadamente 395 euros). Sin el apoyo del Gobierno Español y el Gobierno de Asturias sería imposible que este centro continuase prestando un servicio tan importante como el que realiza. Desde Asturias se le ha concedido este año, por acuerdo de Consejo de Gobierno del 23 abril, una subvención de 143.200 euros para sufragar los gastos de 43 plazas residenciales para emigrantes asturianos mayores sin recursos económicos.
Algunos Ayuntamientos han destinado en sus presupuestos una partida económica para contribuir a los gastos de mantenimiento. Así, el Ayuntamiento de Tineo tiene una partida de 6.000 euros destinados a este fin.
Al frente siempre ha estado Venancio. En Buenos Aires pudimos comprobar el aprecio y respeto que sienten por él. Todos están de acuerdo en que sin su empuje nada de esto hubiese sido posible. Hoy, a sus 81 años, sus fuerzas, que aún son muchas, están dedicadas al Club Tinetense. Todos los días, a primera hora de la mañana, y tras su media hora de natación en una piscina, se encamina al trabajo a gestionar el establecimiento residencial. La hora de salida nunca se sabe.
El Club Tinetense Residencia Asturiana fue galardonado con el Premio INSERSO 93 y recibió la Medalla de Oro de la Emigración en el año 2003. El propio Venancio recibió el reconocimiento del Rey de España, que le otorgó, por Resolución de 24 de junio de 1996, la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil.
Hace pocas fechas, el 27 de julio pasado, en la celebración del 50 aniversario de la Vaqueirada de Aristébano, se le nombró Vaqueiro de Honor. Muy recientemente la Federación Internacional de Centros Asturianos (FICA) acordó concederle el premio “Carabela 2008” y el próximo día 5 de septiembre recibirá la Medalla de Plata de Asturias.
Todos estos premios vienen a confirmar algo que quienes los visitamos allá en Buenos Aires apreciamos inmediatamente: el enorme respeto y cariño que sienten los emigrantes por Venancio Blanco. Un hombre honrado, trabajador, así lo definen todos por aquellas tierras, yo lo comparto.
He tenido la oportunidad de estar con él allí, en Buenos Aires, y ahora en Asturias nos vemos regularmente, mí apreciación inicial no hace más que confirmarse. Venancio escucha, habla lo necesario, y aunque en ocasiones el tono de voz se le baje, no por ello el mensaje que transmite deja de estar claro. Es un hombre al que le gusta llegar a acuerdos y sabe esperar. Los sinsabores del pasado se han quedado allí y su objetivo sigue siendo el Club Tinetense Residencia Asturiana. Por esta institución seguirá trabajando hasta el último momento pues sabe que es el rincón donde los asturianos y españoles menos favorecidos siempre podrán acogerse.
Años de esfuerzos, de incomprensiones, de solicitar apoyos para los demás le han convertido en lo que hoy es: un hombre bueno.
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