11 mar 2010

Cacharros, chismes, trastos y otras lindezas de las vías públicas


Primero fue la invasión de los coches. Se redujeron los espacios destinados a las personas para entregárselos a los vehículos. Los coches particulares se convirtieron en uno de los símbolos de nuestro estatus social y lo importante era, y sigue siendo, darles todos los metros que necesiten. Nuestro ego nos impulsa a mostrar esa posesión tan preciada y por ellos se hace lo que haga falta. Sobre todo los hombres. Sí es que en el fondo el coche debe de tener algo de representación fálica.

Pues nada, por si esto fuera poco, nos empeñamos en llenar ese reducido espacio para el paseo -las aceras- de cacharros y chismes. Desde máquinas para el disfrute de los niños, previa introducción de moneda, claro, a todo tipo de trastos que expiden bebidas y comidas.
Sí a esto le añadimos papeleras, farolas, rótulos informativos y no se cuantas zarandajas, al final, pasear no es otra cosa que esquivar todos esos cachivaches. Hombre, sí además le sumamos mesas, cajas, sillas y enseres varios de establecimientos privados, entonces la cosa casi se convierte en deporte de alto riesgo.

Pero no es solo esto. A todo ello habría que añadir el mal gusto que tienen algunos para elegir el mobiliario urbano que nos atosiga por todos los lados. Desde farolas desproporcionadas en tamaño y número, pasando por papeleras que no cumplen su función o bancos que al segundo día están hechos unos zorros, demuestran ese peculiar sentido de la estética.
Y es que no lo pueden remediar, tienen que llenar las vías públicas de objetos que generalmente no cumplen ninguna función. Que nos ponemos a instalar farolas, pues nada, fernandinas por doquier y todos felices y contentos. Que ahora se trata de jardineras. Más de lo mismo. A no ser que alguien se empeñe en ponerlas de madera, en un espacio urbano, con un aspecto de lo más rústico y donde el diseño brilla por su ausencia. Vamos, que por mucho que insistan, no pegan ni con cola. Eso sin hablar de la vida útil que van a tener, que ese es ya otro cantar.

Cada uno tenemos nuestros gustos. Que para gustos colores. De acuerdo, pero… Es que esto de los espacios comunes en los pueblos y ciudades da para mucho. Ejemplos de despropósitos hay todos los que queramos y más. Para muestra un botón, imaginario por supuesto, en la realidad sería imposible que se diese. Imaginemos digo, que vamos por una calle, esta tiene una barandilla, se acaba ese tramo y el acceso a una propiedad privada está cerrado con un somier. ¿A qué sería de un mal gusto total? Como dice una amiga: irreal.

Ya puestos, se me viene a la cabeza otro ejemplo. También, fruto de mi imaginación, veo como algunas casas vierten el agua que recogen los canalones a la acera. Nada de desagües subterráneos, directamente a los zapatos de los viandantes. Yendo un poco más allá ¿qué es lo que pasaría sí helase? Eso, como estaría muy feo y sería peligroso, pues no sucede. Tampoco ocurre que pasando por debajo de determinados aleros, cuando llueve, tengas que salirte a mitad de la calle para no empaparte.
Estos, son ejemplos de cosas que no pasan en nuestros pueblos. Imposible, eso le daría un aspecto un poco desaliñado, ¿a qué sí?

Lo mismo sucede con aquellas casas que se están medio cayendo. Rápidamente se apuntalan y se las cubre para que no se vean tan destartaladas o se derriban para evitar daños. Cómo íbamos a pasear sin que tales cosas nos ofendiesen a la vista y nos obligasen a llevar casco por las calles. Afortunadamente, no pasan.

Así podría seguir inventando desaguisados que podrían entorpecer un paseo por mi pueblo, o por cualquier otro pueblo o ciudad. Pero, menos mal que eso no es así.
Sería igual de desastroso que lo anterior, o un poco más, y ahora sí que es la última vez que dejo volar mi imaginación, que si se dejase a ciertos señores ocupar un espacio público para montar sus chiringuitos… Menuda tontería estoy diciendo. No se ni para que lo escribí. Imposible.
Aunque…se me acaba de ocurrir una buena idea: voy a solicitar varios espacios públicos para montar algunos de estos cacharros. Claro, que para que me lo concedieran, tendría que haber alguno previamente instalado y eso por ahora no sucede. Qué mala suerte, pensé que tenía un negocio fácil al alcance de la mano.

Por cierto, el Ayuntamiento de Gijón ya tiene un borrador de ordenanza municipal para las terrazas, que tendrán unos estándares de calidad determinados, y que prohíbe todo tipo de cacharros, chismes y trastos en las vías públicas. Estos playos han llegado a prohibir que la sidra manche el suelo al escanciarla. Lo de siempre, unos mucho y otros tan poco. Vivir para ver.

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Cacharros, chismes, trastos y otras lindezas de las vías públicas by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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