No
soy catalán. Tampoco nacionalista. No puedo decir que sea un patriota
exacerbado. Es más, no sé muy bien qué es eso de ser patriota. Soy asturiano y
no hablo de que este sea mi país. Tengo unos documentos que dicen que soy
español y, sin grandes alharacas, me siento asturiano.
Me
nacieron aquí. Yo no lo escogí y no me siento que sea un elegido para nada. Ni
mucho menos creo en tener un destino en
lo universal.
Soy
un ciudadano que piensa que las culturas hay que preservarlas pues forman parte
de nuestro pasado y también del presente. Nada más.
Los
hechos culturales no se imponen, son algo consustancial a los grupos sociales y
cualquier imposición está abocada al fracaso, más pronto que tarde.
Cuando
una cultura - y una lengua – se convierten en herramienta de acceso al poder
político todo se complica de una forma atroz. No hablemos si además incluimos
el ingrediente religioso.
Hubo
un tiempo, quién lo diría, en que los movimientos sociales, políticos y
sindicales de izquierdas eran internacionalistas. El nacionalismo, el patriotismo,
fue diluyendo esa concepción ideológica hasta dejarla reducida a lo que es hoy:
nada, no existe.
Paralelamente,
el liberalismo más radical, los grandes capitales y multinacionales se sacaron
de la manga un concepto que les ha venido de perlas: la globalización. Bajo ese
término se esconde la patente de corso para que el poder económico y financiero
haga y deshaga a su santo antojo y no pueda ser controlado por ningún gobierno.
Pues
bien, hay gentes que se sienten muy nacionalistas y que se creen que, aunque
pequeños, pueden hacer frente a todos
los envites que les vengan del exterior. Están convencidos de que su fe en el país les va a proteger de las embestidas especulativas de las
multinacionales.
¿Son
ingenuos o tontos? No lo sé.
Los
ciudadanos de Cataluña están embalados. Eso no hay quien lo pare. Parece que quieren
la independencia. Y digo parece puesto que hasta que no haya una votación no
sabremos de sus intenciones mayoritarias.
Me
parece un error mayúsculo que se independicen, pero quiero saber qué es lo qué
opinan. Luego seguiremos hablando. ¿Desean seguir su camino solos? Ya
hablaremos de las condiciones.
¿Hay
alguna razón, democrática, por la que no podamos saber qué es lo qué piensan
más de siete millones de ciudadanos? ¿A qué viene tanto miedo? ¿A un sí?
Si
triunfa la tesis soberanista a continuación vendrán los vascos, ¿luego los
gallegos? Claro, la sacrosanta unidad de la patria se desharía y eso es
inaceptable.
Todo
eso son ideas preconcebidas y trufadas de un conservadurismo rancio que no
comparto.
No
soy partidario de esas independencias puesto que los nacionalistas han
demostrado, por activa y pasiva, que son excluyentes. Los ciudadanos no
nacionalistas, y más aún los extranjeros, serán convertidos en ciudadanos de
segunda.
Todos
los nacionalistas se han comportado así, siempre. Quien tenga dudas que lea
libros de Historia.
No
creo en esa independencia puesto que esos minúsculos países serán presa fácil
de las multinacionales. Los ciudadanos quedarán absolutamente expuestos, aún
más, al albedrío despótico de los poderes financieros.
No
creo en la independencia de catalanes y vascos puesto que los adalides de tal
invento han sido, principalmente, partidos de derechas ,CiU y PNV.
La
burguesía de CiU ha logrado con sus políticas empobrecer a los catalanes y al
mismo tiempo culparnos al resto de los ciudadanos españoles de esa situación. Y
lo jodido, sí lo jodido, es que se lo han creído.
No
importa la rebaja de calidad de todos los servicios públicos, no interesa la
corrupción notoria y notable.
La
independencia es el objetivo y todo lo demás es secundario.
Estamos
en una difícil encrucijada. Del gobierno de Rajoy solo espero barbaridades, de
la oposición otro tanto o proponer no sé qué historia que no les convence ni a
ellos. De Convergencia espero aún menos. El caso Pujol y lo que les pueda
salpicar, que probablemente es mucho, les obliga a seguir hacia adelante. De Esquerra
Republicana no lo tengo nada claro, con tal de lograr esa ansiada independencia
no tendrán pudor en enterrar toda la mierda de CiU.
Así
podría seguir hasta el infinito pero no sabría qué desean los catalanes.
Déjenles
votar y luego sigan hablando. Esa votación no es para irse o quedarse, es
simple y llanamente para saber qué piensan.
Independencia versus globalización by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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