No sé en qué mundo vivimos. ¿No
nos enteramos de nada o no queremos hacerlo? ¿Tiene que haber muertos de por
medio para que empecemos a darnos cuenta de la cruda realidad?
La noticia: “Un hombre de 43 años de edad, seguidor del Deportivo,
ha muerto como consecuencia de los golpes recibidos en una pelea entre aficionados radicales del Atlético
y del equipo gallego, entre miembros
del Frente Atlético y los Riazor Blues”
Sin saber nada más, la
información contiene los suficientes elementos como para comprender que se
trata de un problema serio.
No se trata solo de jóvenes alocados.
El muerto tenía 43 años y era violento. ¿O qué hacía en ese grupo?
Segunda deducción: ambos grupos
radicales están dispuestos a darse de tortas con los aficionados de otros
equipos de fútbol y no tienen límite en su agresividad.
Indagando un poco compruebo que
se habían citado por Whatsapp para darse de hostias. No es algo extraordinario.
Los grupos violentos de los equipos de fútbol suelen realizar este tipo de quedadas.
Se sabía. Lo sabíamos.
No nos engañemos, los clubesllevan años consintiendo y alentando la presencia de esta gente en sus campos.
¿Motivos? No sé, irán desde cuestiones tan peregrinas como qué animan alequipo, dan colorido o sencillamente tienen acojonados a los directivos. Todas
ellas, sean las que sean, inaceptables.
Pero no acaban aquí los
consentimientos.
Ayuntamientos, delegados del
gobierno, gobiernos autonómicos y central han sido responsables de tolerar que
esta gente campe a sus anchas. ¿Quién no ha visto como la policía “custodiaba”
a grupos ultras desde las estaciones de tren o autobuses a los campos? Carajo,
eso no era, ni es, normal. Nadie protestaba.
En los campos sus consignas
transgreden la ley y no ha pasado nada. Son radicales de derecha o de izquierda, me da igual, son violentos.
No puede sorprendernos. En alguna
ocasión he podido ver a padres en campos de fútbol comportándose como
energúmenos. Niños de seis o siete años jugando con la presión de padres que actúan como ultras.
Educamos en la violencia,
consentimos la violencia, no puede extrañarnos que la violencia llegue al
fútbol.
Este deporte ha sido, es, una de
las válvulas de escape social. La dictadura franquista lo entendió muy bien y
fue pródiga con el balompié. La democracia también lo es. A las pruebas me
remito.
Los clubes han dado pelotazos
urbanísticos de cuidado. Han recibido ayudas públicas y la mayoría, sobre todo
los grandes, están empufados con Hacienda y la Seguridad Social. ¿Cómo se llama
a eso?
La violencia interesa al poder,
atemoriza a los ciudadanos y sirve de excusa para restringir libertades.
Los ciudadanos debemos exigir que
algo tan sencillo como asistir a un partido de fútbol se realice con toda la
tranquilidad y normalidad. Y de paso, a los padres energúmenos, contrólense,
por favor. En caso de que no sea así, tendrán que empezar a sacar de los campos
a estos papas descontrolados.
He visto, en televisión, salir a
los violentos del juzgado: un grupo de gente, los suyos imagino, los
vitoreaban. Por favor, que se lo miren.
Violencia incomprensible, violencia consentida by Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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