8 ago 2016

Viajando con La España vacía


Las tierras, las tierras, las tierras de España,
Las grandes, las solas,desiertas llanuras.

Rafael Alberti
A galopar

  
Llegué hasta La España vacía : Viaje por un país que nunca fue, de Sergio del Molino, tras escuchar y leer a Juan Cruz y Antonio Muñoz Molina. ¡Ahora voy yo y me pongo a comentarlo! ¡Casi nada!

Es un ensayo, un libro de viajes, una visión personal de La España vacía - y por extensión de toda España -, un estudio crítico literario… todo eso y seguro que mucho más.

Me resultó ameno. En ningún momento se me hizo pesado ni resultó farragoso. Todo lo contrario. Proporciona mucha información que se digiere con facilidad.

¿De qué va? Los versos de Rafael Alberti lo pueden resumir: Las tierras, las tierras, las tierras de España, Las grandes, las solas, desiertas llanuras.

Habla de la desconexión entre la vida rural y la urbana, o mejor, la convivencia en un territorio dándose la espalda esas dos realidades. Despoblación, sociología, desprecios, literatura, sentimientos. Sentimientos de pertenencia, colectivos, pero también personales. Sergio del Molino se moja de forma directa.

Del Molino viajó por las desiertas llanuras y con él viajaron otros caminantes anteriores de esos territorios. A lo largo de sus páginas nos topamos con Unanumo, Cervantes y Don Quijote, Llamazares, Maurice Legendre, Cela, Azorín, Delibes.... El cine también está presente. Películas como Surcos de José Antonio Nieves Conde, El Gatopardo de Visconti, El séptimo día de Saura Las Hurdes, tierra sin pan de Buñuel. No faltan las alusiones televisivas como Un país en la mochila, la serie presentada por Labordeta. La música también le es útil y sale a colación. De forma inesperada aparece Joaquín Luqui – presentador de espacios radiofónicos musicales -.

Todo ello va estructurando y conformando la argumentación.

Algunas de las afirmaciones que realiza las comparto: “Mitad negocio, mitad religión, o mezcla indistinta de ambas cosas, el pasado se ha convertido en algo sacro que resiste con fiereza cualquier envite de la ciencia. Es lógico que así sea, desde el momento en que la España vacía asumió que no le quedaba nada más que pasado”.

La visión del autor, de esa España que recorre, es magnánima: “Quizá por los desastres posteriores de la historia española, los estudios sólo se han fijado en esta dimensión mística, mucho más fiera en los textos de Unamuno y prácticamente invisible en los de Machado, pero a mí me interesa mucho más la forma sutil y puntillista con la que Azorín suaviza, tirando de verdes y azules, el pardo harinoso de la meseta”.

A lo largo del ensayo mostrará sus preferencias por esos acercamientos a las desiertas llanuras más “cariñosos”, sin asperezas: “…no se entiende el paisaje español sin esa literatura. Porque el paisaje… es una invención. El paisaje es literatura”.

El capítulo Manos blancas no ofenden me desconcierta. El tratamiento del carlismo me sorprende: “El carlismo no logró triunfar, pero no porque su proyecto fuera disparatado”. Su comprensión, su tibieza con este movimiento ultraconservador anclado en la tradición más rancia y carpetovetónica me descoloca: “El carlismo ambiental crea personajes fuertes y sin complejos, que se manejan en el mundo sin que les afecten el esnobismo ni el rencor de clase”

No puedo dejar de transcribir otro párrafo: “Al educar a varias generaciones de españoles del campo en el orgullo por la tradición (pero no una tradición folclórica o pintoresca, sino una tradición que tenía que ver con todo los cotidiano), la cultura carlista no sólo evitó que la modernidad se las tragase como se las ha tragado casi toda Europa, sino que prolongó su existencia más allá del campo”.

Pues nada, creo que es una visión light  de una España dura forjada por siglos de una triste Historia. La construcción del país ha sido el producto de la acumulación de despropósitos, malos dirigentes políticos, intervencionismo religioso y conformismo. Sin olvidar el hábito tan arraigado de las confrontaciones, que la mayoría de las veces se solucionaron con sangre.

Sergio del Molino finaliza con una frase que nos puede ayudar comprenderle un poco más: “Hay un país en España que ya no es, pero a veces parece más fuerte y sólido que el país que es, tan negado a sí mismo, tan arrugado en sus propias vergüenzas, tan asediado por las otras patrias que se levantan orgullosas para desquicie invertebrado de los nietos de Ortega y Gasset”.

Muy nacionalista, muy patriota él.

Ahí está, léanlo y luego cada cual tendrá su opinión.

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