Las tierras, las
tierras, las tierras de España,
Las grandes, las solas,desiertas llanuras.
Rafael Alberti
A galopar
Llegué hasta La España vacía : Viaje por un país que
nunca fue, de Sergio del Molino, tras escuchar y leer a Juan Cruz y Antonio
Muñoz Molina. ¡Ahora voy yo y me pongo a comentarlo! ¡Casi nada!
Es un ensayo, un
libro de viajes, una visión personal de La
España vacía - y por extensión de toda España -, un estudio crítico
literario… todo eso y seguro que mucho más.
Me resultó
ameno. En ningún momento se me hizo pesado ni resultó farragoso. Todo lo
contrario. Proporciona mucha información que se digiere con facilidad.
¿De qué va? Los versos de Rafael
Alberti lo pueden resumir: Las
tierras, las tierras, las tierras de España, Las grandes, las solas, desiertas
llanuras.
Habla
de la desconexión entre la vida rural y la urbana, o mejor, la convivencia en
un territorio dándose la espalda esas dos realidades. Despoblación, sociología,
desprecios, literatura, sentimientos. Sentimientos de pertenencia, colectivos,
pero también personales. Sergio del Molino se moja de forma directa.
Del
Molino viajó por las desiertas llanuras y con él viajaron otros caminantes
anteriores de esos territorios. A lo largo de sus páginas nos topamos con
Unanumo, Cervantes y Don Quijote, Llamazares, Maurice Legendre, Cela, Azorín,
Delibes.... El cine también está presente. Películas como Surcos de José Antonio Nieves Conde, El Gatopardo de Visconti, El
séptimo día de Saura Las Hurdes,
tierra sin pan de Buñuel. No faltan las alusiones televisivas como Un país en la mochila, la serie
presentada por Labordeta. La música también le es útil y sale a colación. De
forma inesperada aparece Joaquín Luqui – presentador de espacios radiofónicos
musicales -.
Todo
ello va estructurando y conformando la argumentación.
Algunas
de las afirmaciones que realiza las comparto: “Mitad negocio, mitad religión, o mezcla indistinta de ambas cosas, el
pasado se ha convertido en algo sacro que resiste con fiereza cualquier envite
de la ciencia. Es lógico que así sea, desde el momento en que la España vacía
asumió que no le quedaba nada más que pasado”.
La
visión del autor, de esa España que recorre, es magnánima: “Quizá por los desastres posteriores de la
historia española, los estudios sólo se han fijado en esta dimensión mística,
mucho más fiera en los textos de Unamuno y prácticamente invisible en los de
Machado, pero a mí me interesa mucho más la forma sutil y puntillista con la
que Azorín suaviza, tirando de verdes y azules, el pardo harinoso de la
meseta”.
A
lo largo del ensayo mostrará sus preferencias por esos acercamientos a las desiertas
llanuras más “cariñosos”, sin asperezas: “…no
se entiende el paisaje español sin esa literatura. Porque el paisaje… es una invención.
El paisaje es literatura”.
El
capítulo Manos blancas no ofenden me
desconcierta. El tratamiento del carlismo me sorprende: “El carlismo no logró triunfar, pero no porque su proyecto fuera
disparatado”. Su comprensión, su tibieza con este movimiento
ultraconservador anclado en la tradición más rancia y carpetovetónica me
descoloca: “El carlismo ambiental crea
personajes fuertes y sin complejos, que se manejan en el mundo sin que les
afecten el esnobismo ni el rencor de clase”.
No puedo dejar de transcribir otro párrafo: “Al educar a varias generaciones de españoles del campo en el orgullo por la tradición (pero no una tradición folclórica o pintoresca, sino una tradición que tenía que ver con todo los cotidiano), la cultura carlista no sólo evitó que la modernidad se las tragase como se las ha tragado casi toda Europa, sino que prolongó su existencia más allá del campo”.
No puedo dejar de transcribir otro párrafo: “Al educar a varias generaciones de españoles del campo en el orgullo por la tradición (pero no una tradición folclórica o pintoresca, sino una tradición que tenía que ver con todo los cotidiano), la cultura carlista no sólo evitó que la modernidad se las tragase como se las ha tragado casi toda Europa, sino que prolongó su existencia más allá del campo”.
Pues
nada, creo que es una visión light de una España dura forjada por siglos de una
triste Historia. La construcción del país ha sido el producto de la acumulación
de despropósitos, malos dirigentes políticos, intervencionismo religioso y conformismo.
Sin olvidar el hábito tan arraigado de las confrontaciones, que la mayoría de
las veces se solucionaron con sangre.
Sergio
del Molino finaliza con una frase que nos puede ayudar comprenderle un poco
más: “Hay un país en España que ya no es,
pero a veces parece más fuerte y sólido que el país que es, tan negado a sí
mismo, tan arrugado en sus propias vergüenzas, tan asediado por las otras
patrias que se levantan orgullosas para desquicie invertebrado de los nietos de
Ortega y Gasset”.
Muy
nacionalista, muy patriota él.
Ahí
está, léanlo y luego cada cual tendrá su opinión.
Viajando con La España vacía by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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