Los deseos
enturbian la razón y luego llegan los desengaños. Este básico razonamiento lo
dejamos de lado cuando hablamos de política – no estaría mal que solo fuese en
esas ocasiones -. Pues eso mismo nos ha sucedido con Donald Trump, presidente
del imperio. La señora Hillary no es que fuese la panacea.
Da igual lo
que se diga ahora. Somos tan demócratas que aceptamos los resultados en Estados
Unidos.
Joder, claro
que los aceptamos: no nos queda otro remedio. Además fueron los estadounidenses
quienes votaron, no nosotros. También podrían decir que cada país es soberano y
no nos competen sus decisiones. Pues miren, no. Allí deciden, aquí se acata. El
imperio es el imperio y como tal solo puede existir uno. En las ocasiones que
hubo dos ya se sabe como acabaron.
El hombre del
tupé ya es todo poderoso. Sobre todo, y también, por ser el comandante en jefe
del ejército más poderoso del mundo mundial. Lo de los coreanos del norte,
iraníes, rusos, chinos y demás no les llegan entre todos ellos ni a la suela de
los zapatos en eso de armamento y tecnología militar.
Para abreviar,
como Donald apriete el botón rojo – según dice – se acabaron los problemas.
Se decía que
iba a templar tras ganar las elecciones. ¡Y una leche! Cada declaración, cada
tuit fue una carga de profundidad. Y llegó la toma de posesión. Nuevas
esperanzas. Hará un discurso de Estado, dijeron. ¡Y una mierda! Fue retrógrado,
populista, demagógico, amenazador, nacionalista, proteccionista. ¡Acojonadito
me dejó!
Aunque tampoco
nada nuevo. Más descarnado pero en la línea del imperio.
No hizo otra
cosa que reverdecer la Doctrina Monroe: “América para los americanos”. Así,
para abreviar.
Hubo más
lindezas. Toda la perorata fue antológica.
Recurrió a
otro de los pilares del expansionismo de EEUU: la doctrina del Destino
Manifiesto. Aquello de las virtudes del país y sus ciudadanos, del mundo a su
imagen y la protección divina.
Me remito al
discurso del presidente Trump: “No buscamos imponer nuestro estilo de vida a
nadie, sino hacerlo brillar como un ejemplo –nosotros brillaremos- para que
todo el mundo lo siga”.
Esperen que
hay más: “No debe haber temor. Estamos protegidos y siempre estaremos
protegidos. Estaremos protegidos por los grandes hombres y mujeres de nuestro
Ejército y las fuerzas del orden. Y, lo que es más importante, estaremos
protegidos por Dios”.
Ole, ole y
ole. Nada nuevo.
Las
apelaciones al proteccionismo, mezcladas con un populismo barato y mentiroso
fueron constantes: “Durante muchas décadas, hemos enriquecido la industria
extranjera a expensas de la estadounidense, subvencionando los ejércitos de
otros países mientras permitíamos el muy triste deterioro de nuestro Ejército.
Hemos defendido las fronteras de otras naciones mientras nos negábamos a
defender las nuestras y gastado miles de millones de dólares en el exterior
mientras las infraestructuras en Estados Unidos han decaído”.
Demagogia,
mentiras, populismo y belicismo juntos.
Estas
parrafadas son muy curiosas, sobre todo teniendo en cuenta lo que dijo al poco
de iniciar su discurso: “Juntos vamos a decidir el curso de Estados Unidos y
del mundo para los próximos años”.
Miedo, mucho
miedo me da. Ninguna novedad, pero dicho así, a cara perro, asusta más.
“Juntos
haremos a Estados Unidos fuerte de nuevo. Haremos a Estados Unidos rico de
nuevo. Haremos a Estados Unidos orgulloso de nuevo. Haremos a Estados Unidos
seguro de nuevo. Y sí, juntos haremos a Estados Unidos grande de nuevo”.
Profundo, muy
profundo. Ni por casualidad introduce un mensaje racional y prudente.
“Sacaremos a
nuestro pueblo de las prestaciones sociales y lo pondremos a trabajar de nuevo,
reconstruyendo nuestro país con manos estadounidenses y trabajo estadounidense”.
Les recuerdo
que no estaba en campaña, lo dijo en su discurso de investidura como
presidente.
Su primera
medida ejecutiva fue animar y permitir que los estados eliminen los aspectos
que consideren más costosos de la aplicación de la reforma sanitaria de Obama. Y
aprovechando la ocasión decretó el 20 de enero como Día Nacional del
Patriotismo.
Ven, no engañó
a nadie.
Siguiendo por
esa senda de cumplimientos va a sacar a EEUU del tratado de libre comercio con
México y Canadá. Los trabajadores de esos países lo van a agradecer. No sé si
las empresas yanquis lo harán.
Otro tanto
piensa hacer con el Acuerdo Transpacífico. Los chinos, japoneses y demás países
asiáticos se estarán frotando las manos.
En el interior
ya anunció rebajas de impuestos a empresas y particulares y, por si esto fuera
poco, la supresión de hasta un 75 por ciento de la normativa reguladora.
Los de la
Asociación Nacional del Rifle deben estar encantados. Ahora, más que nunca, sus
problemas los van a solucionar a tiros.
Al Presidente
Trump le sobra la OTAN, no necesita a Europa ni al resto del mundo. Hasta ahora
tenía como disculpa para sus correrías bélicas a la NATO, Trump quiere cabalgar
en solitario.
Pues bien.
Llenará EEUU
de obras, gastará más en armas, se hará más rico y dejará un déficit público
exagerado. Tranquilos, ya nos colocarán otros productos financieros tóxicos.
El mundo está
jodido, ya lo estaba antes de llegar él, ahora lo estará aún más. No es una
exageración. Ya hemos visto como los líderes de la ultraderecha europea se ha
reunido en Coblenza (Alemania). Allí el ultra holandés Geert Wilders dijo: "Ayer, una nueva América; hoy, Coblenza, y mañana, una nueva
Europa". Más claro imposible.
Meten miedo.
El trumpazo de Donald by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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