5 feb 2019

Vida y milagros de un magnetizador


Ciencia es aquello que puede ser verificado tras ser investigado y contrastado vía experimentos. Dicho a lo bruto. Lo que no puede ser demostrado se llamará fe o pseudociencia, que es lo mismo que decir mentira científica.

El protagonista de Memorias de un magnetizador es Dimas Pons, quien además ejerce de narrador. Antes de que se me olvide, su autor es Jorge Ordaz.

La historia se desarrolla entre Puerto Rico, Barcelona, París, Baltimore, lugares que recorre el magnetizador, que no es otro que Dimas Pons, para profundizar en su saber. Y esos saberes, pues son más de uno, se centran principalmente en la frenología y el magnetismo animal, dos pseudociencias. Desde finales del siglo XVIII y hasta la mitad del XIX, aproximadamente, tuvieron cierta reputación.

La frenología se popularizó gracias al médico Franz Gall. Los frenólogos creían que la forma del cráneo proporcionaba información sobre facultades y rasgos mentales. Desde Edimburgo, núcleo de la frenología y donde se fundó la primera sociedad, se extendió por Europa. No todo fue un camino de rosas para esta patraña. En 1784 el rey Luis XVI creó la llamada Comisión Real Francesa, integrada por médicos y científicos de primer nivel como Benjamin Franklin o Lavosisier, entre otros, que manifestaron que era un cuento, que de ciencia nada de nada. Hacia 1840 la frenología estaba desacreditada en Europa por los científicos y se propagó por América y África.

El magnetismo animal o mesmerismo afirmaba que había una energía invisible que se movía entre los seres vivos. Su máximo propagandista, y del que toma el nombre, fue Franz Anton Mesmer (1733-1815), otro médico. Tal vez su incompetencia como médicos o quien sabe sí la falta de conocimientos científicos para sanar les condujo por esos derroteros.

Nuestro magnetizador no tenía oficio ni beneficio. En Puerto Rico anduvo dando tumbos y no encontró acomodo. Don Atanasio, que ejercía de tutor, le saca las castañas del fuego y hace posible su periplo europeo. Y es que Dimas Pons era un culo inquieto.

Tras el intenso aprendizaje en Europa, se trasladará a Estados Unidos. Tuvo tiempo para la diversión, los escarceos amorosos y establecer contacto con socialistas utópicos, icarianos, a los cuales ve con cariño y aprecia.

Parece que su historia personal corre paralela a los de su “ciencia”. En Baltimore se pone manos a la faena para ganarse la vida como magnetizador y allí conoce a Livie, que tendrá gran protagonismo en su vida.

Por su consulta pasarán matrimonios con problemas de cama, casi se especializa en ello, pero también gente rara que habla con extraterrestres y ángeles. Fauna variopinta. Las cosas cambiarán cuando don Atanasio vuelva a cruzarse en su vida y al final… Vale, hasta aquí.

La novela contiene bastantes menciones de personajes que existieron, no sé si todos pero unos cuantos sí, lo comprobé. Hace referencia a un mundo bastante desconocido en la actualidad y Jorge Ordaz nos lo describe de un modo ameno. Por haber hay hasta vudú. Tengo que reconocer que unas cuantas veces tuve que recurrir al diccionario para comprobar términos que desconocía.


Me gustó. Tiene su coña. La historia te va envolviendo y quieres ver hasta donde da de sí. Les recomiendo Memorias de un magnetizador. En su biblioteca pública o librería preferida lo podrán encontrar.

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Vida y milagros de un magnetizador by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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