1 abr 2019

El último barco, otra investigación del inspector Caldas



Últimamente mis lecturas, novelas, no me dejaron muy satisfecho. Cosas que pasan. Me abstengo de hablar de ellas. Me fui en busca de una policiaca y me tope con El último barco de Domingo Villar.

Que no les asuste el tamaño. Son 707 páginas, con letra grande, lo cual se agradece un montón.

Domingo Villar nos cuenta que fueron ocho años “en los que este libro fue tejido y destejido varias veces”. Imagino que los éxitos de Ojos de agua y La playa de los ahogados habrán tenido que ver en ello. ¿Mereció la pena? Sí, a mí me gustó. Me enganchó y en tres días ventilado.

El paisaje y las gentes me resultaron muy cercanos. Galicia es tierra conocida y querida. La gastronomía de la tierra me gusta.

La trama gira en torno a la desaparición de una mujer, Mónica Andrade, y los esfuerzos de Leo Caldas y su gente por descubrir lo sucedido.

Un padre posesivo, un comisario agradecido, un incordio de periodista, un ceramista, un luthier, una profesora de dibujo, un genio diferente del dibujo, el amor de unos padres,  un inglés amante de la fotografía,  un policía visceral que consigue cabrear a todos los perros… son los personajes más destacados tras Caldas. No puedo olvidar al padre de Leo, muy importante en su vida, y cómo no, hay un malo, pero de ese no digo ni mú.

Con un lenguaje sencillo Domingo Villar nos mete en situación. Conocemos todos los pasos que se dan en la investigación, nada se esconde. Vamos realizando el mismo recorrido que el inspector. Villar nos muestra los caminos que emprenden y hasta los que no conducen a ningún sitio. Conjeturas, hipótesis igual que aparecen, desaparecen.

Los personajes no solo forman parte de la trama principal, cada uno tiene su pequeña historia en la que Domingo Villar se detiene sin que por ello sufra la novela ni la intriga.

El paisaje, con la ría como eje, es algo más que un elemento de relleno. La ría, la comida, el vino, los compañeros de Caldas, especialmente Estévez, y su padre conforman el mundo del inspector, que en esta ocasión se verá perturbado con una nueva e inesperada incorporación.

Todo transcurre sin sobresaltos. Ese pequeño y tranquilo mundo en el que se mueve el inspector, con la ciudad de Vigo y su entorno, se palpa en la novela. No tiene una acción trepidante, ni falta que le hace. Quien no se aparta de la tensión es el propio Leo Caldas, aunque parece que su vida toma un nuevo rumbo…

Lo mejor que pueden hacer es leer El último barco. No merece la pena hablar más. Les gustará. Lo encontrarán entretenido.

Lo podrán encontrar en su biblioteca pública o librería preferida.

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