20 ago 2019

Hindenburg o la inevitable caída



Recordarán que el Hindenburg fue un dirigible alemán que se incendió en Estados Unidos en 1937. Hubo otro Hindenburg, Paul von Beneckendorff und von Hindenburg, ¡vaya nombrecito!,  militar, presidente de Alemania entre 1925 y 1934. Pero el que nos interesa es el primero. A él hace referencia Cristina Cerrada en su novela Hindenburg.

El título no dice nada. No cuenta la historia del dirigible. La autora introduce breves descripciones de la historia del aerostato que podemos suprimir. No las echaremos en falta. Si se trata de una metáfora es bastante oscura,  sin duda mi torpeza contribuye a su incomprensión. ¿Superación del ser humano y caída? ¿Errores? ¡Qué más da! No me aportó nada.

Una mujer, Razha, trabaja como limpiadora en una ciudad, en un país en guerra. No se hace referencia a ningún lugar concreto aunque se puede ubicar en los Balcanes. Su vida es una mierda. Tiene a su cargo a una madre echa polvo y a una hija adolescente. Bueno eso de la hija es otro cantar.

Se gana la vida como puede, limpiar váteres no da para mucho. El trapicheo de fármacos, drogas o lo que sea menester es más rentable. La guerra es un enorme negocio.

La violencia, en todas sus variantes, y la forma de sobrevivir, literalmente, es la trama de esta novela. Esa violencia se acentúa, por si no hubiera bastante, con las reiteradas violaciones que sufre la protagonista.

Razha, a pesar de todo, no sucumbe. Desconoce lo que es el miedo y la búsqueda de su hija la hace más fuerte. Una búsqueda… en la que se encontrará con un inspector de policía, que resulta ser el personaje más humano de todos.

Según se avanza en la historia el pasado va adquiriendo importancia.

En Hindenburg solo hay dolor. No hay humanidad. Sí que la hay. Una humanidad degradada, malvada, cruel, despiadada. Tal y como son las guerras. Priman los instintos animales de supervivencia. Hasta la familia de Razha le sale rana.

La narración se realiza en primera persona con lo que el relato tiene más vigor. Con frases cortas resalta aún más la crudeza de la historia. La omisión del lugar donde se desarrolla la acción convierte lo local en universal.

Hindenburg se lee con facilidad. Está dentro de los cánones, bastante generalizados, de no más de 300 páginas, se queda en 287 de letra gorda, muy de agradecer.

Pueden sacarle punta y disertar sobre la maldad de las guerras, la supervivencia, las relaciones familiares y de amistad con sus secretos más inconfesables y pueden devanarse el coco para averiguar que pinta en la historia el desastre del zeppelin. Ah, no pierdan el tiempo en pensar el motivo del título de este artículo, ni yo lo sé.

Ahora vayan a su biblioteca pública o librería preferida, háganse con él y lean. Si no les apetece este busquen otro, seguro que encuentran alguno de su gusto.

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Hindenburg o la inevitable caída by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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