Recordarán que el Hindenburg fue
un dirigible alemán que se incendió en Estados Unidos en 1937. Hubo otro
Hindenburg, Paul von Beneckendorff und von Hindenburg, ¡vaya nombrecito!, militar, presidente de Alemania entre 1925 y
1934. Pero el que nos interesa es el primero. A él hace referencia Cristina
Cerrada en su novela Hindenburg.
El título no dice nada. No cuenta
la historia del dirigible. La autora introduce breves descripciones de la
historia del aerostato que podemos suprimir. No las echaremos en falta. Si se
trata de una metáfora es bastante oscura,
sin duda mi torpeza contribuye a su incomprensión. ¿Superación del ser
humano y caída? ¿Errores? ¡Qué más da! No me aportó nada.
Una mujer, Razha, trabaja como
limpiadora en una ciudad, en un país en guerra. No se hace referencia a ningún
lugar concreto aunque se puede ubicar en los Balcanes. Su vida es una mierda.
Tiene a su cargo a una madre echa polvo y a una hija adolescente. Bueno eso de
la hija es otro cantar.
Se gana la vida como puede,
limpiar váteres no da para mucho. El trapicheo de fármacos, drogas o lo que sea
menester es más rentable. La guerra es un enorme negocio.
La violencia, en todas sus variantes, y la forma de sobrevivir, literalmente, es la trama de esta novela. Esa
violencia se acentúa, por si no hubiera bastante, con las reiteradas
violaciones que sufre la protagonista.
Razha, a pesar de todo, no
sucumbe. Desconoce lo que es el miedo y la búsqueda de su hija la hace más
fuerte. Una búsqueda… en la que se encontrará con un inspector de policía, que
resulta ser el personaje más humano de todos.
Según se avanza en la historia el
pasado va adquiriendo importancia.
En Hindenburg solo hay dolor. No hay humanidad. Sí que la hay. Una
humanidad degradada, malvada, cruel, despiadada. Tal y como son las guerras.
Priman los instintos animales de supervivencia. Hasta la familia de Razha le sale
rana.
La narración se realiza en
primera persona con lo que el relato tiene más vigor. Con frases cortas resalta
aún más la crudeza de la historia. La omisión del lugar donde se desarrolla la
acción convierte lo local en universal.
Hindenburg se lee con facilidad. Está dentro de los cánones,
bastante generalizados, de no más de 300 páginas, se queda en 287 de letra
gorda, muy de agradecer.
Pueden sacarle punta y disertar
sobre la maldad de las guerras, la supervivencia, las relaciones familiares y
de amistad con sus secretos más inconfesables y pueden devanarse el coco para
averiguar que pinta en la historia el desastre del zeppelin. Ah, no pierdan el
tiempo en pensar el motivo del título de este artículo, ni yo lo sé.
Ahora vayan a su biblioteca
pública o librería preferida, háganse con él y lean. Si no les apetece este
busquen otro, seguro que encuentran alguno de su gusto.
Hindenburg o la inevitable caída by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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