1 abr 2020

Divagaciones coronavíricas (19)

  Un trallazo. Siento presión en el pecho. Miedo. Sudor. Me entran ganas de llorar. Lloro. No entiendo nada. Miro y no veo. Una densa niebla difumina los contornos. El lugar me resulta familiar y, sin embargo, no lo reconozco. Espacio reducido. Angustia. Otra punzada. Manos húmedas. Cuerpo encharcado. Me asfixio. Doy unos pasos y tropiezo con un muro insalvable. Retrocedo. No hay salida. No puedo escapar. Tiemblo. Un sonido agudo me taladra los oídos. Me doy media vuelta. Cojo el móvil. Apago la alarma.

  Vigésimo día de confinamiento. El ánimo animoso.

  ¿Qué fue de todo aquello qué tanto nos preocupaba hace veinte días? Ya no hablamos de corrupción. Apenas lo hacemos de los nacionalistas. Ellos, los nacionalistas, no saben que hacer para seguir copando portadas y de vez en cuando escupen un exabrupto.

  Ahora todo es el bicho.

  Todo dios quiere hacerse notar como imprescindible, solidario o héroe. Todo cristo pide una ayuda, subvención o pago. Todo maría santísima busca un segundo de gloria, ser entrevistado o retuiteado ad infinitum. No, no es así, no son todos, pero muchos sí. Luego están los que siguen haciendo su trabajo con honradez, cómo siempre.

  Estoy pensando en ese profesor, mi querido profesor, que sigue impartiendo clase a sus alumnos. Utiliza los recursos a su alcance para estar cerca de ellos. Ahí se topa con el primer problema, no todos tienen wifi. Hay gente, más de la que pensamos, que no tiene Internet en su casa.  Los domingos por la tarde les hace llegar la planificación de la semana. Videollamadas por whatsapp, correos electrónicos y las apps gratuitas son sus herramientas. Les hace llegar las explicaciones y les realiza “pruebas”, que corrige de una en una aunque le lleva varias horas hacerlo. Es su trabajo, se respeta y respeta a sus alumnos.

  Son muchos, miles y miles, los profesionales de todo tipo que siguen desarrollando sus actividades profesionales por coherencia y compromiso social. Bien por ellos, bien por ti, mi querido profe.No olvidemos, además, que la gente tiene que comer, pagar facturas…

  Una confesión ¿cuántas van ya? A pesar de la autoimposición de no patear las redes, cuando quiero reírme me paseo por los Twitter de Díaz Ayuso y de Casado. Joder, son totales.

  Casado pidió que se mejore la retribución de todos los sanitarios y que se pueda contratar a los MIR como médicos. ¡No es broma! Este tipo es impresentable.

  Los medios de comunicación nos cuentan que la Junta de Andalucía también compró miles de test rápidos defectuosos a un proveedor de China. Siguiendo con la Junta andaluza, sus diputados rechazaron bajarse el sueldo y de quitarse las dietas nada de nada, aunque no se desplacen. Esas dietas andan entre los mil y los dos mil quinientos euros mensuales. No necesitan justificar nada y están libres de impuestos.

  No hay nada que hacer con estos políticos. Bueno, una cosa sí: no volver a votar a los mismos cabestros.

  El Gobierno aprobó ayudas, quince millones de euros, destinados a las televisiones para paliar los efectos de la crisis sanitaria.

  Me quedo sin habla. Lo dicho, en esta puta desgracia algunos van a salir con mucha pasta en el bolso.

  Oigan, ¿y lo del rey de Tailandia? Menudos güevazos tiene el tío. Está confinado en un hotel de lujo en Alemania con sus veinte concubinas. ¡Y después dicen que el bicho nos iguala! Ya, ya. Para muestra este botón.

  Otra buena. Shakira escribió o va a escribir una carta al Gobierno de Sánchez para pedirle que los niños puedan salir a la calle. 

  No me extraña, de epidemias sabe un montón. Ah, lo copió de Italia. Pues bien.

  La última por hoy tiene como protagonista a la Espe. Sí, cómo lo oyen, a Esperanza Aguirre. Esta mujer sabe. Ni corta ni perezosa dijo en una entrevista: “Los dos nos hemos recuperado gracias a los médicos y gracias a Dios lo primero”.

  Pues nada, la próxima vez que les pase algo recurran a Dios y dejen en paz a los médicos. ¡Manda güevos!

  Llevamos 102136 contagiados. 9126 fallecidos. 864 fallecidos en las últimas 24 horas. 22647 dados de alta.

  Las cifras van a seguir siendo altísimas. Hay que seguir aguantando. Lloremos por esos muertos y por sus familias. A los demás, ánimo.

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