Un trallazo. Siento presión en el
pecho. Miedo. Sudor. Me entran ganas de llorar. Lloro. No entiendo nada. Miro y
no veo. Una densa niebla difumina los contornos. El lugar me resulta familiar
y, sin embargo, no lo reconozco. Espacio reducido. Angustia. Otra punzada.
Manos húmedas. Cuerpo encharcado. Me asfixio. Doy unos pasos y tropiezo con un
muro insalvable. Retrocedo. No hay salida. No puedo escapar. Tiemblo. Un sonido
agudo me taladra los oídos. Me doy media vuelta. Cojo el móvil. Apago la
alarma.
Vigésimo día de confinamiento. El
ánimo animoso.
¿Qué fue de todo aquello qué
tanto nos preocupaba hace veinte días? Ya no hablamos de corrupción. Apenas lo
hacemos de los nacionalistas. Ellos, los nacionalistas, no saben que hacer para
seguir copando portadas y de vez en cuando escupen un exabrupto.
Ahora todo es el bicho.
Ahora todo es el bicho.
Todo dios quiere hacerse notar
como imprescindible, solidario o héroe. Todo cristo pide una ayuda, subvención
o pago. Todo maría santísima busca un segundo de gloria, ser entrevistado o
retuiteado ad infinitum. No, no es
así, no son todos, pero muchos sí. Luego están los que siguen haciendo su
trabajo con honradez, cómo siempre.
Estoy pensando en ese profesor,
mi querido profesor, que sigue impartiendo clase a sus alumnos. Utiliza los
recursos a su alcance para estar cerca de ellos. Ahí se topa con el primer
problema, no todos tienen wifi. Hay gente, más de la que pensamos, que no tiene Internet en su casa. Los domingos por la tarde les hace llegar la
planificación de la semana. Videollamadas por whatsapp, correos electrónicos y
las apps gratuitas son sus herramientas. Les hace llegar las explicaciones y
les realiza “pruebas”, que corrige de una en una aunque le lleva varias horas
hacerlo. Es su trabajo, se respeta y respeta a sus alumnos.
Son muchos, miles y miles, los
profesionales de todo tipo que siguen desarrollando sus actividades
profesionales por coherencia y compromiso social. Bien por ellos, bien por ti,
mi querido profe.No olvidemos, además, que la
gente tiene que comer, pagar facturas…
Una confesión ¿cuántas van ya? A
pesar de la autoimposición de no patear las redes, cuando quiero reírme me
paseo por los Twitter de Díaz Ayuso y de Casado. Joder, son totales.
Casado pidió que se mejore la
retribución de todos los sanitarios y que se pueda contratar a los MIR como
médicos. ¡No es broma! Este tipo es impresentable.
Los medios de comunicación nos
cuentan que la Junta de Andalucía también compró miles de test rápidos
defectuosos a un proveedor de China. Siguiendo con la Junta andaluza, sus
diputados rechazaron bajarse el sueldo y de quitarse las dietas nada de nada,
aunque no se desplacen. Esas dietas andan entre los mil y los dos mil
quinientos euros mensuales. No necesitan justificar nada y están libres de
impuestos.
No hay nada que hacer con estos
políticos. Bueno, una cosa sí: no volver a votar a los mismos cabestros.
El Gobierno aprobó ayudas, quince
millones de euros, destinados a las televisiones para paliar los efectos de la
crisis sanitaria.
Me quedo sin habla. Lo dicho, en
esta puta desgracia algunos van a salir con mucha pasta en el bolso.
Oigan, ¿y lo del rey de
Tailandia? Menudos güevazos tiene el tío. Está confinado en un hotel de lujo en
Alemania con sus veinte concubinas. ¡Y después dicen que el bicho nos iguala!
Ya, ya. Para muestra este botón.
Otra buena. Shakira escribió o va
a escribir una carta al Gobierno de Sánchez para pedirle que los niños puedan
salir a la calle.
No me extraña, de epidemias sabe
un montón. Ah, lo copió de Italia. Pues bien.
La última por hoy tiene como
protagonista a la Espe. Sí, cómo lo oyen, a Esperanza Aguirre. Esta mujer sabe.
Ni corta ni perezosa dijo en una entrevista: “Los dos nos hemos recuperado
gracias a los médicos y gracias a Dios lo primero”.
Pues nada, la próxima vez que les
pase algo recurran a Dios y dejen en paz a los médicos. ¡Manda güevos!
Llevamos 102136 contagiados. 9126
fallecidos. 864 fallecidos en las últimas 24 horas. 22647 dados de alta.
Las cifras van a seguir siendo
altísimas. Hay que seguir aguantando. Lloremos por esos muertos y por sus
familias. A los demás, ánimo.
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