En la imagen de la cubierta, Eduardo Toda disfrazado de momia. Es un fotografía bastante conocida.
Me topé con A través del Egipto de Eduardo Toda y Güell de casualidad. Ha sido
un grato encuentro. El libro fue publicado en 1889 por El Progreso Editorial.
Desde entonces no se había vuelto a reeditar. Cuenta, además, con el aliciente
de las ilustraciones de José Riudavets y Monjó. Gema Menéndez Gómez,
egiptóloga, se ha encargado de realizar algunas correcciones y actualizar
nombres y toponimia. El breve prólogo es responsabilidad del egiptólogo Tito
Vivas.
En primer lugar, aclarar que
Eduardo Toda debió ser un hombre con una curiosidad insaciable. Se licenció en
derecho civil y canónico e ingresó en el cuerpo diplomático en 1873. En
funciones diplomáticas Toda estuvo en Macao, Hong Kong, Cantón, Shanghái. Visitó
Filipinas y otros países de asiáticos y recaló en Japón en 1882. Se dedicó a
estudiar y escribir, además de recoger piezas de interés arqueológico. Dominaba
siete idiomas (catalán, español, francés, portugués, inglés, alemán y chino).
Está considerado como el primer egiptólogo español. En 1884 fue nombrado Cónsul
General de España en El Cairo y vivió en Egipto hasta 1886. No perdió el
tiempo. Fruto de esa estancia es A través
del Egipto.
El libro es un recorrido por el
país de las pirámides. Describe monumentos, gentes, tradiciones o cultura con
incursiones en la Historia. Nos encontraremos, por ejemplo, con Cleopatra,
Julio César y Marco Antonio.
Eso sí, no podemos olvidar en qué
momento se escribió. Dada la sensiblería y el papanatismo de algunas gentes si lo
leyeran, que no lo harán, pondrían el grito en el cielo. Tiene descripciones
racistas, supremacistas y machistas. Vamos, la mentalidad de la época. Pues así
y todo me pareció una gozada. Yo aviso, las gentes “sensibles” que se abstengan
de leerlo ya que se pueden ofender.
Hay que reconocerle a Eduardo
Toda que reparte su racismo sin pudor: “El mendigo egipcio no es tan repugnante
como el de otros pueblos de Oriente, el chino, por ejemplo” (página 32). No hay que quedarse sólo con esas
opiniones.
Las referencias a la economía son
constantes y cómo las ingerencias europeas determinan la vida en Egipto.
Ingleses, franceses, italianos, turcos o griegos explotan los recursos del país
hasta la extenuación.
Nos explica también la
distribución de la propiedad de la tierra o las producciones agrícolas.
Sabremos de la vida de los fellah (campesinos)
y la miseria en la que vivían: “Es hombre sin inteligencia, cuya materia
atrofian las privaciones, y cuyo espíritu embarga la superstición” (página
111). Ven, aún con esas formas despectivas reconoce que su condición proviene
de la pobreza extrema en la que viven.
Hay muchas referencias a la vida,
si es que tal se puede llamar, de las mujeres. Bueno, tampoco es que haya
cambiado demasiado. Vean un ejemplo: “Tomó mujer [un fellah] porque tiene menos precio y más inteligencia que un
caballo, puede utilizarla labrando la tierra, cuida su persona y la convierte
en instrumento utilizable para todos los fines de la vida” (página 111).
No piensen que Toda carece de
sensibilidad: “¡Pobre mujer! Todo en Oriente conspira contra ella. La religión,
la cree imperfecta. La sociedad, la mira como un ser inferior. El hombre, la
explota y la desprecia. En las clases altas, es esclava del harén. En las bajas
esferas, víctima del trabajo. ¡Mala estrella presidía los destinos del mundo
cuando fue creada!” (página 116).
Argumentos como este, no será el
único, me hacen dudar de sus verdaderas ideas. Sus análisis y comentarios entran en contradicción. Unas veces parece un retrógrado y otras un
progresista. Tal vez las formas imperantes en el momento le condicionen su
manera de expresarse o, sencillamente, se encuentre en un debate interno del que todavía no ha salido.
Daremos un paseo por El Cairo,
sus mercados y mezquitas. Y, faltaría más, nos hablará de la religión y su
incidencia en la vida de los egipcios. A finales del XIX la religión no tenía
el peso que hoy en día: “El islamismo es una religión puramente individualista.
Poco o nada pide a la asociación, comprendiendo que el pueblo árabe no quiere
ligarse con ninguna de esas reglas de bienestar, que nosotros nombramos vida
social. Como en la familia no hay reuniones, ni en el estado grupos políticos,
ni en los oficios gremios, tampoco la religión consigue reunir en el templo a
crecido número de fieles, ni las asociaciones religiosas pueden prosperar en el
país. Cuando en los viernes el imam
sube al púlpito para las preces ordinarias, apenas consigue reunir dos docenas
de creyentes” (página 141).
Son muchas las curiosidades que
nos cuenta: “La costumbre de poner graffiti
en los monumentos es antiquísima y universal a todos los pueblos. Los he visto
en los más antiguos testimonios de la civilización humana, y los he hallado lo
mismo en la moderna Europa, que en los lejanos continentes de Asia y África”
(página 152).
¿Qué diría hoy si viera nuestras
ciudades?
Parece que las cosas no han
cambiado demasiado, vean si no: “El cólera, que en siglos pasados se llamaba
peste, solía aparecer en aquellas regiones con la misma regularidad que se manifiesta
ahora, es decir, cada 20 o 25 años. Causaba naturalmente grandes estragos entre
aquellas gentes sucias, que vivían, como hoy, de una manera ruin y miserable,
pero la ignorancia de las masas achacaba la epidemia a los cristianos, y sus
venganzas eran atroces” (página 178).
Lo dicho, igualito que hoy. Las
epidemias siguen afectando a los más pobres. Hay quienes culpan a Bill Gates de
epidemias varias o pueden pensar en Trump y a quien culpa de todos los males.
Para el caso patatas.
No podía ser de otra manera y el
cotilleo tiene su espacio. Nos enteraremos de cositas de los eunucos y los
harenes.
Eduardo Toda critica el
coleccionismo pero al mismo tiempo él colecciona: “Desde que a últimos del siglo
pasado se despertó la afición a coleccionar objetos antiguos, han sido
innumerables las piedras, los bronces, las estatuas y los cadáveres arrancados
de aquellas necrópolis, que hoy llenan las vitrinas de nuestros museos públicos
y particulares” (página 272).
Dentro de ese afán por destruir y
coleccionar llama la atención la moda de utilizar la droga de momia. Al parecer con las momias se hacían polvos,
bálsamos y aceites muy usados en la medicina. Sin comentarios.
Y por esa senda nos adentra en el
mundo de las momias, sus aderezos y los sepulcros. Entraremos en el interior de
las pirámides y subiremos por el Nilo hasta llegar a Asuán visitando los
monumentos del recorrido.
No deja de lado la esclavitud y
la hipocresía de los ingleses con respecto a esa lacra: “Inglaterra es
filantrópica hasta el límite que su conveniencia le señala” (página 449).
Lo dicho, con A través del Egipto realice un viaje por
ese impresionante país muy interesante, entretenido y que me gustó un montón.
Al final del libro, Eduardo Toda
nos cuenta una historia de la cual no tenía ni idea.
En el siglo XVIII hubo un
proyecto para anexionar los países del mar Rojo y Alto Egipto a la corona de
España, aprobado por Felipe V. El artífice
de la idea fue un tal Conde de Esneval. Dedica varias páginas a contar lo
sucedido y al parecer todo se quedó en una estafa. El Conde de Esneval resultó
ser un caradura de cuidado con gran capacidad para embaucar incautos, aunque
fuesen de alta alcurnia. Este vividor, de nombre Pedro Joseph Le Roux, Conde de
Esneval, contó con la ayuda del Padre Joseph Augusto de la orden de San
Cayetano. Debieron liarla bien. Bueno, un poco sí, ya que el señor Conde llegó
a enarbolar la bandera de pirata en un barco financiado por la corona española.
Otros dos se le hundieron. No debieron hacer muchos amigos y ambos, el P. Joseph
Augusto y el Conde de Esneval, acabaron en el Tribunal del Santo Oficio de
Sevilla en 1743 con varios cargos, entre ellos el de pertenecientes a la
masonería.
Hay un articulo de Juan Gómez
Fernández titulado Inquisición y
masonería en el Puerto del Siglo XVIII (los casos del P. Joseph Augusto y el
Conde de D´Esneval) y publicado en Revista
de historia de El Puerto, ISSN 1130-4340, Nº 54, 2015, págs. 9-25.
Los amantes de los viajes, de la
arqueología, los egiptólogos, los historiadores y curiosos en general creo que
encontrarán este libro muy interesante.
Repito, me gustó, me lo pasé muy
bien con su lectura, busqué datos olvidados y rememoré lugares visitados.
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