Es un asesino, por más señas un asesino
de corruptos. Psicópata ilustrado. Se llama Fortunato y está enamorado hasta
las trancas de Claudita. Es el protagonista de El asesino inconformista de Carlos Bardem.
Hay que reconocer que Fortunato
es un tipo meticuloso. Nada de escabechinas, sus trabajos son limpios. Nunca le
han pillado. Cuenta con la inestimable colaboración de los que mandan de
verdad.
Fortunato
no tiene remordimientos, es más, piensa que está haciendo un bien a la sociedad.
No mata a cualquiera, tiene un código por el que se guía. Elige si lo hace o no
dependiendo de los objetivos y siempre según sus criterios. Oigamos sus
argumentos: «Odio a los nazis. Odio a los fachas. Odio a la gente que roba y
abusa de los débiles, a la gente codiciosa que se enriquece a cambio del hambre
y la enfermedad de los demás. Por supuesto, a los que abusan de niños. Curas
incluidos. A gentuza de esta, a psicópatas de estos, a los que aprovechan el
poder y el dinero para liberarse, a los que la justicia nunca alcanza, los mato
sin problemas. No me ofrezcas nada que no sea esto. Es mi manera de salvar el
alma y la cordura».
Lo dicho,
sus asesinados son mujeres y hombres corruptos.
Fortu es
un misántropo. Su único amigo, si tal se puede llamar, es Fernández, el
encargado de comunicarle sus objetivos. Fernández se mueve por las cloacas del
Estado. Es un
caradura escéptico, aunque en su insolencia verbal hay algo de verdad: «
¿Justicia? Bueno, ya se sabe, la justicia civil está para que los ricos roben y
la penal para que los pobres no les roben a ellos».
Personajes
y situaciones que siendo ficticias nos llevan a ponerles nombres y caras de
nuestra realidad política. Desde luego es fruto de la imaginación, cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia. Bueno, o no tanto.
La
política, la corrupción política, es uno de los temas que aborda la novela. En
este sentido Bardem no necesito documentarse mucho, la lectura diaria de la
prensa le abasteció sobradamente de argumentos.
Permítanme
un recordatorio que tal vez pudo servir de inspiración al autor. Según recoge
la prensa se han producido catorce muertes,
suicidos y accidentes, entre personas implicadas en los asuntos de
corrupción del PP. No me negarán que esas «coincidencias» estimulan la imaginación
de cualquiera.
No
piensen que Fortunato se pasa el día matando corruptos, aunque sí se ciñera a
la realidad española estaría haciendo horas extras de continuo. Nos cuenta su
primer encargo que tuvo lugar en Zanzíbar y el último, de momento.
El cine y
el teatro impregnan toda la novela. Es un buen momento para descubrirles que
Fortu escribe, incluso tiene una obra de teatro finalizada. Les destripo otro
dato, es licenciado «en algo tan despreciable socialmente como Filosofía y
Letras».
Luego está el amor. Fortunato y Claudita son
dos seres, diré que especiales, que han decidido unir sus vidas y soldarlas
contra todo elemento externo. Ese afán de consolidar y hacer de su relación
algo eterno les lleva a continuas reflexiones sobre sus sentimientos y las
relaciones de pareja. Esas indagaciones personales se asientan en el
convencimiento absoluto de que la otra persona es la perfecta e ideal.
El asesino inconformista tiene trazas de
novela negra, de novela de amor, amplias pinceladas sobre el teatro, pero sobre
todo es una novela social, política. Los asesinatos son un elemento menor, que
no despreciable, que se justifican en la mente de un asesino psicópata que vive
en una sociedad corrupta en la que los políticos enfangados se van de rositas.
Fortunato es, como se dice en algún momento en la novela, un justiciero a lo
Charles Bronson, versión española, por supuesto, mucho más inteligente y con un
pensamiento más elaborado. Será por aquello de la licenciatura en Filosofía y
Letras.
Creo que
Carlos Bardem se ha abierto un hueco en la literatura patria y sabe enmarcar en
historia entretenidas un elevado contenido político.
Léanlo y
podrán comprobar lo cerca que se van a encontrar de un asesino psicópata.
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