11 ago 2021

Asesino de corruptos

 

  Es un asesino, por más señas un asesino de corruptos. Psicópata ilustrado. Se llama Fortunato y está enamorado hasta las trancas de Claudita. Es el protagonista de El asesino inconformista de Carlos Bardem.
  Hay que reconocer que Fortunato es un tipo meticuloso. Nada de escabechinas, sus trabajos son limpios. Nunca le han pillado. Cuenta con la inestimable colaboración de los que mandan de verdad.
  Fortunato no tiene remordimientos, es más, piensa que está haciendo un bien a la sociedad. No mata a cualquiera, tiene un código por el que se guía. Elige si lo hace o no dependiendo de los objetivos y siempre según sus criterios. Oigamos sus argumentos: «Odio a los nazis. Odio a los fachas. Odio a la gente que roba y abusa de los débiles, a la gente codiciosa que se enriquece a cambio del hambre y la enfermedad de los demás. Por supuesto, a los que abusan de niños. Curas incluidos. A gentuza de esta, a psicópatas de estos, a los que aprovechan el poder y el dinero para liberarse, a los que la justicia nunca alcanza, los mato sin problemas. No me ofrezcas nada que no sea esto. Es mi manera de salvar el alma y la cordura».
 Lo dicho, sus asesinados son mujeres y hombres corruptos.
  Fortu es un misántropo. Su único amigo, si tal se puede llamar, es Fernández, el encargado de comunicarle sus objetivos. Fernández se mueve por las cloacas del Estado. Es un caradura escéptico, aunque en su insolencia verbal hay algo de verdad: « ¿Justicia? Bueno, ya se sabe, la justicia civil está para que los ricos roben y la penal para que los pobres no les roben a ellos».
  Personajes y situaciones que siendo ficticias nos llevan a ponerles nombres y caras de nuestra realidad política. Desde luego es fruto de la imaginación, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bueno, o no tanto.
  La política, la corrupción política, es uno de los temas que aborda la novela. En este sentido Bardem no necesito documentarse mucho, la lectura diaria de la prensa le abasteció sobradamente de argumentos.
  Permítanme un recordatorio que tal vez pudo servir de inspiración al autor. Según recoge la prensa se han producido catorce muertes,  suicidos y accidentes, entre personas implicadas en los asuntos de corrupción del PP. No me negarán que esas «coincidencias» estimulan la imaginación de cualquiera.
  No piensen que Fortunato se pasa el día matando corruptos, aunque sí se ciñera a la realidad española estaría haciendo horas extras de continuo. Nos cuenta su primer encargo que tuvo lugar en Zanzíbar y el último, de momento. 
  El cine y el teatro impregnan toda la novela. Es un buen momento para descubrirles que Fortu escribe, incluso tiene una obra de teatro finalizada. Les destripo otro dato, es licenciado «en algo tan despreciable socialmente como Filosofía y Letras».
  Luego está el amor. Fortunato y Claudita son dos seres, diré que especiales, que han decidido unir sus vidas y soldarlas contra todo elemento externo. Ese afán de consolidar y hacer de su relación algo eterno les lleva a continuas reflexiones sobre sus sentimientos y las relaciones de pareja. Esas indagaciones personales se asientan en el convencimiento absoluto de que la otra persona es la perfecta e ideal.
  El asesino inconformista tiene trazas de novela negra, de novela de amor, amplias pinceladas sobre el teatro, pero sobre todo es una novela social, política. Los asesinatos son un elemento menor, que no despreciable, que se justifican en la mente de un asesino psicópata que vive en una sociedad corrupta en la que los políticos enfangados se van de rositas. Fortunato es, como se dice en algún momento en la novela, un justiciero a lo Charles Bronson, versión española, por supuesto, mucho más inteligente y con un pensamiento más elaborado. Será por aquello de la licenciatura en Filosofía y Letras.
  Creo que Carlos Bardem se ha abierto un hueco en la literatura patria y sabe enmarcar en historia entretenidas un elevado contenido político.
  Léanlo y podrán comprobar lo cerca que se van a encontrar de un asesino psicópata.

 

 



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