El suicidio es una cosa seria. En
España, en el 2020, se registraron 3941 suicidios, una media de 11 personas por
día. Aunque dicen que comparativamente con otros países no es una cifra muy
elevada a mí me lo parece.
Esta introducción viene a cuento
de que, como probablemente ya sabrán, Los
vencejos de Fernando Aramburu narra, en primera persona, la cuenta atrás de
un futuro suicida.
Tras el éxito de Patria muchos lectores es posible que
esperen otra novela que les llene tanto. Me temo que sus expectativas no se
verán cumplidas.
Toni, 54 años y profesor de
filosofía en bachillerato, pone el reloj en cuenta atrás y decide suicidarse
doce meses después. La acción transcurre entre agosto de 2018 y julio de 2019.
El protagonista redacta cada
noche algo parecido a un diario en el que narra con total libertad lo que le
pasó en la jornada, lo que piensa y lo que le sucedió tiempo atrás. Pero no se
crean que se trata de una novela en la que todo se mueva en torno al suicidio,
nada de eso. El suicidio es la excusa para que Toni tenga la oportunidad de darnos
su opinión sobre su vida y sus relaciones personales, pero también sobre otros
muchos temas.
Lo diré ya, Toni me cayó cómo una
patada. Me parece un personaje repelente. En ningún momento me dio pena. Es un
tipo poco sociable, machista, misógino, poco decidido y un montón de cosas más,
ninguna buena. No encontré nada loable en él.
Desde luego no se lo voy a
destripar.
Su relación con Amalia, su mujer,
fue penosa y acabó como el rosario de la aurora. No fue mejor con su hijo,
Nikita. Da igual que sean sus padres, suegros o su hermano, con todos el trato
es tenso y nada cariñoso. El caso más denigrante es el de Agueda. Con ella tuvo
una relación de jóvenes y vuelven a encontrarse, Toni le da un trato vejatorio
y la menosprecia. No es un buen tipo. Hasta con su amigo, el único que tiene,
Patachula resulta desagradable. Se salva, y no siempre, Pepa, su perra.
En bastantes ocasiones Toni
endilga al lector un mitin sobre cuestiones sociales o de actualidad. Es cómo
sí por ser filósofo tuviera la necesidad de opinar sobre todo. Aparecen también
muchas citas de filósofos o escritores. Entre
uno y otro el libro se va a las 698 páginas. Le cogí tanta tirria al personaje
que me resultó pesado en algunos tramos.
Nos queda una incógnita que puedo
descubrir. Toni recibe anónimos, no llegaremos a saber quien se los envía.
Vivimos en estos tiempos un
puritanismo cargado de papanatismo que lleva a mucha gente a rasgarse las
vestiduras por cuestiones inimaginables hace unos años. Estamos ante una obra
de ficción y por lo tanto el autor tiene, tendría que tener, libertad para
escribir lo que considere oportuno para dar sentido a su obra. Pues va a ser
que no. Hay quienes se han ofendido por que en Los vencejos se trata a las mujeres como meros objetos sexuales. ¿A
que viene sentirse tan ofendidos? ¿Acaso no es algo que ocurre todos los días? ¿No
existe la prostitución? ¿No hay pederastas? Me parece hipócrita escandalizarse
por lo que se dice y hace en una novela y no en la vida. Son, desde luego,
conductas reprobables pero constreñir el arte me parece muy peligroso. Hoy es
casi impensable que se pudiera hacer una película como Tamaño natural de Luis García Berlanga, protagonizada por Michel
Piccoli.
He leído una crítica en la que su
autor reprocha a Fernando Aramburu que el personaje más simpático sea un votante
de la extrema derecha. No entiende lo que quiere decirnos. Me parece el colmo
para un profesional de la crítica. Si no lo entiende será su problema no de Aramburu.
Además como el libro no es lo que esperaba ese crítico le da por arriba y por
abajo. En fin.
Los vencejos no es Patria
ni nada por el estilo. El contenido puede resultar poco, o nada, adecuado para
almas sensibles y con propensión a
ofenderse con facilidad. Personalmente, ya lo comenté, Toni me parece
deleznable, pero eso me pasa con muchos personajes. No es un libro para
relajarse, todo lo contrario, tensa.
Para saber más tendrán que
leerlo. Acérquense sin prejuicios, sin expectativas. Léanlo y podrán opinar por
sí mismos. Lo tienen a su disposición en las bibliotecas públicas. Si no les
engancha, no fuercen, devuélvanlo, busquen y encontrarán alguno de su agrado.
Los libros no hay que leerlos a la fuerza.
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