Hay ciudades a las que se va por
un monumento, su arquitectura… Entre ellas está Granada. Su nombre evoca otro,
la Alhambra, y eso son palabras mayores. Se ha dicho y escrito tanto, y tan
bien, sobre ella que sin haberla visto apetece visitarla. Nunca defrauda. Da
igual las veces que la hayas recorrido, siempre enamora.
No hace falta que les hable de
los palacios nazaríes, el Patio de Comares o de los Arrayanes, del Patio de los
Leones, las torres, la Alcazaba o el Generalife. Todos y cada uno de ellos con
su encanto particular. No hace falta conocer la historia, ni tampoco tener
conocimientos arquitectónicos, simplemente hay que disfrutar con lo que se ve.
¡Y vaya si se disfruta! La Alhambra es un placer para la vista, para el oído y
en tiempo de primavera o verano para el olfato.
Si por dentro cautiva, vista
desde el Paseo de los Tristes o desde los miradores del Albaicín, incluido por
supuesto el Mirador de San Nicolás, es una auténtica pasada. Por cierto, en ese mirador de San Nicolás
siempre hay un grupo de animación aflamencado. Los intérpretes hacen horas
extras y hay poca renovación, parecen formar parte del mismo grupo. Al
atardecer algunas de las voces arrastran las palabras y se han vuelto más
profundas, sus ojos entrecerrados despiden al sol que les ha calentado durante
todo el día.
Desde cualquier rincón la
Alhambra merece la pena su contemplación, y cómo no, una fotografía.
Sí tuviera que ponerle una pega
es al Palacio de Carlos V. Me parece un pegote mal puesto que rompe la armonía
del conjunto. Ya sé que simboliza el triunfo del cristianismo sobre el Islam,
pero cómo no poseo ningún ardor guerrero, ni mucho menos apelo a falsas
grandezas históricas, lo veo como una aberración arquitectónica.
En la Alhambra también llaman la
atención algunos guiris. En el mes de diciembre van de pantalón corto, camiseta
y chancletas. El aire de Sierra Nevada se encarga de ponerles finos. Lo de las
chancletas es mucho. Al final, y después de pasarse por el Albaicín, los chinos
les tienen que destrozar los pies. Aclaración: en Granada llaman chinos a los
cantos rodados de las calles. Más vale andar con calzado con una buena suela,
en caso contrario prepárense para las consecuencias.
Granada es más, por si la
Alhambra fuera poco. Es también la ciudad de García Lorca y recorriéndola se
puede rememorar al poeta y su poesía. Y hablando del poeta granadino hay que
mencionar El Sacromonte, barrio gitano donde perviven tablaos que hacen las
delicias de los turistas. A su vera se encuentra otro de los barrios más
populares, el Albaicín. Calle arriba, calle abajo podemos contemplar bellos
rincones. Más allá de los turistas viven granadinos que cuidan su entorno y
nuestras fotos salen preciosas.
La Alhambra, siempre la Alhambra,
pero hay otro lugares que merecen una visita. El Corral del Carbón, la Casa
Horno de oro con su alberca central, el Palacio Dar al-Horra desde el que se
contemplan unas magníficas vistas del Albaicín alto o el coqueto Bañuelo, baño
árabe. La entrada para estos Monumentos Andalusíes cuesta cinco euros. Hablando
de precios de entradas, la de la Alhambra, la general, es de catorce euros.
Las visitas a las catedrales son
casi obligadas. En nuestro solar patrio el arte, durante muchos siglos, era
principalmente religioso. Pues la de Granada también la merece, cuyo nombre
agota solo con pronunciarlo: Santa y Apostólica Iglesia Catedral Metropolitana
Basílica de la Encarnación de Granada. Llama la atención, en la noche, la
escasa iluminación de este edificio. Será cuestión de ahorro energético, por
decir algo. Acostumbrado a ver otras catedrales iluminadas esta resulta pobre.
Anexa a la Santa y Apostólica
Iglesia Catedral se encuentra la Capilla Real. En ella se encuentran,
supuestamente, los féretros de los Reyes Católicos, de Juana I de Castilla,
Juana la Loca, y su esposo, Felipe I de Castilla, alías Felipe el Hermoso. El
sepulcro de los Reyes Católicos es obra del escultor italiano Domenico Fancelli
y está realizado en mármol de Carrara. Olvídense
de hacer fotos en su interior, está prohibido. Explicación ninguna, a no ser
que sea para vender postales, esas cosas que compran los coleccionistas y poco
más. Todavía no se han enterado de la publicidad que supondría la presencia de
la Capilla Real en las redes sociales.
La importancia del arte religioso
en España ha sido sobresaliente. La iglesia, las órdenes religiosas, obispos y
arzobispos, competían entre sí para ver quien construía el mayor y más rico
edificio, todo ello para mayor gloria de su dios. Toda ciudad que se precie,
antes y ahora, tiene varios edificios religiosos de cierto relieve. Granada no
podía ser menos, y por la relevancia histórica que tiene, está plagada de
iglesias y monasterios. Esas manifestaciones artísticas no se pueden desdeñar y
creo que es necesario visitarlas.
Una de esas visitas obligadas es
el monasterio de San Jerónimo. Edificio renacentista, fue el primer monasterio
que se construyó en Granada tras la conquista de la ciudad por los cristianos.
Allí está enterrado el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de
Aguilar. En su interior destaca el retablo manierista de la capilla mayor y las
pinturas murales, del siglo XVIII, que ocupan una gran superficie.
Nada más traspasar la puerta de
la iglesia el visitante recibe una enorme sorpresa. Tras una ojeada panorámica
hay que fijarse en los detalles de las pinturas y el gran retablo central. La
iglesia es una pasada. Hay mucho que ver, el conjunto es hermoso.
Tampoco podemos dejar sin conocer
la Basílica de San Juan de Dios, distante unos cien metros de la anterior, un
buen ejemplo de iglesia barroca. Se construyó entre 1737 y 1759. En el barroco
la exuberancia ornamental inunda las artes, San Juan de Dios no se queda atrás.
El interior está decorado suntuosamente con madera policromada, predominando el
dorado, color que representa a Dios, simboliza alegría, la pureza. La
ornamentación en oro se completa con otra en plata, retablos y pinturas
murales. El conjunto apabulla al visitante
El retablo mayor en imponente. En
la parte superior de la basílica se encuentra un camarín, detrás del altar, que
dicen que alberga los restos del santo en un arca de plata maciza. Esa pequeña
capilla tiene unas puertas que dan a la iglesia, que se abren y cierran, con el
fin de resaltar la importancia de lo que allí se contiene. El púlpito está
ricamente tallado. El efecto pretendido de mostrar a los fieles la grandiosidad
de su dios está plenamente conseguido, cómo también la de la Iglesia, desde
luego.
Granada no se reduce a esto, por
supuesto, estas son algunas de las visitas que considero obligadas. Desde luego
no puede faltar el callejear, siempre y en todo lugar, y tampoco podemos
olvidar las plazas de abastos que nos aproximan al día a día de los habitantes
de la ciudad.
Granada es la Alhambra, el
Albaicín, el Sacromonte… es una ciudad para pasearla y admirar lo que fue y lo
que es.
Venid los que nunca fuisteis a
Granada.
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