La política española me exaspera. Aquello del
servicio público o el interés general desapareció. Los políticos profesionales
alardean de su compromiso social pero la realidad los contradice. No digo que
España sea diferente, que lo parece, pero mirar para Estados Unidos, por
ejemplo, no me consuela.
El PP lleva muy mal la perdida del poder.
Cuando eso ha sucedido comienza la crispación. ¿Estoy diciendo que son los
culpables de las tensiones y enfrentamientos sociales en el país? Sí, y ahora
cuentan con el refuerzo por su extrema derecha y la ayuda inestimable, para
ellos, de Isabel Díaz Ayuso. No olvido el apoyo mediático.
No exagero, con un poco de objetividad se
puede demostrar. Desde el «váyase, señor González» hasta el «Gobierno
ilegítimo» de Sánchez pasando por todo tipo de insultos, bulos y mentiras
descaradas hemos tenido que soportar unos discursos alarmistas y cansinos.
Quieren llegar al Gobierno por agotamiento y aborrecimiento ciudadano.
El Partido Popular ante su incapacidad para
hacer oposición, no diré que constructiva, ha recurrido a la Unión Europea. No
es de ahora, de la reunión de los populares en Budapest, ya llevan tiempo con
el desprestigio internacional del gobierno de Sánchez y por ende de España.
Venga, no se enfaden. Con un poco de
desapasionamiento no lo podrán negar.
Y el PSOE ¿qué?
Pues que quieren que les diga. Anda en una política errática que nos está
trayendo a mal traer. La consistencia ideológica socialista la perdieron hace
años y con Pedro Sánchez han apostado por el pragmatismo improvisado. ¡Anda que
no se han gastado millones en ayudas para todos los sectores! Pues ni con esas
han sido capaces de atraer a una parte muy importante de la sociedad. El relato
lo han ganado la derecha y extrema derecha, casi indiferenciables.
Los socialistas
también han recurrido al ala protectora de la UE. El último ejemplo ha sido
como han tirado del borrador de la Comisión de Venecia para justificar la Ley
de Amnistía. Una aclaración. La Comisión Europea para la Democracia a través
del Derecho, conocida como Comisión de Venecia, es un órgano consultivo del
Consejo de Europa en materia constitucional.
No es el único
caso. Hay muchos más y cada dos por tres, tanto el PP como el PSOE, se pasean
por Bruselas para contrarrestar los argumentos de uno y otro en cuestiones
nacionales.
El caso de la
renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) también ha llegado a
Bruselas. La cosa está tan liada que han tenido que recurrir a la mediación del
comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders, para salir del atolladero. Les
recuerdo que el CGPJ lleva más de cinco años sin renovarse y ¿quién no quiere?
El Partido Popular. No valen disculpas. Las leyes hay que cumplirlas y si no
gustan se cambian, pero primero acatarlas. Esto significa que el PP está fuera
de la ley en esta cuestión.
Recurrir a un
mediador significa reconocer la incapacidad de dialogar y llegar a acuerdos
pensando en la sociedad. Culpas compartidas, aunque uno tenga más inclinada la
balanza a su favor. Sí, ese mismo.
No ha sido el
único mediador o en este caso verificador, para el caso patatas. El salvadoreño
Francisco Galindo Vélez fue elegido por el PSOE y JxCat (Junts per Catalunya)
para «verificar» el cumplimiento de los acuerdos entre ambos partidos. Los
independentistas de Junts tienen que dar botes de alegría, han logrado
internacionalizar el «conflicto catalán».
Una nueva
demostración de la falta de entendimiento entre partidos políticos españoles.
Perdón, perdón, entre uno español y otro catalán.
Sus estupideces,
falta de rigor, incapacidad para resolver los problemas reales de los
ciudadanos, sus mentiras, en algunos casos sus chulerías, me agotan.
El último
esperpento al que asistimos es el caso «Koldo». Igual acaba también en
Bruselas. Cuando nos enteramos de quien es este personaje no dábamos crédito,
creo que en esto coincidimos todos, excepto quien le dio el puesto, el ministro
Ábalos. Reconozco que pasé del estupor a la risa, a esa risa triste de
incomprensión e incredulidad. Ábalos debería dimitir no por ser culpable, de
momento no está acusado de nada, si no por haber contratado a un hombre sin
ninguna cualificación para el puesto, que además le engañó siendo su hombre de
confianza. Por vergüenza tenía que dejar su escaño.
Ya se que no
tiene que ver con lo demás, pero no me resisto a no comentarlo.
Problemas los
tienen en todos los países, pero los resuelven entre ellos. En estos momentos
me acuerdo de Bélgica que formó gobierno federal en 2020 tras 493 días después
de las últimas elecciones, celebradas en mayo de 2019, y 650 después de la
caída del gobierno presidido por Charles Michel. Se pusieron de acuerdo
socialistas, liberales ecologistas, tanto flamencos como francófonos, y
democristianos flamencos. Un batiburrillo de cuidado, pero que yo recuerde no recurrieron
a nadie fuera del país.
La política
española está encabronada. Los instintos más primarios están aflorando en los hooligans
y la extrema derecha campa a sus anchas. El gobierno de coalición no anda
nada fino. La amnistía no supone la renuncia de ninguno de los objetivos
nacionalistas, lo cual enfurece a los ciudadanos no nacionalistas. No van a
rebajar ninguna de sus pretensiones. De echo ya han conseguido un montón de
millones más para financiarse, que digan lo que digan, va en detrimento de
otras autonomías como la asturiana.
Señores del
gobierno, no sigan insistiendo, han cedido a la amnistía para gobernar y los
nacionalistas les están chupando la sangre y, sobre todo, la caja común. Al PP
no le digo nada, para qué. Bueno, seré iluso. Ni unos ni otros me leen y si
alguno lo hiciera por confusión les importaría un pito lo que yo diga. Ese no
es el problema. La cuestión radica en la separación entre los ciudadanos y una
élite política que se escuda en la sociedad para lograr sus fines particulares,
los de sus amigos y los de aquellos que mueven los hilos, es decir, grandes
grupos financieros y empresariales.
Si en el PP y
PSOE quedara algo de responsabilidad, y vergüenza, siempre vergüenza,
resolverían los problemas donde hay que solventarlos, en el Parlamento. Son tan
necios que no se dan cuenta que están quedando como tontos del culo ante toda
la Unión Europea.
Miren, con estas
cosas no se juega. Se empieza pidiendo mediadores internacionales y se acaba
suplicando por un Trump o un Milei.
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