Son muchas las obras literarias que mezclan
ficción y realidad. En el caso de las novelas históricas es más evidente y
pueden llegar a conducir a errores a un lector no muy avezado en Historia. Esto me lleva a pensar en autores
que con sus novelas están contribuyendo a un revisionismo político de forma
sutil. Hay uno, que tiene fama de tener mala leche, al que se le atribuyen
maniobras de blanqueamiento histórico con el franquismo y la Guerra Civil.
Acabo de leer un libro que… No sé… Sí que sé.
Me llevó a recordar tiempos muy duros de este país. Sí, de España, que no me
cuesta decirlo. Me produjo cierto desconcierto, sobre todo porque puede
conducir a malinterpretaciones. ¿Estoy suponiendo que pueda haber lectores que
saquen conclusiones erróneas? Si.
¡Menuda sobrada!
Me estoy refiriendo a Las fieras de
Clara Usón.
La novela se desarrolla en los años 80 del
siglo pasado en el País Vasco. En esos años ETA asesinaba a unas cien personas
al año, cometían un asesinato cada tres días. En su haber cuenta, además, con
más de 3000 heridos y 86 secuestros. Recuerden, ETA inició su macabra andadura
en 1958 y se disolvió en octubre de 2011.
En esos años, los 80, aparecieron los GAL
(Grupos Antiterroristas de Liberación) grupo paramilitar que practicaron la
denominada «guerra sucia» o «terrorismo de Estado». Estuvieron activos entre
1983 y 1987. En su haber se les anotan 27 asesinatos.
A esa etapa tan terrible de nuestra historia
reciente la han denominado los «años de plomo».
Hay mucha información sobre ambas
organizaciones terroristas, unas con rigor y otras muy panfletarias y
partidistas. Aún levanta muchas ampollas en la sociedad y no es difícil caer en
un engaño. Hace trece años que desapareció ETA y el PP y Vox siguen
refiriéndose a ella como si aún estuviera asesinando.
Las fieras es una novela que
entremezcla realidad y ficción. Hay dos protagonistas una real, Idoia López
Riaño, «La Tigresa», terrorista de ETA y Miren, personaje ficticio, joven hija
de policía perteneciente a los GAL.
Hay otros personajes que componen el cuadro.
El padre y la madre de Miren; Julen, un joven abogado vinculado a los abertzales;
Irene, amiga de Miren; Amadeo, Policía Nacional. Con cada uno de ellos Clara
Usón da una visión más amplia, la suya, sobre aquellos años.
No hay un único narrador. Por un lado,
tenemos a uno en tercera persona que nos cuenta la vida de Miren; por otro, a
María Ortega, otro personaje, que nos da su perspectiva de los acontecimientos
y que manifiesta su opinión de forma continuada, llegando a establecer un
diálogo, ficticio, con «La Tigresa», en los que contraponen sus
interpretaciones de los hechos. Por su parte, los monólogos de Amadeo nos dan
la versión-justificación de un miembro de las fuerzas de seguridad del Estado.
Usón hace un retrato de la vida en Euskadi,
como está dicho, y a los
asesinados se suman los muertos por drogas, especialmente la heroína. En este
tema también hay discusiones.
En la década de los 80 el consumo de la
heroína se extendió muy rápido y con unos efectos devastadores entre la
juventud. En el País Vasco se propagó, desde medios abertzales, que las drogas fueron
introducidas por los cuerpos de seguridad para desactivar la movilización de
los jóvenes. Afirmaron que ETA se encargó de intentar acabar con los
traficantes, incluso por medio de los asesinatos. Por contra se dijo que lo que
ETA hizo fue quitarse de en medio a competidores en el tráfico de drogas ya que
una parte de su financiación procedía del trapicheo.
Los que vivimos aquellos tiempos, y no éramos
unos niños, vimos como la heroína se extendía por los barrios de clase
trabajadora y los más pobres. Conocimos a chicos, la mayoría eran chicos, a los
que la puta droga se los llevó por delante. No fue exclusivo de Euskadi ni
mucho menos. La plaga se adueño de calles, bares y descampados en Asturias,
Galicia, Madrid… por toda España.
El machismo está presente tanto entre
los abertzales como entre los
cuerpos policiales, era un mal de la sociedad española que aún perdura y parece
que vuelve por esos fueros.
Por más que lo pienso la mezcla
realidad-ficción tratándose de ETA y los GAL no me parece acertada. Los
lectores más jóvenes, o aquellos que no conozcan un poco la historia, creo que
pueden llegar a conclusiones no muy acertadas. No lo sabemos todo, nos falta
información y los historiadores tendrán que revisar muchas de las cuestiones
que hoy creemos saber, pues imagínense sí las fuentes de información son
novelas.
La autora, Clara Usón, afirmó en una
entrevista que «los asesinatos de Lasa y Zabala con torturas durante dos días
[por los GAL] se ve casi peor que el caso de Khashoggi, periodista saudí
asesinado en el consulado saudí de Estambul». El asesinato se produjo el 2 de
octubre de 2018.
El asesinato de Lasa y Zabala se produjo en
1983. Fueron torturados, asesinados y enterrados en cal viva. Sus cuerpos no se
identificaron hasta 1995. La Audiencia Nacional condenó por estos hechos al
general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo, al gobernador civil
Julen Elgorriaga, al teniente coronel Ángel Vaquero y a los agentes Enrique
Dorado y Felipe Bayo. Da igual que fueran terroristas de ETA, fue un crimen de
Estado.
En treinta y cinco años cambiaron mucho las
cosas, sobre todo en España. La comparación me parece improcecente.
Dicho esto, en aquellos años muchos
ciudadanos estaban de acuerdo con parar a ETA por el medio que fuera. Llegó un
momento en que los GAL se utilizaron como arma arrojadiza para acabar con el
gobierno de Felipe González. Durante años el periódico El Mundo, con su
director al frente, Pedro J. Ramírez, se sirvió de esa cuestión para desbancar
a González. El PP entró a ese juego y sigue hablando de ETA, que no del GAL.
En Italia con las Brigadas Rojas fueron muy
expeditivos, al igual que en Alemania con la Baader- Meinhof. Con esto no estoy
justificando nada, expongo diferencias entre unos países y otros ante la
«guerra sucia» de los estados. También podríamos recordar las actuaciones de
los británicos en Irlanda o Francia en Argel.
Los crímenes son crímenes independientemente
de quien los cometa, pero cuando es un Estado son más execrables.
Buscando información me encontré con que la
autora afirmó que para escribir sobre «La Tigresa» se basó en la documentación
existente ya que renunció a un encuentro con ella. Esta información fue
publicada en 20 minutos el 22 de mayo de 2024. Me parece increíble. No
sé si podría conseguirla o no, pero renunciar a hablar con Idoia López Riaño es… ¡Una escritora habla de
un personaje vivo y renuncia a entrevistarla!
Esta es mi opinión. Léanlo y se podrán hacer
la suya, pero por favor, luego recurran a la bibliografía existente sobre ese
período escrita por historiadores solventes.
Comentario para Cadena Ser Occidente 2 julio 2024
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