Al
llegar a Atenas intenté comprobar los desastres causados por Syriza. Mi memoria
regurgitó muchas de las informaciones
recibidas en España y… me encuentro con una gran urbe atestada de gente y
tráfico. Aparentemente el caos no es mayor que en Madrid o Barcelona.
La
ciudad se extiende a lo largo de muchos kilómetros. No hay edificios de grandes
alturas. Su área metropolitana acoge a unos cuatro millones de almas, como
diría Pascual Madoz, toda Grecia no llega a los once.
Las
gentes van pendientes de su móvil. Comen y beben mientras caminan. Lían sus
cigarrillos. Las terrazas de los bares están ocupadas. De vez en cuando me topo
con indigentes que piden o duermen en la calle. Nada que no vea cualquier día en
Oviedo o Gijón.
Hay
algo que me llamó mucho la atención: la cantidad de grafitis en la ciudad. Es
el paraíso de los grafiteros. No hay calle que se libre. Y no hablo del extrarradio,
el centro está hasta arriba. Es tal la cantidad de pintadas que hay que los
turistas ya se hacen fotos con esos fondos.
Hay
otra realidad muy visible: la ciudad está poco limpia. Como también son muy
visibles los gatos. Muchos, muchos gatos. Me parece a mí que no se han
planteado eso del control gatuno. Son bien recibidos incluso en las terrazas de
los restaurantes.
Las
zonas guiri parecen seguras. El deambular resultó tranquilo en todo momento. De
vez en cuando se ve un grupo de policías que departen entre ellos en plan
pachorra. No parecían estar muy estresados.
La
crisis, a vista de turista, no se nota de forma especial. La procesión debe ir
por dentro. Al parecer Grecia tiene una deuda del 179 por ciento del PIB. Es el
segundo país con mayor endeudamiento respecto a su producto interior bruto
(PIB). Su deuda per cápita es de 29.020 euros (datos referidos a 2016).
¿Saben
lo que me gustó mucho?: la amabilidad de los griegos.
Las
cosas del comer y beber nos las ponen muy fáciles. En algunos restaurantes
tienen carta en español y no es raro toparse con camareros con los que puedes
entenderte. Y digo esto ya que ellos ponen todo el esfuerzo y yo mi más que
deficiente inglés, lo cual significa que no hablo nada de nada.
Un
viaje turístico da para lo que da.
Y
Atenas es la Acrópolis, omnipresente en la retina de los turistas que no nos
cansamos de fotografiarla desde todos los ángulos posibles. Antes de acceder a
ella tomamos, no iba solo, el primer contacto con el famoso barrio de Plaka.
Tiendas, restaurantes y bares esperan las riadas de visitantes. Desde esta zona
comienza el peregrinaje hacia la ciudad alta.
Como
el sol aprieta nos hacemos con provisión de agua. Luego vendrá la ascensión y
las colas para hacer fotografías. Idiomas y colores distintos se mezclan, a no
ser los asiáticos que esos van todos juntos persiguiendo un estandarte. A los
españoles se les oye enseguida y andan todos desmandados, cosas de nuestro
espíritu ácrata.
Varios
grupos de escolares nativos intentan hacerse un hueco. De vez en cuando los
profesores los agrupan y la cara de desolación de los impúberes es total.
Fotos
y más fotos. Perdí la cuenta de las que hice. En mi descargo he de decir que
resulta bastante difícil esquivar a los que se ponen delante del objetivo.
Tras
finalizar el recorrido la mayoría nos dirigimos hacia el Museo de la Acrópolis.
Cómo
en todos los museos la gente los recorre a velocidad de crucero. En este las
estrellas son las Cariátides, las auténticas, las que vemos en el Erecteión son
réplicas. Una de las verdaderas se encuentra en el Museo Británico, faltaría
más.
La
comida es casi obligada realizarla en uno de los restaurantes de Plaka y no
puede faltar la moussaka ni la ensalada griega. Algún que otro gato se acercará
en plan pedigüeño.
Lo
de las facturas es otro cantar. Un papel escrito a bolígrafo puede servir. En
algún caso nos entregaron media docena de tiques en los que se especificaba los
precios de lo consumido por un lado y los impuestos por otro, y a la que te
despistabas desaparecían todos.
Y
en esto del yantar no resistimos la tentación y probamos el koulouri, pan circular
recubierto de semillas de sésamo, muy común en Grecia y Turquía. Por las
mañanas son muchos los griegos que se acercan a un puesto callejero para
comprarlos. Están ricos.
Vuelvo
a los museos. No está demás darse una vuelta por el Museo Arqueológico
Nacional. Esculturas y cerámica a montones. Las cerámicas negras una
preciosidad. Algunas de las piezas que puede contemplar fueron preguntas de
examen. La más conocida es la máscara de oro de Agamenón, que suele defraudar
por su pequeño tamaño.
Callejeando por Plaka y luego Monastiraki nos acercamos al Ágora Antigua con su precioso templo de Hefesto. Desde aquí tendremos unas vistas preciosas de la Acrópolis. Siempre la Acrópolis.
Callejeando por Plaka y luego Monastiraki nos acercamos al Ágora Antigua con su precioso templo de Hefesto. Desde aquí tendremos unas vistas preciosas de la Acrópolis. Siempre la Acrópolis.
En
el barrio de Monastiraki nos tomamos un respiro, en forma de cerveza y contemplando
al personal. Una visita al baño nos deparó la sorpresa de ver un suelo
acristalado que dejaba ver unas ruinas.
Otro
punto de referencia es la plaza Sintagma. Frente a ella el Parlamento con los
cambios de guardia. Lo hemos visto tantas veces en televisión últimamente que
nos resulta muy familiar.
Desde
Sintagma parte una calle peatonal, comercial, que nos conducirá hasta la
pequeña iglesia bizantina de Kapnikarea. Esta iglesia está rodeada de modernos
edificios que la empequeñecen aún más. Es una cocada. Pensé que iba a estar
llena de turistas y no fue así, la mayoría eran personas que entraban a rezar.
La
estancia fue corta pero bien aprovechada, dio para ver lo más “gordo”: La Torre
de los Vientos, el Arco de Adriano o el Templo de Zeus Olímpico. Por cierto ¿a
que no saben lo que se ve desde ese templo? Pues sí, la Acrópolis.
Por
la noche subimos a la terraza del hotel y desde allí nos despedimos de una
Acrópolis iluminada, espléndida.
La
vida en Atenas será complicada, tal vez un poco más que en otros lugares de la
eurozona, pero no vimos que el país se esté desmoronando. No son Alemania, Francia
o el Reino Unido ¿acaso lo es España?
Una
visita agradable, piedras hermosas y unas gentes muy amables.
Atenas, la ciudad de la Acrópolis y los grafitis by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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