16 jul 2010

El mío me tiene loca.


Cuatro. Ellas solas. Dos bajo una sombrilla, las otras dos también. Todas ellas recostadas en la hamaca, tal si fuera un triclinium. Es su momento de intimidad, o casi.
Nada, que me canso de llamarle por teléfono y siempre está ocupado. Nunca tiene tiempo para mí. Lo dice la que parece la mayor. Diría que andan más cerca de los sesenta que otra cosa, aunque menudo ojo tengo yo para eso de datar a las personas. No lo dice muy enfada aunque sí dolida. Sí es que está siempre trabajando, reunido o vete tú a saber, a mí siempre me dicen eso. No se me pone nunca al teléfono. Las otras tres callan y asienten.

La sangre no llega al río. Están hablando de sus polluelos, aunque más bien serán ya gallos, y vayan ustedes a saber si de pelea, aunque lo que está claro es que se han olvidado de quien puso el huevo.
Ay, Ay, la cosa se pone fina. Ahora les toca a sus hombres. El tono cambia. Se endurece al tiempo que se vuelve irónico, muy irónico y hasta un puntito cruel, pero gracioso. Eso al menos parece al oír sus risas.
Ruidos variados impiden escuchar la conversación en su totalidad, pero ya saben que para muestra un botón.

Anda, no me hables. Un primero, un segundo, un postre y no abre la boca más que para comer. Dice una.
Otra. Cuando algo no les interesa desconectan y ahí se quedan.
La tercera. ¿Pero ahora que quería? Si es que cuando llama mi hermana se pone loco. No lo lleva. No soporta que me llame y no os digo cuando viene a casa. Una hora antes ya lo ves como si fuera un león enjaulado.
La que había estado callada hasta ahora. Las cortinas llevaban dos años sin colocarse y al final tuve que pagar por ponerlas. Pues nada, va y me espeta: ¡tú todo a lo grande! Otra. Cuando les dices: ponme esto. Sí, bueno, ahora. Ese ahora ya se sabe, ahí que se queda sin colocar. Una de ellas. Son todos iguales.
Anda que el mío, si estamos viendo la televisión parece que solo se despierta si sale Zapatero, entonces sí, sale del letargo.
Mañana está libre. Comerá y beberá lo que le de le gana. No me dará la turra. Que haga lo que quiera. Otra. El mío me tiene loca.
Se levantaron y se fueron a dar un refrescante baño.

Yo seguí en la hamaca. Mire a mi bendita, con el permiso de Elvira Lindo, enterré un poco más la cabeza y me puse colorado.
No tenemos remedio… ¿o sí?
Bajo la sombrilla. Verano 2010


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