10 abr 2011

Nostalgias peligrosas


Cuando hablamos de terrorismo la prudencia debería estar presente en cada una de las palabras que decimos. Hay personas asesinadas y familias que han sufrido y sufrirán siempre por ello. Todo el respeto es poco. Esa terrible realidad no puede estar empañada por la disputa política; además de no ser justo es miserable.

Las víctimas de actos terroristas y sus familias merecen ser escuchadas, aunque no guste lo que dicen. Tienen la legitimidad que les da su dolor y las leyes. Nadie puede estar en contra de la derrota de los terroristas y de que estos queden fuera de las instituciones. Ningún demócrata lo estaría. Ahora bien, ese deseo legítimo no puede conducir a pedir soluciones ilegales y antidemocráticas.

No es ético utilizar el terrorismo como un elemento más de intoxicación para acceder al poder, y me atrevo a decir que tampoco es democrático.
Resulta difícil de entender que en una manifestación contra ETA se insulte y, prácticamente, se equipare al gobierno democrático con esos asesinos. Es imposible justificar la presencia de banderas fascistas y los gritos de la misma índole. Menos aún se puede explicar que un demócrata continúe en una marcha de ese tipo.

No se puede admitir que en una manifestación de descontento: Por la derrota del terrorismo, ETA fuera de las instituciones –totalmente legal- aparezcan enormes pancartas que digan “Hay que echar a Zapatero como sea” Frases como esta desvirtúan la finalidad de esa convocatoria y nos hacen pensar que los objetivos son otros, por lo menos para muchos de los asistentes. Ese eslogan nos hace retroceder a épocas en las que la música militar y los desfiles servían para atemorizar a los ciudadanos.

¿Alguien puede explicar –de forma racional- que pintan los crucifijos en esa manifestación? Política, religión y acabar con un gobierno democrático nos lleva a imágenes de la dictadura franquista. Triste pero cierto.
Los hay tan fuera de sitio, tan a la extrema derecha, que no dudaron en tachar a grito pelado de traidor a Antonio Basagoiti. Ver para creer.

Nostálgicos fascistas utilizan a las víctimas para intentar lograr sus fines. No lo van a conseguir. La inmensa mayoría de los españoles no tenemos ninguna añoranza de aquellos tiempos oscuros y tristes, en los que cuatro dirigían este país con sangre y fuego.

Allí estuvo la plana mayor del Partido Popular, excepto Rajoy –como siempre sin mojarse. Sabían lo que iban a oír, no es nada nuevo, lo comprobaron y allí siguieron.
Todos estamos al lado de las víctimas y contra los terroristas, pero también lo estamos contra los fascistas y los que ansían la vuelta de otro dictador.
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Nostalgias peligrosas by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Del asombro pasé al cabreo tras reposar antes en la carcajada cuando vi a la abuelita agarrada al crucifijo levantado. Vamos como en El Escorial del Gil Robres de hace casi 80 años. Y, lo cierto es que ella igual había nacido ya y la llevaron del pecho.
    Pero hay más, Santiago. Mira que lo que yo pienso de los "trapos" es conocido de antiguo, ni bicolores ni tricolores. Pero son símbolos y reconozco que lo son. Lo admito y punto. La cosa es que ¿por qué hemos de dejar que unos imbéciles se apropien de ese símbolo que, hoy por hoy, es el de todos? Lo hacemos porque en la izquierda hay demasiado pudor o demasiada idiotez. Republicano convencido, convicto y confeso, sí, pero con los pies en la Tierra y sin deseos de imponer nada a nadie, no me apego a la tricolor precisamente para que ellos no se apropien de la bicolor.
    Es urgente desposeerlos de ella. Les da demasiado poder y credibilidad. Y no la tienen. Ojo al dato...
    Higinio.

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