23 may 2016

Pecado sin dios



Cuando hablamos de pecado solemos hacerlo desde el punto de vista religioso. Es más, los actos injustos, así los denominaré,  los convertimos en pecado por propia iniciativa. Estamos preparando una justificación. No es para menos. En la tradición católica con el acto del arrepentimiento se perdonan todos los pecados. ¡Menudo chollo!

Pecado de Laura Restrepo no tiene nada de divino y sí mucho de humano.

Nueve relatos en los cuales surge la naturaleza más descarnada, cruel y hasta homicida de las personas. Eso sí, sin perder la esencia de humanidad.

Un verdugo o una descuartizadora siguen conservando rastros de cualidades muy humanas – hasta compasión ¡quién lo diría! –. ¿Qué queda en un niño sicario? Poco, casi nada. La dureza del personaje es atenuada por una madre, que a pesar de los pesares, es todo amor.

Como siempre, no pretendo destripar el libro.

A pesar de ser relatos independientes no he tenido sensación de ruptura. Un hilo conductor intuido me pasaba de uno a otro sin sobresaltos. Excepto uno: El Siríaco. Este relato me descentró. No me gustó. Me pareció lioso. Un pegote dentro de la armonía y claridad.

A esa unidad de Pecado – me sobra El Siríaco, repito – contribuye un elemento externo: El Jardín de las delicias, de Hieronymus Bosch (El Bosco). El contenido simbólico de este cuadro sirve de introducción a eso más humano que es la maldad, los crímenes y las pasiones.

El narrador va cambiando en unos y otros relatos. Siempre clarificador, y creo que entendedor, de lo que acontece. No es nunca una mirada dura, de dios castigador. Humanidad por todos los lados.

Los relatos provocan desazón a la par que compresión. Lo más abyecto del ser humano adquiere aún más humanidad en las palabras de Laura Restrepo. Ejemplo de ello, y pido perdón por desvelar una de las claves de un relato, es el final de Amor sin pies ni cabeza:

-Supongamos el caso de que es a vos a la que te cae la malparida hora y tenés que matar a tu man.
-Supongamos.
-Lo metés en el baúl de tu carro, lo tirás bien lejos santo remedio, ya te olvidás del asunto y chao.
-Tal vez.
-Bueno, mija, a mí me toca en bus. ¿Entendés? ¿Qué hacés si te toca trastear al difunto en bus? Pues te deshacés de él por pedazos, uno en cada viaje, ¿sí o qué?

Maravilloso. Duro, de una lógica terrible. Hasta en los asesinatos hay clases.

No tengan miedo y pequen con Pecado de Laura Restrepo.

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