Fotografía de la Sexta TV
El fervor, religioso por
supuesto, ha vuelto a los cuarteles. La vida torna a la rutina y la piedad
queda recluida hasta nuevo aviso. Y no digo yo como en Mateo 15:8 “Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. No me atrevería.
Hace unos años parecía imposible
el resurgir de determinadas tradiciones. Craso error. El ardor por la Semana Santa ha vuelto.
Pueblos y ciudades que habían
relegado los santos a las iglesias los han desempolvado y hasta más de un
católico de bautismo se pelea por pasear las imágenes. Y no lo achacó yo a los
milagros. Tampoco a una ola de religiosidad. Gentes que no pisan las iglesias
ni por casualidad llegados estos días vacacionales se convierten en fervientes
propagandistas. Pues allá ellos. Ya lo dijo Lucas 6:37 “No juzguéis y no seréis
juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados”.
Pues eso.
Ya sabemos que la libertad de
culto es un derecho fundamental en las democracias, en la española también. El
artículo 16 de la Constitución dice: “Se garantiza la libertad ideológica,
religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en
sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido
por la ley”. Y añade: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes
públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y
mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica
y las demás confesiones”.
Aquí surgen los problemas.
Cuatro ministros en una procesión
cantando “El novio de la muerte” no es muy constitucional. La ministra de
Defensa, María Dolores de Cospedal, presidió el acto de desembarco de la
compañía de honores de la X Bandera del Tercio Alejandro Farnesio, de la
Legión, y al traslado del Cristo de la Buena Muerte. No estaba sola. El
ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido; el de Educación, Cultura y Deporte,
Iñigo Méndez de Vigo y Justicia, Rafael Catalá estaban allí como ministros, no
como creyentes. Lo pueden hacer a título personal no como cargos públicos. Eso
ni es constitucional ni es democrático. Lo pinten como lo pinten.
La falta de hervores democráticos
es patente. Por favor, no me salgan los Ángel Ayala de turno a darme lecciones.
La Constitución dice lo que dice.
Oigan pero si es que han puesto
la bandera a media asta en el ministerio de Defensa y en los cuarteles. La
explicación que dio el Ministerio es que “el ondeo a media asta de la enseña
nacional en determinadas fechas forma parte de la tradición secular de los
ejércitos, que está integrada en la normalidad de los actos de régimen interior
que se celebran en las unidades militares”.
Miren, será una tradición secular
pero de épocas predemocráticas y vuelvo a repetir: la Constitución no lo
permite. No se exalten. Lo dice la ley fundamental del Estado. La democracia
son leyes y formas. Pues bien, ni la máxima ley lo ampara ni las formas son las
adecuadas.
Hay libertad de culto, pueden
hacer actos públicos, ateniéndose a las leyes, lo que no se puede hacer es que
cargos e instituciones públicas estén presentes como tales en actos religiosos.
¿Tan difícil es de entender y aceptar esto? ¿No son capaces a pensar en los que
no somos religiosos? La democracia da cabida a todos, pero algunos no quieren
que todos quepamos en ella.
Cuando la pasión religiosa toma las calles by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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