Publicado en La Nueva España el 7 de abril de 2018
Lo de Cataluña está desmadrado.
No es algo reciente. En los últimos años la espiral de desencuentros entre el
gobierno de Cataluña y el de Madrid ha ido en aumento. El desafío se concretó
en la aprobación de la ley de referéndum de independencia, el pasado mes de
septiembre, y se llevó a la práctica con las votaciones del 1 de octubre. Y
todo ello saltándose las advertencias de los letrados de la Cámara catalana, el
Tribunal Constitucional o la Fiscalía.
La decisión del juez Llanera de
encarcelar a algunos de los máximos representantes del independentismo ha
calentado aún más la situación. La detención de Carles Puigdemont ha llevado el
agua a ebullición.
El hartazgo por la “cuestión
catalana” es inmenso. El encastillamiento de unos y otros está deteriorando la
convivencia en España y los problemas de los ciudadanos se están dejando de
lado.
A estas alturas creo que todos
tenemos claro que apelar a los nacionalismos es convocar al enfrentamiento.
No todos vemos el procés de la misma forma. Las
publicaciones se multiplican y aún veremos muchas más. Ahora Santi Vila nos da
su versión de lo sucedido en “De héroes y traidores”.
Santiago Vila es militante del
PDeCAT (Pardido Demócrata Europeo Catalán). Ha sido diputado en el Parlamento
catalán entre 2006 y 2013 y alcalde de Figueras entre 2007 y 2012. Ejerció de conseller de Territorio y
Sostenibilidad, conseller de Cultura
y conseller de Empresa y Conocimiento
de la Generalitat. Es decir, estuvo en el núcleo de la toma de decisiones. Y no
menos importante, es doctor en Historia Contemporánea.
Daré un repaso a algunas de sus
afirmaciones en ese libro.
Refiriéndose a la sesiones del
parlamento catalán del 6 y 7 de septiembre de 2017 dice de ellas “… la sesión
probablemente más triste de la historia del parlamentarismo catalán
contemporáneo… Ana Gabriel, rindió homenaje a “la gente que luchó contra el
régimen del 78 y que fue torturada y encarcelada por hacerlo”. Lo más chocante
es que todas estas voces revolucionarias consideran del todo compatible su
retórica antisistema con formar parte de él, disfrutando sin rubor de sus
prebendas, coches oficiales y salarios”.
Menudo recadito. No será el
único. Tendrá más detalles con otros compañeros de viaje.
Curiosamente, unas páginas más
adelante se siente orgulloso “de haber participado activamente en la
movilización política del 1 de octubre”. Para redondear esgrime que ese
referéndum “comenzó como un pulso político entre gobiernos”.
El resultado fue que unos
movilizaron a una parte de los catalanes y los otros a las fuerzas de orden
público.
El libro es, además, una
justificación de los actos del autor y una exposición de sus planteamientos
políticos.
Según Vila fue acusado de traidor
por los suyos al “haber defendido hasta el último minuto la insuficiente
legitimidad democrática para llevar a cabo una declaración de independencia de
Cataluña…”
Santi Vila me desconcierta: “Que
la política catalana abandonara la senda del pactismo y se echara al monte fue
una opción, no una obligación”. Reconoce
que “en Cataluña, el Gobierno de Puigdemont está atrapado por la movilización
en las calles y el extremismo de izquierdas en el Parlament, y en Madrid, el Gobierno de Rajoy está confortablemente
sitiado por la extrema derecha de siempre”. Eso no le lleva a la equidistancia,
que quede claro.
El encarcelamiento de Puigdemont
ha movilizado a los Comités de Defensa de la República que han sacado a la
calle a miles de personas. Imagino que Santi Vila estará francamente preocupado
a tenor de lo que dice en su libro: “Los disparates que se leían en las redes
sociales sobre la constitución de comités de defensa de la República, aunque no
merecía ninguna credibilidad, evidentemente resultaban inquietantes para
cualquier persona sensata”.
Los independentistas han cargado
de sentimentalismo la política catalana – lo cual reconoce Vila - y de todo
quieren hacer una gesta heroica: “nótese que los argumentos apelaban siempre a
la razón, finalmente buscaban impactar e ir directos al corazón”.
A Marta Rovira, hoy en Suiza, le
dedica unas emotivas palabras: “…es también una mujer intensa, irascible y
fanatizada, como se ha podido comprobar más tarde a través de sus contundentes
declaraciones públicas, poco dada a las dudas y matices, y menos aún al uso de
la moderación como guía”.
La descripción de la reunión del
25 de octubre en el Palacio de la Generalitat no tiene desperdicio: “Durante la
espera, el solemne Patio de los Naranjos no dejó de llenarse de corrillos
políticos, asesores, periodistas afines y otros tertulianos y personajillos
para mí desconocidos hasta aquella tarde y que, al parecer, formaban parte de
la inteligencia del procés. Poco a
poco llegaron también los representantes de Ómnium y de la Assemblea Nacional
Catalana (ANC)…”
En esa reunión se pretendía ir a
una convocatoria electoral, cosa que no sucedió. Allí Puigdemont, según Vila,
argumentó que “no me veo siendo un presidente virtual, de un país virtual, en
una sociedad anímica e institucionalmente devastada”. Aún dijo más: “Me niego a
ir por el mundo, repartiendo tarjetas de una república inexistente”.
Si esto es así me parece que
Carles Puigdemont tiene un serio problema de doble personalidad.
Esa reunión, cínica y
desagradable en palabras de Santi Vila, debió estar muy animada: “A pesar de
los lamentos de Marta Rovira, que entre sollozos, lágrimas y aullidos habló de
decepción, desconfianza e incluso traición, lo cierto es que el sarao acabó con
la decisión de convocar elecciones”.
No tengo nada que añadir.
Vila tiene detalles con varios de
los protagonistas del procés. De Puigdemont, al cual aprecia, dice que “no
soportaba las reuniones de partido ni empalizó nunca demasiado con la mayoría
de los dirigentes del PDeCAT”. Tiene también sus detalles con Junqueras: “Días
y días de conversaciones con él mantienen aún hoy en mí la duda de quién es
realmente Oriol Junqueras y cuál es su proyecto personal y político para
Cataluña”. Y eso que había propuesto a Junqueras un pacto de no agresión en el
que él, Santi Vila, sería elegido candidato a la presidencia por el PDeCAT y
“Oriol, si no hacemos el burro, ¡en tres meses serás presidente!”. Daba por
descontado que ERC ganaría las elecciones.
Se acuerda del PP y de Rajoy,
faltaría más, y cómo no de la “lista de retrasos e incumplimientos en materia
de infraestructuras…”. ¿Se creen que son los únicos?
Estoy de acuerdo con Vila en la
falta de capacidad política para intentar llegar a acuerdos. La indolencia de
Rajoy es conocida.
Santi Vila imputa cinco errores
al soberanismo: la marginación de la política profesional, el problema de la
herencia, la deriva hacia postulados de la izquierda populista, la lectura
errónea del resultado de las elecciones del 27 de septiembre de 2015 y lo que
denomina idus de marzo en Navidades, es decir, la sustitución de Artur Mas por
Carles Puigdemont cuando “la abnegada camarilla de los conjurados facilitó al
nuevo president la lista de los consellers
y altos cargos a nombrar, el programa de gobierno y los compromisos a
implementar, y lo más importante, la determinación a seguir adelante con el procés”.
Por cierto, Vila considera
“sinceramente que la opinión pública y publicada en Cataluña ha sido injusta y
desproporcionada con Jordi Pujol y sus errores”.
Pasa más adelante a enumerar las
ocasiones, ventanas en su terminología, que se han perdido para llegar a
encuentros entre los gobiernos de Madrid y Cataluña. Reparte responsabilidades
pero barre para su casa, faltaría más.
Y llega a las soluciones.
¿Novedades? Ninguna.
Hay un aspecto, dice, que hay que
abordar en el futuro inmediato: “Y no es otro que el derecho de los catalanes a
votar”. Esto me suena.
Tiene más recetas: “Participar de
nuevo en el proyecto de España debe ser compatible con el reconocimiento de
Cataluña como nación…” También me suena.
La desigualdad entre Madrid y
Barcelona debe corregirse: “Resuelto el agravio de Barcelona, no tengo ninguna
duda de que se habrá dado un paso importante para la resolución del agravio con
Cataluña”. Vaya, vaya. No es Cataluña, es Barcelona. Aclarado queda.
Eso sí, avisa a navegantes:
“Cronificado el malestar, la ciudad se verá abocada a la decadencia y a quedar
en manos de gobiernos municipales populistas y de izquierdistas”.
Luego comienza el relato de
agravios, que se pueden resumir en que la Generalitat asuma la recaudación
tributaria, que se reduzca el déficit fiscal y que se desencallen las
inversiones en infraestructuras.
Nos recuerda que todo empezó con
la negativa de Rajoy a negociar un nuevo pacto fiscal en 2012.
Nos define lo que él entiende por
catalanismo político: “la libertad de empresa y el compromiso con la creación
de riqueza deben ser una prioridad estratégica, mucho más trascendente que la
simple ampliación acumulativa de la cartera de prestaciones sociales”.
En lo personal ha vuelto a dar
clases y además es gerente de una empresa.
No tengo muy claro lo que
pensarán sus antiguos correligionarios y compañeros del procés de este libro.
A mí me da igual lo que ahora
expliquen unos y otros. No deberíamos haber llegado a la situación en la que
nos encontramos. Los gobiernos han sido los causantes y todos lo estamos
pagando, no solo los catalanes. Rajoy ha trasladado su responsabilidad a los
juzgados con el aplauso de Ciudadanos. Los independentistas siguen a lo suyo.
Catalunya en Comú-Podem pues no sé que decirles y el PSC en su línea, que ni
ellos saben cuál es.
El procés visto por Santi Vila by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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