Mis lagunas son enormes, da igual
cuánto lea. ¡Qué digo! son océanos. No había leído La dama de blanco de Wilkie Collins (Londres 1824-1889). Ya sé que
el mundo no se acaba por ello, pero… La edición que me leí tiene una
introducción de Matthew Sweet, la traducción es de Maruja Gómez Segalés y
tiene 871 páginas. Que no les asuste.
Collins tuvo una vida intensa,
por decirlo de alguna manera. Fue íntimo amigo de Charles Dickens – con el que
llegó a viajar - tuvo relaciones duraderas con dos mujeres y le “daba” al
láudano, lo cual le hizo emparanoiar.
Por cierto, yo sabía que el
láudano estaba compuesto de opio, pero no sólo. Además de opio lleva vino
blanco, azafrán, clavo, canela y otras sustancias, y de esto ni idea.
William Wilkie Collins además de
novelista fue dramaturgo y autor de relatos cortos. Su “producción” fue
importante: 27 novelas, más de 60 relatos cortos, catorce obras de teatro y un
montón de piezas de no ficción.
Las obras narrativas de Collins
fueron calificadas como sensation novels,
subgénero inglés que se considera precursor de las actuales novelas policíacas,
de suspense y misterio.
Mattew Sweet dice de esta novela:
“La dama de blanco suele considerarse
la primera novela sensacionalista, un tipo de relato inscrito en la narrativa
victoriana de gran influencia en la época y que combina la desazón de la
literatura gótica con el realismo psicológico de la ficción doméstica”.
Creo que es interesante añadir
algo más de lo que comenta Sweet: “El auge de la novela sensacionalista estuvo
íntimamente relacionado con el florecimiento de la cultura consumista
victoriana, un cambio en la conducta tanto social como económica que conllevó
la práctica industrialización del placer”.
Me resultó clarificador.
¿Y de qué va? Para describir la
novela con un lenguaje de hoy - o por lo menos de hace poco, que no sé si se
siguen denominando así - es un serialón. Que sí. Es como esas telenovelas
latinoamericanas solo que se desarrolla en la Inglaterra victoriana. Tiene
todos los ingredientes: amor; malos malísimos; mujer guapa y crédula; mujeres
malas; mujer fea y muy inteligente; honra y honor; sociedad estratificada; legalismos;
enfermedades… lo dicho, un novelón.
Los personajes femeninos tienen
mucha importancia, creo que son los más relevantes. Es muy curiosa la
descripción y el tratamiento que les da Collins. En ocasiones parece un
machista recalcitrante y en otras todo lo contrario.
Permítanme que les muestre una
descripción bastante larga aunque creo que merece la pena: “Desde el primer
momento que mis ojos la vieron quedé admirado por la insólita belleza de su
silueta y la gracia natural de su porte. Era alta, pero no demasiado; las
líneas de su cuerpo eran suaves y esculturales, pero no era gorda; su cabeza se
erguía sobre sus hombros con serena firmeza; sus senos eran la perfección misma
para los ojos de un hombre, pues aparecían donde se esperaba verlos y su
redondez era la esperada, ostensible, y deliciosamente no estaban deformados
por un corsé. La dama no advirtió mi presencia, y me permití durante algunos
minutos quedarme admirándola, hasta que yo mismo hice un movimiento con la
silla como la manera más discreta de llamar su atención. Entonces se volvió
hacia mí con rapidez. [Sí estaba de espalda ¿cómo le vio los senos?] La natural
elegancia de sus movimientos que pude
observar cuando se dirigió hacia mí desde el fondo de la habitación me
llenó de impaciencia por contemplar de cerca su rostro. Avanzó unos pasos y me
dije: “Es joven”. Se acercó más, y entonces me dije con una sorpresa que no soy
capaz de describir: “¡Es fea!”.
Perdón por la extensión pero ¿no
es genial?
Nos encontramos con opiniones
como esta: “¡Hombres! Son los enemigos de nuestra inocencia y de nuestra paz,
nos arrancan del cariño de nuestros padres y de la amistad de nuestras
hermanas, acaparan nuestro cuerpo y nuestra alma y arrastran con ellos nuestras
vidas lo mismo que se le pone la cadena a un perro”.
Desconcierta un poco ¿verdad?
Tiene más detalles de “rebeldía”
femenina: “Pero como no soy más que una mujer condenada a tener paciencia,
corrección y faldas para toda la vida, tengo que respetar la opinión del ama de
llaves y arreglármelas como pueda de una manera débil y femenina”.
Y esto en una época en la que el
hombre dominaba de forma absoluta la vida. Las mujeres estaban sometidas y
relegadas al hogar y el cuidado de los hijos. Un ejemplo de ese sometimiento es
la esposa del conde Fosco, Eleonor Fairlie. Tal es el control que con una solo
mirada de Fosco ella sabe lo que tiene que hacer. Como ejemplo contrario
tenemos a Marian Halcombe: inteligente, intrépida, la única mujer que deslumbró
al malvado Fosco, a pesar de ser aquella mujer “fea”.
El tratamiento de la naturaleza también me resultó interesante. “En cualquier momento y bajo cualquier
circunstancia en que esté en juego algo que interese al ser humano, ¿no es
extraño comprobar lo poco que vale para nosotros el mundo de la naturaleza
frente al que vivimos y el escaso lugar que ocupa en nuestros corazones y en
nuestra mente?”.
Lo del desprecio británico a lo
foráneo no es nuevo. La puritana Eliza Michelson, una de los personajes, suelta
toda convencida: “Siempre he pretendido ser humana e indulgente con los
extranjeros. Ellos no tienen nuestras virtudes y nuestras ventajas, pues casi
todos se han educado en los errores ciegos del papismo”. Muy british ¿no?
La medicina tiene un papel
destacado en La dama de blanco. En
palabras de Matthew Sweet “La novela sensacionalista recurría a la medicina
para proporcionar un vocabulario mediante el que registrar y otorgar espacio a
las impresiones y desconcierto a los que sometía a sus personajes”.
En sus páginas aparece mencionado
el mesmerismo, muy en boga por toda Europa ya desde la segunda mitad del XVII.
Franz Mesmer (1733-1815) es considerado el padre de la hipnosis moderna. Creía
en la capacidad de toda persona para curar a su prójimo usando el hipotético
“magnetismo animal”.
No faltan las menciones a las
enfermedades mentales y los manicomios, son unas de las claves de la novela, otra, cómo no, es el dinero.
Todavía no he mencionado que en La dama de blanco intervienen varios
narradores que de forma epistolar van dándonos a conocer la trama de la novela.
Se van completando unos a otros y cada uno de ellos, según procede y se
desarrollan los acontecimientos, van adquiriendo protagonismo para acercar al
lector a la “verdad”. Recurso que no se hace pesado ni
mucho menos.
Para ir terminando me remito
nuevamente a las palabras de Matthew Sweet para explicar la urdimbre judicial
existente: “Los personajes abandonan las estrategias legales a favor de la
acción directa, por lo que la novela representa el fracaso estrepitoso de
procedimientos supuestamente imparciales como la justicia penal y la honestidad
de un narrador”. “La estructura subjetiva de la novela sugiere que los
testimonios podrían contener todo tipo de ambigüedades, amaños y equívocos
deliberados”.
Esta argumentación se entiende,
claro está, leyendo la novela. Estoy totalmente de acuerdo con el señor Sweet.
Tanto buenismo por ejemplo en la figura de Walter Hartright, el bueno-bueno de
la novela, mosquea. Intenta en todo momento demostrar que no tiene ningún
interés económico en sus actuaciones, todo lo hace por amor. Pues la verdad es
que me quedaron muchas dudas, no todo está tan claro. Tanta insistencia no sé
yo. La hipocresía es muy de la época.
La dama de blanco se publicó inicialmente serializada en la revista
literaria All the Year Round entre el 29 de noviembre de 1859 y
el 25 de agosto de 1860. Esa revista fue fundada por Charles Dickens en 1859 y
en ella publicó su archiconocida Historia
de dos ciudades, entre el 30 de abril de 1859 y diciembre de ese mismo año.
¡Aquello sí que eran tiradas! Del
primer número de All the Year Round se vendieron 120.000 ejemplares.
Luego tendría una tirada semanal de ¡100.000! ejemplares. Entre 1859 y 1867
vendieron 300.000 ejemplares cada año de los suplementos navideños. Cómo hoy, casi.
Me estoy alargando tanto
como la novela. Me enganchó. Es adictiva. Página tras página la trama se
complica y en su sencillez te pilla bien pillado. Me lo pasé bien. Se la
recomiendo. No se puede perder de vista que se escribió, repito, en plena época
victoriana de la cual es un buen reflejo en muchos aspectos.
Lo encontrarán en su biblioteca o
librería preferida.
No todo está claro en La dama de blanco by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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