30 ago 2018

No todo está claro en La dama de blanco


Mis lagunas son enormes, da igual cuánto lea. ¡Qué digo! son océanos. No había leído La dama de blanco de Wilkie Collins (Londres 1824-1889). Ya sé que el mundo no se acaba por ello, pero… La edición que me leí tiene una introducción de Matthew Sweet, la traducción es de Maruja Gómez Segalés y tiene 871 páginas. Que no les asuste.

Collins tuvo una vida intensa, por decirlo de alguna manera. Fue íntimo amigo de Charles Dickens – con el que llegó a viajar - tuvo relaciones duraderas con dos mujeres y le “daba” al láudano, lo cual le hizo emparanoiar.
Por cierto, yo sabía que el láudano estaba compuesto de opio, pero no sólo. Además de opio lleva vino blanco, azafrán, clavo, canela y otras sustancias, y de esto ni idea.

William Wilkie Collins además de novelista fue dramaturgo y autor de relatos cortos. Su “producción” fue importante: 27 novelas, más de 60 relatos cortos, catorce obras de teatro y un montón de piezas de no ficción.

Las obras narrativas de Collins fueron calificadas como sensation novels, subgénero inglés que se considera precursor de las actuales novelas policíacas, de suspense y misterio.

Mattew Sweet dice de esta novela: “La dama de blanco suele considerarse la primera novela sensacionalista, un tipo de relato inscrito en la narrativa victoriana de gran influencia en la época y que combina la desazón de la literatura gótica con el realismo psicológico de la ficción doméstica”.

Creo que es interesante añadir algo más de lo que comenta Sweet: “El auge de la novela sensacionalista estuvo íntimamente relacionado con el florecimiento de la cultura consumista victoriana, un cambio en la conducta tanto social como económica que conllevó la práctica industrialización del placer”.

Me resultó clarificador.

¿Y de qué va? Para describir la novela con un lenguaje de hoy - o por lo menos de hace poco, que no sé si se siguen denominando así - es un serialón. Que sí. Es como esas telenovelas latinoamericanas solo que se desarrolla en la Inglaterra victoriana. Tiene todos los ingredientes: amor; malos malísimos; mujer guapa y crédula; mujeres malas; mujer fea y muy inteligente; honra y honor; sociedad estratificada; legalismos; enfermedades… lo dicho, un novelón.

Los personajes femeninos tienen mucha importancia, creo que son los más relevantes. Es muy curiosa la descripción y el tratamiento que les da Collins. En ocasiones parece un machista recalcitrante y en otras todo lo contrario.

Permítanme que les muestre una descripción bastante larga aunque creo que merece la pena: “Desde el primer momento que mis ojos la vieron quedé admirado por la insólita belleza de su silueta y la gracia natural de su porte. Era alta, pero no demasiado; las líneas de su cuerpo eran suaves y esculturales, pero no era gorda; su cabeza se erguía sobre sus hombros con serena firmeza; sus senos eran la perfección misma para los ojos de un hombre, pues aparecían donde se esperaba verlos y su redondez era la esperada, ostensible, y deliciosamente no estaban deformados por un corsé. La dama no advirtió mi presencia, y me permití durante algunos minutos quedarme admirándola, hasta que yo mismo hice un movimiento con la silla como la manera más discreta de llamar su atención. Entonces se volvió hacia mí con rapidez. [Sí estaba de espalda ¿cómo le vio los senos?] La natural elegancia de sus movimientos que pude  observar cuando se dirigió hacia mí desde el fondo de la habitación me llenó de impaciencia por contemplar de cerca su rostro. Avanzó unos pasos y me dije: “Es joven”. Se acercó más, y entonces me dije con una sorpresa que no soy capaz de describir: “¡Es fea!”.

Perdón por la extensión pero ¿no es genial?

Nos encontramos con opiniones como esta: “¡Hombres! Son los enemigos de nuestra inocencia y de nuestra paz, nos arrancan del cariño de nuestros padres y de la amistad de nuestras hermanas, acaparan nuestro cuerpo y nuestra alma y arrastran con ellos nuestras vidas lo mismo que se le pone la cadena a un perro”.

Desconcierta un poco ¿verdad?

Tiene más detalles de “rebeldía” femenina: “Pero como no soy más que una mujer condenada a tener paciencia, corrección y faldas para toda la vida, tengo que respetar la opinión del ama de llaves y arreglármelas como pueda de una manera débil y femenina”. 

Y esto en una época en la que el hombre dominaba de forma absoluta la vida. Las mujeres estaban sometidas y relegadas al hogar y el cuidado de los hijos. Un ejemplo de ese sometimiento es la esposa del conde Fosco, Eleonor Fairlie. Tal es el control que con una solo mirada de Fosco ella sabe lo que tiene que hacer. Como ejemplo contrario tenemos a Marian Halcombe: inteligente, intrépida, la única mujer que deslumbró al malvado Fosco, a pesar de ser aquella mujer “fea”.

El tratamiento de la naturaleza también me resultó interesante. “En cualquier momento y bajo cualquier circunstancia en que esté en juego algo que interese al ser humano, ¿no es extraño comprobar lo poco que vale para nosotros el mundo de la naturaleza frente al que vivimos y el escaso lugar que ocupa en nuestros corazones y en nuestra mente?”.

Lo del desprecio británico a lo foráneo no es nuevo. La puritana Eliza Michelson, una de los personajes, suelta toda convencida: “Siempre he pretendido ser humana e indulgente con los extranjeros. Ellos no tienen nuestras virtudes y nuestras ventajas, pues casi todos se han educado en los errores ciegos del papismo”. Muy british ¿no?

La medicina tiene un papel destacado en La dama de blanco. En palabras de Matthew Sweet “La novela sensacionalista recurría a la medicina para proporcionar un vocabulario mediante el que registrar y otorgar espacio a las impresiones y desconcierto a los que sometía a sus personajes”.

En sus páginas aparece mencionado el mesmerismo, muy en boga por toda Europa ya desde la segunda mitad del XVII. Franz Mesmer (1733-1815) es considerado el padre de la hipnosis moderna. Creía en la capacidad de toda persona para curar a su prójimo usando el hipotético “magnetismo animal”.

No faltan las menciones a las enfermedades mentales y los manicomios, son unas de las claves de la novela, otra, cómo no, es el dinero.

Todavía no he mencionado que en La dama de blanco intervienen varios narradores que de forma epistolar van dándonos a conocer la trama de la novela. Se van completando unos a otros y cada uno de ellos, según procede y se desarrollan los acontecimientos, van adquiriendo protagonismo para acercar al lector a la “verdad”. Recurso que no se hace pesado ni mucho menos.

Para ir terminando me remito nuevamente a las palabras de Matthew Sweet para explicar la urdimbre judicial existente: “Los personajes abandonan las estrategias legales a favor de la acción directa, por lo que la novela representa el fracaso estrepitoso de procedimientos supuestamente imparciales como la justicia penal y la honestidad de un narrador”. “La estructura subjetiva de la novela sugiere que los testimonios podrían contener todo tipo de ambigüedades, amaños y equívocos deliberados”.

Esta argumentación se entiende, claro está, leyendo la novela. Estoy totalmente de acuerdo con el señor Sweet. Tanto buenismo por ejemplo en la figura de Walter Hartright, el bueno-bueno de la novela, mosquea. Intenta en todo momento demostrar que no tiene ningún interés económico en sus actuaciones, todo lo hace por amor. Pues la verdad es que me quedaron muchas dudas, no todo está tan claro. Tanta insistencia no sé yo. La hipocresía es muy de la época.

La dama de blanco se publicó inicialmente serializada en la revista literaria All the Year Round entre el 29 de noviembre de 1859 y el 25 de agosto de 1860. Esa revista fue fundada por Charles Dickens en 1859 y en ella publicó su archiconocida Historia de dos ciudades, entre el 30 de abril de 1859 y diciembre de ese mismo año.
¡Aquello sí que eran tiradas! Del primer número de All the Year Round se vendieron 120.000 ejemplares. Luego tendría una tirada semanal de ¡100.000! ejemplares. Entre 1859 y 1867 vendieron 300.000 ejemplares cada año de los suplementos navideños. Cómo hoy, casi.

Me estoy alargando tanto como la novela. Me enganchó. Es adictiva. Página tras página la trama se complica y en su sencillez te pilla bien pillado. Me lo pasé bien. Se la recomiendo. No se puede perder de vista que se escribió, repito, en plena época victoriana de la cual es un buen reflejo en muchos aspectos.

Lo encontrarán en su biblioteca o librería preferida.

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